Unicef: la contaminación puede generar daños irreversibles en el cerebro de los bebés

Los efectos de la contaminación sobre los niños van más allá del deterioro pulmonar. Está comprobado que afecta el desarrollo cerebral, advierte la Unicef en un nuevo reporte donde alertan que casi 17 millones de bebés en el mundo viven en lugares donde la toxicidad del aire es seis veces mayor que la establecida en los límites internacionales de la OMS, tal y como revelan imágenes satelitales.
La mayoría (12.2 millones) habita en el sur de Asia y otros 4 millones en el este de ese continente y en el Pacífico, se lee en el informe Peligro en el aire: Cómo la contaminación afecta el desarrollo cerebral en los niños pequeños, donde explican que respirar las partículas de aire tóxico puede generar daños irreversibles en el tejido cerebral.
“No sólo los contaminantes dañan los pulmones de los bebés, también pueden deteriorar de forma permanente sus cerebros en desarrollo y, por tanto, su futuro”, dijo el director ejecutivo de la Unicef, Anthony Lake.
El número total de bebés en el mundo que viven en áreas donde la contaminación exterior excede los límites internacionales recomendados de 10μg/m3 (pero no necesariamente llega a ser seis veces mayor que ese parámetro como ocurre en las peores zonas) es de 121 millones. De esos, 3.3 millones están en Norteamérica y 5.5 en Latinoamérica y el Caribe y casi 7 millones en Europa.
No es la primera vez que los entes internacionales advierten sobre el peligro de la contaminación para los niños. A mediados de 2017, la Organización Mundial de la Salud calculó que los contaminantes ambientales habían ocasionado un estimado de 1,7 millones de defunciones infantiles en el mundo, lo que equivale a 1 de cada 4 muertes en niños que tenían entre un mes y cinco años de vida.
El cerebro infantil es más vulnerable y está más expuesto
Según los científicos que redactaron el informe de la Unicef, la contaminación repercute sobre el desarrollo cerebral, de tres maneras:
- Las partículas contaminantes ultrafinas son tan pequeñas que entran al flujo sanguíneo y pueden llegar al cerebro donde dañan una membrana que protege al órgano de sustancias tóxicas. Esto genera neuroinflamación que incluso puede causar enfermedades como el Alzhéimer y el Parkinson.
- Algunas partículas contaminantes como las llamadas magnetitas, cuya presencia es frecuente en áreas urbanas, logran entrar al cuerpo a través del nervio olfatorio o del intestino y, debido a su carga magnética, crean estrés oxidativo, que está asociado a enfermedades neurodegenerativas.
- Otro tipo de partículas como los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAHs), comunes en áreas con mucho tráfico automotor, afectan la materia blanca del cerebro, que es fundamental para que haya conexión entre neuronas, algo vital para el aprendizaje infantil.
En el informe se aclara que la cantidad de químicos requerida para generar daños en un cerebro en desarrollo durante los primeros años de vida es mucho menor que la que perjudica el cerebro de un adulto.
Además, en cada respiración los niños inhalan más aire en proporción a su peso que los adultos. “En consecuencia, cuando el aire es tóxico, reciben más aire tóxico por unidad de peso corporal que los adultos”, subraya la Unicef.
Cómo protegerlos
El documento insta a los gobiernos y también a las familias, a reducir el impacto de la contaminación en los niños. Estas son algunas de las medidas que los padres pueden (y deben) implementar:
Intente que los niños salgan en momentos del día en que la contaminación ambiental sea baja. Si el nivel de contaminantes es alto y tiene que salir, colóquele una máscara que filtre el aire.
- También hay que evitar los contaminantes presentes en el interior de los hogares como el cigarrillo, algunos tipos de pintura, productos de limpieza o químicos que contengan asbesto, plomo y radón. Los humos que emanan las estofas y las chimeneas también pueden ser tóxicos.
- Mejore la salud global del niño para fortalecerlo mediante la lactancia exclusiva, una buena dieta y la vacunación.
- Infórmese sobre la contaminación del aire y monitoréela. Reducir la exposición del niño a ella pasa por entender qué calidad de aire están respirando. Transmita esta información a su hijo.
Por su parte, los países deben crear políticas enfocadas a disminuir la contaminación y a evitar la exposición de los pequeños. Estas incluyen la inversión en fuentes de energía que remplacen los combustibles fósiles, promover el al transporte público, aumentar los espacios verdes en áreas urbanas y un buen manejo de los desechos en el que se evite la incineración de sustancias químicas perjudiciales.