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Hipertensión

Cuando la aorta puede explotar: una hipertensión mal controlada puso a esta hispana al borde de la muerte

La vida de Debbie Medina cambió por completo en el momento en que la arteria principal que transporta la sangre desde el corazón se desgarró, una afección grave que muchos no sobreviven. Esto es lo que quiere que sepas.
Publicado 29 Oct 2022 – 04:28 PM EDT | Actualizado 29 Oct 2022 – 04:28 PM EDT
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Debbie Medina nunca le dio mayor importancia a su ‘asesina silenciosa’, la llevaría inesperadamente al borde de la muerte.

Un sábado de junio, de la nada, sintió una fatiga extrema a tal punto que no podía ni moverse y tuvo que llamar al 911. “Pensé que iba a morirme”, cuenta a Univision Noticias.

Cuando llegó al hospital y recibió el diagnóstico, confirmó que no estaba exagerando.

Requería una cirugía urgente del corazón. Su aorta, la arteria principal que bombea la sangre al organismo, se había desgarrado, algo a lo que se le conoce como ‘disección aórtica’. Cada hora que pasa sin tratarse, el riesgo de muerte se eleva.

Es menos común que los infartos, pero potencialmente mortal. 95% de las personas que sufren una disección aórtica no sobreviven una semana.

Los síntomas de la disección aórtica son difíciles de ignorar: dolor agudo en el pecho que luego cede y puede irradiarse a otras áreas como hombros, cuello, brazos o abdomen, desmayos o mareos, dificultad para caminar, sudoración profusa, náuseas y alteraciones en el pulso entre otros.

Todo apunta a que en el caso de Debbie la causante de ese desgarramiento fue la hipertensión.

La aorta es “como una tubería” y la hipertensión puede hacerla explotar

“Cualquier presión arterial mal controlada se asocia con el riesgo de disección aórtica. La aorta es como una tubería con un motor que corre a determinada velocidad. Si la presión arterial es demasiado alta la tubería no puede soportarla y ¿qué pasa? Explota”, explica en entrevista con Univision Noticias, Omar Lattouf, cirujano cardiovascular del hospital Mount Sinai Morningside que atendió a Debbie Medina.

En muchos pacientes como ella la presión arterial alta pasa desapercibida sin síntomas, pero sigilosamente va causando daños permanentes.

" Mucha gente la tiene elevadísima y ni lo sabe. A veces se enteran por un susto médico, o por síntomas de otras condiciones asociadas como la diabetes, falla renal o síndrome metabólico”, comenta Lattouf.

Meses antes de terminar en el hospital, Debbie Medina se enteró de que sufría de daño renal a tal punto de requerir diálisis y la donación de un nuevo riñón. Pero nunca cayó en cuenta de que su salud cardiovascular también estaba comprometida.

Allí, sobre la camilla, mientras escuchaba que estaría más de 8 horas en el quirófano, se sintió más vulnerable que nunca y prácticamente no tuvo tiempo para asimilar la información. “ Pensé que me iba a morir. Dios me ayude, necesito un riñón, y quién sabe si ahora un corazón. En ese instante no sabía mucho sobre la aorta”, recuerda sobre ese momento.

Muchos mueren de una disección aórtica antes de llegar al hospital

Según los Institutos Nacionales de la Salud, la mayoría de los pacientes que sufre un desgarramiento agudo de la aorta mueren antes de llegar a la sala de emergencia.

Para aquellos que lo logran es esencial que los médicos identifiquen oportunamente que el dolor en el pecho responde a este problema y no a otras causas, algo que según algunas estimaciones solamente ocurre entre el 15% a 43% de las veces.

En el caso de Debbie, no sólo el cirujano cardiovascular del hospital Mount Sinai Morningside, Omar Lattouf identificó el desgarramiento de la aorta a tiempo, sino que también logró reparar el daño, pese a que había agravantes como falla renal y el hecho de que tuviera mayor riesgo de sangramientos por estar medicada con anticoagulantes.

Hoy ella se desborda en agradecimiento a él y al equipo de enfermeras que la atendieron durante dos largos meses de hospitalización.

La rehabilitación de una cirugía como esta es lenta.

Aunque Medina ya está en casa y ha logrado volver a bajar escaleras, todavía no tiene las fuerzas para subirlas por su cuenta. “Todavía camino con un bastón y tengo a dos grandes amigos que me ayudan a desplazarme pues vivo en un segundo piso y mi edificio no cuenta con ascensor”, dice.

Se siente bendecida porque varios conocidos también le han ofrecido donarle el riñón que tanto necesita.

Esta experiencia ha alterado por completo su estilo de vida: cambios drásticos de alimentación, mucha actividad física y un sinfín de citas médicas.

También le ha hecho caer en cuenta de la importancia de que los hispanos conversen abiertamente de su salud y se ocupen de atenderla: “Tenemos que dar el mensaje de que hay que hablar de esto. No nos enseñan a hacerlo. Pese a que toda mi familia sufría de hipertensión, yo no le prestaba atención. Ahora no tengo otra opción sino ocuparme. Hay que ir a los chequeos anuales con el médico y anotarse como posible donante de órganos”.

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