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Vecinos cocinan juntos para combatir al hambre y la crisis mientras el coronavirus azota América Latina

Las medidas para evitar la propagación de la pandemia ha generado una crisis económica que afecta a millones de pobres en la región. En Perú, vecinos de barrios de bajos recursos han creado 'ollas comunitarias' para ir solventando estos complicados tiempos.
22 Jun 2020 – 10:36 PM EDT
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La "olla comunitaria" se ha convertido en un fenómeno vital en Perú propiciado por la crisis económica que ha instalado el coronavirus. Diversas manos se juntan para ayudarse entre sí. Una solución que millones de personas que no tienen cómo alimentar a sus familias han encontrado para tratar de sobrellevar la escacez propiciada por la pandemia.

A las 9 de la mañana, más de 150 vecinos de Nueva Esperanza en Lima hacen cola para recibir su almuerzo después de pagar 50 centavos de sol (unos 14 centavos de dólar) o para algunos de manera gratuita.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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A menudo operando con la ayuda de la iglesia católica y organizaciones benéficas privadas, comedores populares y ollas comunitarias ya son un símbolo del enigma que enfrenta una región donde la mayoría de la población trabajadora se desempeña fuera de la economía formal. Todos los días, de madrugada, hasta 30 galones de avena dulce en ollas de acero inoxidable sobre fuegos de madera y otros guisos sirven para alimentar a la comunidad de escasos recursos.

Las filas de los residentes esperando su porción ya forman parte de la dinámica matinal del barrio.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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Con el fin de evitar la propagación del virus, los cierres económicos han causado estragos en los más desfavorecidos del país, obligándolos a recurrir a los esfuerzos basados en la comunidad.

Julia Bertila Pérez, a sus 83 años y vecina del barrio, es una de esas favorecidas por la ayuda comunitaria. Todos los días sale de su casa para buscar algo para comer.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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A pesar de estos esfuerzos, sin los beneficios por desempleo o la capacidad de trabajar desde casa, un tazón de avena de plástico a precio reducido para el desayuno, un poco de estofado de lentejas o fideos en salsa de tomate para el almuerzo y las sobras para la cena no son suficientes para evitar que los latinoamericanos pobres dejen sus hogares cada día para ganarse la vida como trabajadores de la construcción, vendedores ambulantes u otros tipos de jornaleros.

Los voluntarios preparan el desayuno antes de comenzar la repartición en la olla comunitaria del barrio Nueva Esperanza.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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Sumado al hecho de que Perú ha reportado 237,000 casos de coronavirus y contado 7,000 muertes, el mayor número de casos y el segundo mayor número de muerte per cápita en la región, al mismo tiempo enfrenta una caída del 12% en el producto interno bruto este año, una de las peores recesiones en el hemisferio, según el Banco Mundial.

Ante este contexto, las comunidades se han unido para ayudar a solventar la precaria situación de millones de familias, como la de Consuelo Pascacio que le da de comer en su casa a sus tres hijos -Estiben 4, Estefany, 11, y Javier, 14- gracias al estofado de arroz con pollo que recogió tras formarse en la fila de la olla comunitaria.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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Clara Arango se despierta diariamente a las 4 a.m. y verifica los ingredientes para el desayuno, antes de ponerse manos a la obra para tener listo todo cuando la gente comience a llegar. "Apenas tengo algo de comer en casa", dice.

Mientras los adultos hacen cola, los pequeños se quedan en casa intentando aguantar hasta que llegue la hora de comer. Fiorella Mendieta, de 11 años (izquierda) y su hermana Flavia, de 8 años, se sientan a la mesa de la cocina de su hogar mientras esperan que les sirvan el almuerzo.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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Madre soltera de dos hijos, Arango perdió su trabajo como conserje cuando su empleador cerró su centro comercial en el barrio más rico de Lima debido al coronavirus. " Aquí tengo una olla comunitaria y puedo juntar mis recursos con mis vecinos y podemos apoyarnos mutuamente y trabajar juntos", asegura.

Clara Arango, con piqueta, y su hija Kimberly, aflojan el suelo para colocar un piso de cemento mientras trabajan para expandir su hogar, en el barrio Nueva Esperanza.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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Las cifras del gobierno peruano muestran que más de 2,3 millones de residentes de Lima perdieron sus empleos tan solo en abril, de una población activa de aproximadamente 16 millones en todo el país. Se espera que la cifra vuelva a aumentar cuando se publiquen los números de mayo.

En medio de tantas noticias desalentadoras, la empatía y generosidad se ha establecido en las zonas más precarias, como Nueva Esperanza. Jonisa Villano saluda y agradece mientras sostiene una bolsa de comida que recogió en la olla comunitaria del barrio.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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Más de un tercio de los 32 millones de peruanos han tenido que participar en algún tipo de cocina comunitaria debido a la falta de dinero, según una encuesta realizada en mayo por el Instituto de Estudios Peruanos, privado y no partidista.

Todo se basa en la voluntad para echar una mano y repartir alimento. Un par de vecinos cargan con cuidado una olla de carapulcra, un guiso tradicional andino, a una mesa cercana mientras los residentes esperan en la fila para recibir un almuerzo.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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El presidente peruano, Martín Vizcarra, ha dicho que la pandemia ha revelado la debilidad del sistema peruano, que lideró a América Latina en crecimiento económico durante décadas, pero que tiene una de las redes de seguridad social más débiles de la región. "Estamos lejos de ser un ejemplo de eficiencia como estado", dijo el pasado lunes. "Tenemos tantas fallas, tantos problemas".

La precariedad es tal que muchos barrios han colocado una bandera blanca para indicar una necesidad urgente de alimentos, como la puesta cerca a un monumento al cristo redentor dentro de Nueva Esperanza.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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Aunque el panorama luce desolador y muy cuesta arriba, Nueva Esperanza es uno de los muchos ejemplos en América Latina sobre la solidaridad y empatía de una región ya de por sí golpeada, en la que esperar auxilio del gobierno puede tomar mucho tiempo.

En la imagen, tres vecinos se ayudan para arreglar un cable de luz que provocó un apagón en todo el barrio.
Crédito: Rodrigo Abd/AP
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