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Ser perezoso es lo normal: mitos sobre el ejercicio que conviene tener en cuenta para no abandonarlo

¿Por qué correr cuando nadie nos persigue? Hacer más ejercicio es el propósito número uno al comienzo del año, y sobran razones para justificarlo. Pero conviene tener en cuenta que no evolucionamos para hacer deporte sino, más bien, para evitarlo.
18 Ene 2021 – 11:32 AM EST
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Ahorrar calorías y no estar físicamente activos cuando no es necesario responde a nuestros instintos. Crédito: Unsplash

Si la actividad física es tan buena para nosotros, como no nos cansamos de repetir una y otra vez, ¿por qué tanta gente lo evita? La respuesta corta: porque no es “normal”, en el sentido de que no hemos evolucionado para eso, viene a decir el biólogo y paleoantropólogo de Harvard Daniel Lieberman, experto en movimiento y sus beneficios.

En su nuevo libro Exercised: Why Something We Never Evolved to Do Is Healthy and Rewarding ( Ejercitado: Por qué algo que nunca evolucionamos para hacer es saludable y gratificante) Lieberman desmonta unos cuantos mitos sobre el ejercicio y la salud que nos pueden ayudar, si no a saltar del sofá, al menos a no sentirnos culpables por ello.

Para empezar: “El ejercicio es como aprender álgebra. Puede ser útil, pero nunca evolucionamos para hacerlo”, dice Lieberman en esta entrevista. Más que ejercicio, argumenta el investigador, evolucionamos para caminar, correr, saltar, bailar y hacer otras cosas que eran necesarias y gratificantes mientras, al mismo tiempo, evitábamos cansarnos sin motivos.

Nuestros ancestros, apunta este experto, no tenían ni idea de lo que era el ejercicio. Pero eso no quiere decir que no se ejercitasen: de hecho, se movían mucho en sus vidas cotidianas. El experto toma como referencia un grupo de cazadores-recolectores de Tanzania para acercarse a lo que podría haber sido nuestro pasado en relación al movimiento. Pues bien: en este grupo son 12 veces más activos que el ciudadano medio estadounidense o europeo. Y por cierto que los ancianos se mantienen muy activos.


¿Es antinatural ser perezoso?


Esto te va a gustar: ahorrar calorías y no estar físicamente activos cuando no es necesario responde a nuestros instintos. “Si pones un trozo de pastel de chocolate frente a mí y una zanahoria, es anormal preferir la zanahoria. Casi todo el mundo prefiere el pastel de chocolate porque evolucionamos para buscar la mayor cantidad de energía posible. Y no significa que seas un glotón si prefieres el pastel de chocolate más de lo que eres un vago si prefieres usar las escaleras mecánicas”, señala.



Algunos entusiastas del ejercicio insisten en que nacimos para ejercitarnos porque durante millones de años nuestros ancestros cazadores-recolectores sobrevivieron corriendo, caminando, escalando y otras proezas. Pero ocurre lo contrario: evolucionamos para limitar nuestra actividad física siempre que, razonablemente, pudiéramos.

“Si mientras lees estas palabras estás sentado en una silla o recostado en
la cama y te sientes culpable por tu indolencia, consuélate sabiendo que tu estado actual de inactividad física es una estrategia antigua y fundamental para distribuir la energía escasa con sensatez”, escribe.

Pero no te engañes: Lieberman en todo momento recuerda lo importante que es ejercitarse, y lo perjudicial que es la indolencia para la salud física y mental. Su filosofía: cualquier movimiento es un mejor que ninguno; más suele ser mejor y nunca es demasiado tarde para empezar.
Y también cuando envejecemos. O principalmente cuando envejecemos.

“El ejercicio activa los mecanismos de reparación y mantenimiento que se vuelven más importantes a medida que envejecemos”, dice Lieberman. “En las sociedades de cazadores-recolectores, las abuelas suelen trabajar más que las madres. Pasan más horas al día haciendo actividad física que sus hijas porque ya no tienen hijos a cuestas. Y su velocidad al caminar no disminuye”, sostiene.

¿Cómo eran nuestros antepasados, físicamente hablando? En contra de lo que algunos creen, no eran excesivamente musculosos porque el músculo incrementa la necesidad de energía. Estaban en forma, eran fuertes y con bajos niveles de grasa corporal. “Nuestros ancestros no eran súper fuertes ni súper rápidos, ni cubrían enormes distancias”. Pero trabajaban y se movían todos los días, y a largo plazo eso tiene una gran repercusión.

El tipo ideal de ejercicio no existe

Nos encantan las fórmulas infalibles; lástima que no sean reales. Lieberman sostiene que este afán forma parte de la medicalización actual del ejercicio. Aunque no hay duda de que un poco de ejercicio es mejor que nada, la dosis es diferente en función del individuo y sus necesidades.

La recomendación general de 150 minutos de ejercicio a la semana como mínimo se basa en investigaciones que muestran que con esta cantidad se recorta la posibilidad de muerte prematura en un 50%, pero no hay nada especial en este número, dice este experto.


El ejercicio ha sido medicalizado para enfatizar su importancia y comercializado para hacerlo más cómodo y lucrativo, algo útil e incluso necesario para ayudar a contrarrestar la inactividad de la vida moderna, dice Lieberman. Pero hay desventajas. En el mejor de los casos, el ejercicio rara vez es más divertido o gratificante que cazar, recolectar o practicar deportes en grupo.

En el peor de los casos, "las personas que no hacen ejercicio se sienten mal por ello y se sienten avergonzadas y culpables", dice.

Las recompensas por mover el cuerpo deberían ser suficientes en sí mismas. Entre otras muchas, fortalecemiento del sistema inmune y retrasa del proceso de envejecimiento. “Muchos problemas ocurren más comúnmente con la edad avanzada, pero solo algunos están causados por la edad”, recuerda el autor.

Lieberman, como muchos otros, dice que busca ese “chute” químico que te hace sentir bien después del ejercicio. El problema, dice, es que la dopamina no te impulsa a ir a correr; la dopamina te hace sentir bien porque corriste. Por eso tenemos que obligarnos, aunque nos sintamos fatal la primera milla. La recompensa vendrá después.

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