null: nullpx
Univision Noticias
América Latina

    Su marido la dejó en silla de ruedas de un tiro y ella luchó para salvar la vida de miles de mujeres en Brasil

    Maria da Penha sobrevivió a dos intentos de asesinato por parte de su marido y tuvo que esperar casi 20 años para sentir que de alguna manera se le había hecho justicia. Su atacante solo pasó dos años en la cárcel, pero ella decidió luchar por una causa mayor y dio nombre a una ley contra la violencia de género que le ha salvado la vida a miles de mujeres en Brasil.
    15 Dic 2018 – 01:42 PM EST
    Comparte
    Default image alt

    Era mayo de 1983, María da Penha dormía en la habitación de su casa en Fortaleza, Brasil, cuando su vida cambió para siempre. Esa noche, Marco Antonio Heredia Viveros, su marido, tomó un revolver, le disparó en la espalda y luego, para librarse del crimen, alertó a la policía diciéndo que cuatro ladrones habían entrado a su domicilio.

    “Me desperté repentinamente, con un fuerte estampido dentro de la habitación. Abrí los ojos. No vi a nadie. Traté de moverme, pero no lo logré”, cuenta Maria da Penha en su libro 'Sobreviví, puedo contar' sobre esa dramática noche. “Inmediatamente cerré los ojos y un sólo pensamiento me ocurrió: '¡Dios mío, Marco me mató con un tiro!'”.

    El hombre no consiguió asesinarla; la dejó con una paraplejia irreversible y otras secuelas físicas y psicológicas. Pero a 35 años de los hechos, sentada en su silla de ruedas en el auditorio del Museo de la Memoria en Santiago de Chile, donde vino a celebrar los 70 años de la Declaración de los Derechos Humanos por la Naciones Unidas, Maria da Penha muestra la tranquilidad y determinación que la han caracterizado en las más de dos décadas que lleva peleando para proteger a las mujeres de su país contra la violencia machista. Una lucha que culminó cuando expuso las falencias de la justicia brasileña ante la Corte Internacional de Derechos Humanos y que permitió la aprobación, en 2006, de la llamada Ley María da Penha que penaliza la violencia doméstica en su país.

    “La ley brasileña que lleva mi nombre es considerada por la ONU como una de las tres mejores leyes de violencia contra la mujer en el mundo”, dice hoy con orgullo. “Mi marido ya no está en la cárcel, solo estuvo dos años en régimen cerrado. Pero yo considero que el castigo perdió significado. El sentido de mi lucha dejó de ser ese para convertirse en la creación de esta ley que permite ayudar a todas las mujeres de mi país”.

    Disparos y golpes eléctricos

    Maria da Penha conoció a Marco Antonio Heredia mientras estudiaba para convertirse en químico farmacéutico en la Universidad de Sao Paulo, donde él era alumno de la Facultad de Economía. Heredia, de nacionalidad colombiana, era un hombre “amable, educado y solidario” con el que Maria da Penha no dudó en casarse y mudarse a Fortaleza, una vez terminados sus estudios. Cuando ya tenían tres hijas y él consiguió la ciudadanía brasileña, las cosas empezaron a cambiar.


    El disparo que dejó a da Penha inválida fue lo que ella ha llamado en distintas entrevistas “el último acto de una serie de ataques psicológicos contra (ella) y de golpes a las niñas” que les infigió este economista y profesor universitario. Según cuenta, durante años vivió temiendo por su vida, sin atreverse a separarse porque “en esa época las crónicas estaban llenas de noticias de hombres que mataban a sus mujeres porque osaban pedir el divorcio”.

    La noche en que su marido le disparó, da Penha dudó que él fuera su agresor. Tenía el pijama desgarrado y parecía traumatizado. Fueron los testimonios posteriores de algunos vecinos y las pericias policiales lo que permitieron determinar su culpablidad.

    El calvario de Maria da Penha, sin embargo, estaba lejos de terminar. Tras pasar meses de rehabilitación en Brasilia, regresó a su casa donde su marido la mantuvo encerrada, casi sin derecho a visita durante 15 días. Hasta que intentó matarla de nuevo, esta vez electrocutándola.


    “Me llevó al baño para ayudarme a lavarme: (me dí cuenta que) la ducha eléctrica soltaba unas descargas extrañas, me negué a entrar en la cabina y se enfadó de manera exagerada”, contó al diario El País en 2016.
    Fue entonces que, aprovechando la ausencia de su marido, Maria da Penha finalmente se atrevió a refugiarse en casa de sus padres con sus hijas y pedir la ayuda de abogados para denunciar a Heredia.

    Surge un ícono contra la violencia machista

    Una vez libre de las amenazas y los ataques de su marido, María da Penha trató de conseguir justicia. Pero su caso se mantuvo en tribunales sin avanzar por casi una década. El primer juicio contra Heredia ocurrió recién en 1991, cuando fue sentenciado a 15 años de cárcel pero presentó recursos que lo dejaron libre. Recién en octubre de 2002 fue encarcelado por tentativa de homicidio, una sentencia que cumplió solo parcialmente en recinto penitenciario. Para esa fecha sin embargo, Maria da Penha ya se estaba convirtiendo en un ícono de la defensa de los derechos de las mujeres en Brasil.

    Cargando Video...
    Amigas unidas tras sobrevivir ataques de ácido


    “Yo nunca me escondí”, dice hoy a Univision Noticias. “Siempre estuve dispuesta a hablar en los medios y cuando le ponían fin a los procesos yo presentaba recursos. Me volví incómoda y al mismo tiempo se fue fortaleciendo el movimiento de mujeres”.

    Su decisión de escribir un libro, publicado en 1994, marcó un hito en su historia: en “Sobreviví, puedo contarlo” relata todo lo ocurrido y la impunidad de la que gozaba su marido, por culpa de las falencias del sistema judicial brasileño.

    “Cuando mi marido fue condenado y salió libre decidí escribir (ese) libro sobre las contradicciones de los tribunales de justicias. Por eso volvió a ser enjuiciado por intento de homicidio”, agrega.

    Su relato llamó la atención de organizaciones internacionales; gracias a eso, su caso alcanzó la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El proceso y el caso de Maria da Penha se convirtió entonces en un emblema de la impunidad de la cual gozaban los maltratadores de mujeres en Brasil. En un fallo histórico, la Corte responsabilizó el Estado brasileño de las negligencias y demoras en los casos de violencia doméstica contra las mujeres de Brasil. La presión fue tal que en 2006, el parlamento aprobó a la unanimidad la ley María da Penha.

    “Mi lucha demoró 19 años en dar resultado. Nuestra ley fue creada basándose en los tratados internacionales que Brasil ya había firmado y ratificado y fue aprobada unanimemente”, dice Maria da Penha. “Eso se logró por mi afán de conseguir justicia, mi determinación a alertar siempre sobre las demoras de la justicia y sobre la falta de compromiso que hay hacia la defensa de las mujeres”.

    Además de endurecer las penas para los agresores, permitiendo que los crímenes de violencia doméstica sean castigados con encarcelamiento, la legislación introdujo la posibilidad de contar con prisión preventiva contra los maltratadores e impide las penas alternativas. Por otro lado, estableció tribunales especiales y otros organismos estatales de prevención y asistencia, como las Comisarías de Mujer y Centrales de Atención de la Mujer, que deben permanecer abiertas 24 horas al día.


    A cinco años de la aprobación de la ley, las cifras parecían indicar un avance importante: según datos oficiales, se habían realizado más de 331,000 procesos judiciales bajo la nueva norma y se habían dictado 110,000 sentencias firmes. Asimismo, las centrales de atención de la mujer habían recibido cerca de dos millones de llamadas.

    Cambio cultural: una tarea pendiente

    Pero los últimos reportes sobre violencia de género y feminicidios en Brasil son menos alentadores. El informe 2018 de Human Rights Watch, entre otros, indica que la implementación de la ley está “incompleta”, que “las comisarías especializadas en crímenes contra la mujer no cuentan con personal suficiente. En general están cerradas por la noche y los fines de semana, y se ubican en las grandes ciudades”. Además, dice el informe, “Los datos disponibles indican que, cada año, miles de casos no se investigan adecuadamente”.

    Según estadísticas del Foro Brasileño de Seguridad Pública, en 2016, 4657 mujeres fueron asesinadas en Brasil. Otros estudios estiman que la mitad de los crímenes contra las mujeres son cometidos por una pareja, expareja o familiar. En los últimos años, pese a la aprobación en 2015 de la ley que tipifica el crimen de feminicidio, los ataques fatales contra las mujeres han aumentado de manera inquietante.

    “Gracias a Dios hoy vemos el debate en torno a MeToo y Ni Una Menos. Pero falta un trabajo de los gestores públicos para crear políticas públicas que permitan que la ley no exista solo en papel”, dice Maria da Penha sobre la preocupación global que se ha manifestado en los últimos años por la situación de las mujeres víctimas de distintos tipos de violencia. “Esperamos que con el tiempo se vaya ayudando mejor a la población brasileña. Lamentablemente, por ahora, la mayoría de los pequeños municipios no gozan de una nueva estructura para asistir a las victimas”.

    Según María da Penha, parte importante del trabajo de prevención debe hacerse a través de la educación para así cambiar la cultura machista imperante. Por eso, esta activista creó en 2009 el Instituto María da Penha, que busca concienciar sobre las discriminaciones de género y ayudar a implementar la legislación que lleva su nombre de manera adecuada. Una legislación a la que el actual presidente, Jair Bolsonaro, se opuso abiertamente.
    Pero ese es un tema en el que Maria da Penha, prefiere no entrar.


    “Todos me preguntan por él”, dice con calma en Santiago. “Me gustaría mucho tener una sorpresa con él, una sorpresa positiva”.

    Loading
    Cargando galería
    Comparte
    RELACIONADOS:Brasil