45 años después, el hombre que marcó la caída de Nixon por el Watergate regresa para explicar el 'Rusiagate'

Desde que el 17 de junio de 1972 un grupo de intrusos fue detenido dentro de las oficinas del Partido Demócrata en el complejo de edificios Watergate de Washington DC, a cada escándalo político que surge se le endilga el sufijo ‘gate’ y se le somete a la inevitable comparación con el caso que hizo de Richard Nixon el primer presidente de EEUU en renunciar al cargo.
Cuarenta y cinco años después, vuelve a suceder con el ‘ Rusiagate’, la investigación sobre supuestos vínculos entre la campaña presidencial de Donald Trump y agentes de inteligencia de Rusia que buscaban interferir en las elecciones.
Los paralelos que algunos ven hoy tienen que ver con la posibilidad de que los republicanos participaran en una operación de espionaje manejada por los rusos –cosa que todavía debe determinar el fiscal especial que analiza el caso-, y la apariencia que desde la Casa Blanca el presidente Donald Trump pueda estar “ocultando” algo, aunque la verdad nadie sepa todavía qué ni por qué.
Y así como el ‘Rusiagate’ despierta fantasias políticas entre quienes quieren que Trump termine teniendo la misma suerte de Nixon, ha revivido en la opinión pública a figuras del pasado, entre ellas el hombre que marcó el principio del fin para el presidente republicano: su asesor legal, John Dean.
Fuentes y periodistas
En Watergate, lo que empezó como un aparente intento de robo, terminó revelándose como una operación para espiar a los demócratas. Luego se convirtió en una conspiración de la Casa Blanca para encubrir el crimen en la que tomo parte el presidente Nixon y que llevó a su forzada renuncia el 9 de agosto de 1974, dos años y medio después de haber logrado la reelección por el mayor margen de la historia estadounidense.
En el imaginario popular, ese descubrimiento está vinculado con el trabajo de los reporteros de The Washington Post Bob Woodward y Carl Bernstein, basado en la información que les suministraba su fuente ‘Garganta profunda’, quien resultó ser el entonces subdirector del FBI, William Mark Felt, según confesó este en 2005.
Pero el hombre que empezó a marcar la caída legal de Nixon fue uno de los conspiradores originales, luego convertido en “soplón” y “héroe” de la historia, el asesor legal de la Casa Blanca John Dean, entonces un impetuoso abogado de 32 años.
Lo que publicaba The Washington Post golpeaba a la presidencia en la opinión pública que perdía crecientemente la confianza en un presidente que había gozado de gran popularidad
Pero más dañino para Nixon fue el testimonio público que ofreció Dean, convertido en el testigo estrella del Comité de Watergate del Congreso.
El asesor fue despedido en abril de 1973 como parte de una estrategia de la Casa Blanca para evitar que el escándalo llegara a sus puertas. Por eso, temiendo que lo convirtieran en el chivo expiatorio del caso, Dean decidió ofrecer su versión de los hechos a los investigadores parlamentarios y los de la justicia federal que manejaban el caso.
En junio de 1973, tras negociar su inmunidad con el Congreso, Dean reconoció ante el comité su parte en el plan, que había ayudado a obstruir la justicia y que había asistido a otros a cometer perjurio ante fiscales. Finalmente se declaró culpable en una corte federal de un delito menor y fue sentenciado cuatro meses de arresto domiciliario.
La “pistola humeante”
Aunque originalmente era solo la versión de Dean, su testimonio abrió las compuertas de la información represada y eventualmente el comité pudo conocer que Nixon mantenía un sistema de grabación de sus conversaciones en la Oficina Oval que terminaría aportando la “prueba irrefutable” del delito cometido por el presidente y su entorno.
Se trata de una grabación del 23 de junio de 1973 en la que se escucha a Nixon discutir con sus colaboradores en el despacho presidencial (conocida en inglés como the smoking gun tape) sobre cómo hacer para que la CIA indicara al FBI no seguir investigando la irrupción en las oficinas demócratas, con la que quedó demostrado que el presidente participó en el esfuerzo de encubrimiento y, sobre todo, que mintió sobre eso.
Apenas tres meses antes de testificar en el Congreso, Dean se había reunido con Nixon para informarle cómo el caso estaba creciendo de una manera incontrolable y que ponía en peligro al presidente
“Tenemos un cáncer dentro, cerca de la presidencia, que está creciendo (…) Está creciendo geométricamente ahora”, dijo Dean a Nixon el 21 marzo 1973 en el Despacho Oval, como consta en otra de las grabaciones.
El ex asesor legal explicó al Comité del Watergate que su idea era presentarle al mandatario la gravedad de caso de manera de ponerle fin a una operación que consideraba que estaba saliéndose de las manos.
El “hombre que más sabe”
Por su actuación en la crisis de Watergate, Dean se ha convertido en una de las voces más autorizadas sobre Watergate y ha escrito varios libros sobre el tema, aunque algunos aseguren que ha tratado de disminuir su responsabilidad en el episodio.
Ahora el ‘Rusiagate’ lo ha actualizado como experto en escándalos palaciegos y sobre todo, en operaciones de encubrimiento y obstrucción de la justicia, que es donde él y muchos otros dicen ver coincidencias con el caso que fulminó a Nixon.
A sus 78 años es uno de los comentaristas de CNN que analiza la evolución del caso. Dean tiene apariciones diarias, impulsadas por los nuevos datos que se van conociendo sobre el caso por las filtraciones que recogen los medios, entre ellos The Washington Post, que junto a The New York Times ha sido de los más activos para exponer una trama que la Casa Blanca asegura que “no existe”.
Por lo general las intervenciones de Dean suelen precedidas por algún comentario del ancla de turno refiriéndose al ex asesor legal de Nixon como “la persona que más sabe” sobre cómo se vive dentro de la Casa Blanca el acoso de un escándalo en crecimiento.
Y más de una vez coincide en la pantalla de CNN con el mítico periodista de The Washington Post, Carl Bernstein, otro experto en Watergate y cuyas pesquisas periodísticas hace 45 años generaron la presión que ayudó a que Dean decidiera hablar lo que sabía sobre Nixon.
Dean ha sido referencial en casos del pasado, como durante el escándalo de Monica Lewinsky que llevó en 1998 al presidente Bill Clinton a un proceso de juicio político que finalmente sobrevivió. Pero el ‘Rusiagate’ le permite brillar más porque es lo más parecido que ha habido al Watergate en estas cuatro décadas: espionaje político y potencial encubrimiento presidencial.
Trump no es Nixon
En una entrevista con Los Angeles Times a principios de junio, Dean explicó que él no tiene información privilegiada que provenga de la Casa Blanca (no hay por ahora un Garganta Profunda en esta historia) pero que las apariencias le hacen pensar que estamos frente a un caso de cobertura de una operación ilegal desde las más altas instancias del gobierno.
“Yo he estado dentro de una operación de encubrimiento. Sé por qué pudimos hacer que ciertas cosas desaparecieran y otras no. Y eso es por hay ciertas cosas que no puedes hacer desaparecer”, aseguró Dean, quien cree que el gobierno de Trump está descubriéndolo pero sin aprovechar la enseñanza de la historia.
Para Dean, que Trump reconociera que despidió al jefe del FBI, James Comey, para bajar la presión de la investigación sobre las conexiones rusas, es “básicamente confesar obstrucción de la justicia”, como ha venido diciendo insistentemente en sus intervenciones en CNN.
El despido de Comey trajo a la memoria inmediatamente la llamada "Masacre del Sábado por la Noche", cuando en octubre del 1973 Nixon despidió al investigador especial que analizaba el Watergate y aceleró su hundimiento.
Otra similitud que ve entre ‘Rusiagate’ y Watergate es el talante autoritario, narcisista y desconfiado de ambos presidentes.
Pero hasta allí llegan los parecidos para Dean, quien piensa que “Nixon estaba mucho mejor preparado para el trabajo que Trump (…) Trump no sabe nada del trabajo y se nota”.