El cierre del diario más antiguo de Panamá por presiones de EEUU se convierte en una causa nacional

CIUDAD DE PANAMÁ, Panamá.- En Panamá, dos diarios, entre ellos uno que se publica desde 1849, están en amenaza de cierre desde hace ocho meses, dada la inclusión de su principal accionista en la “Lista Clinton”, que prepara la Oficina de Control de Bienes en el Extranjero (OFAC) de Estados Unidos.
Se trata de La Estrella de Panamá, el impreso más longevo de América Latina después de El Mercurio de Chile y El Comercio de Ecuador; y de su hermano menor, El Siglo, que anunciaron que su última edición en papel saldría a la venta este viernes, ante el fin de una licencia que les permite acceder al mercado comercial estadounidense.
Sin embargo, menos de doce horas antes del fin del permiso, la OFAC emitió una nueva licencia, la tercera desde mayo pasado, válida hasta el 13 de julio de 2017, para que los diarios encuentren una “solución definitiva” a su crisis.
La amenaza de cierre contra de La Estrella de Panamá y El Siglo se ha convertido en una especie de causa nacional alrededor de la cual se han plegado organizaciones políticas, sindicales, de juristas, empresariales, periodísticas y eclesiásticas del país. También ha hecho lo propio la Sociedad Interamericana de Prensa y la Organización de los Estados Americanos.
Además, ha revivido los sentimientos antiestadounidenses en el país, que hace apenas 27 años padeció la invasión ordenada por el presidente George Bush para sacar a Manuel Antonio Noriega del poder.
“Una meta proyectada por el imperialismo yanqui es cerrar a dos periódicos combativos de la soberanía nacional”, criticó el analista David Acosta en una columna de opinión en el diario.
Todo comenzó en mayo de 2016, cuando el principal accionista de los diarios, el empresario libanés Abdul Waked y 68 empresas de su entorno económico, fueron sancionadas istrativamente por Estados Unidos, por supuestamente ser parte de una megared de lavado de dinero que venía siendo investigada hace diez años.
En aquella oportunidad, el embajador de Estados Unidos en Panamá, John Feeley, aseguró que los diarios no fueron utilizados para ilícitos y con base en esa declaración el Grupo Editorial El Siglo-La Estrella (Gese), que publica los diarios, ha pedido sin éxito que ser excluido de la Lista Clinton.
El presidente de Gese, Eduardo Quirós, se mostró aliviado este jueves por la nueva licencia aprobada por Estados Unidos, que les permite abortar un plan de despido a todos sus colaboradores, y seguir publicando, aunque sostiene que “no es por lo que estábamos peleando”.
“Necesitamos una salida definitiva porque la extensión de la licencia es una sentencia de muerte que nos avisaron no se va a ejecutar hasta dentro de seis meses”, sostiene Quirós.
Desde su inclusión en la “Lista Clinton”, Gese padece aprietos: aunque Estados Unidos defiende que la medida es doméstica y sólo impide a empresas y ciudadanos estadounidenses tener vínculos comerciales con el grupo, por ella los diarios han perdido más de un tercio de su publicidad y su plantilla de trabajadores se ha reducido cerca de 25%, hasta los 242 trabajadores.
Ante el fin de la licencia, la banca privada también le había pedido al grupo retirar sus fondos y llevarlos a la banca estatal, las aseguradoras les avisaron que no podían seguir con los contratos, y los periódicos se enfrentaban a la disyuntiva de no poder comprar papel en Canadá, dado que toda transferencia internacional debe pasar por Estados Unidos porque Panamá usa el dólar desde 1904.
“No sabíamos que ahora requerimos del permiso de Estados Unidos para operar en Panamá”, reclamó el reconocido economista local Adolfo Linares.
El lunes, en plena sesión donde el presidente de la República, Juan Carlos Varela, rendía su informe de mitad de gestión al país, el jefe de la Asamblea, Rubén de León, cuestionó la medida de Estados Unidos, y pidió al Gobierno resolver la crisis de Gese.
“No hacerlo significa afectar la libertad de expresión”, agregó. Horas después, la Asamblea envió una nota al Congreso de Estados Unidos por la situación.
Pero los políticos locales cuestionaron que el presidente Varela no haya dedicado una letra de su discurso al tema. Aunque sostenían que el Gobierno no ha hecho mayores esfuerzos, el mandatario dijo ayer que ellos fueron los que gestionaron ante Estados Unidos la extensión de la licencia a Gese.
157 años de trabajo
Izael Martínez tiene 64 años y 46 de ellos los ha vivido en la redacción de La Estrella de Panamá. Empezó como ayudante de limpieza de la imprenta, cuando funcionaba en el casco histórico de la ciudad de Panamá, y después de casi medio siglo ha evolucionado hasta diseñar las páginas de Deportes.
“Esto no puede morir”, insiste. “Hemos sobrevivido dos crisis como ésta: después de 1989 –cuando el diario era afín al régimen de Noriega, quien fue depuesto tras la invasión de EEUU- publicamos sólo ocho páginas, y después, con una venta, los nuevos dueños nos obligaron a desindicalizarnos para ser recontratados, y el 40% de la gente se fue”.
Lo entrevista Leila Nilipour, una joven de treinta años panameña-iraní-estadounidense que hasta hace un par de días escribía en La Estrella de Panamá. Sus crónicas culturales han sido premiadas tres veces en 2016. Se tuvo que despedir del diario en el que reconoce soñó trabajar, porque ante la amenaza del fin de la licencia de la OFAC, podría ser sujeta de sanciones en Washington por violar las prohibiciones de la “Lista Clinton”. Incluso, obligada a pagar hasta $2 millones en multas.
Ahora, desempleada, Nilipour produce un podcast independiente sobre los trabajadores y la crisis de La Estrella de Panamá. Lo empezó a grabar en la rotativa, donde laboran 60 personas desde primeras horas de la mañana hasta la madrugada siguiente, cuando se imprimen las ediciones de El Siglo y La Estrella de Panamá para la capital.
“La licencia hasta enero me permitió mantenerme en mi puesto de trabajo unos meses. Fueron momentos difíciles, con la reducción de personal el trabajo se hizo más pesado, teníamos menos tiempo para trabajar cada nota, se sentía más presión”, dice.
El diario ha reducido el 40% de sus páginas, ha eliminado una revista de autos y reducido la frecuencia de su revista de mujeres de una vez por semana a una vez por mes. En la portada, donde solía haber cuatro cintillos comerciales, queda sólo el de una aseguradora, que el jueves sobrevivió a la histórica portada negra de La Estrella de Panamá.
El embajador de Estados Unidos John Feeley ha dicho estar del lado de la libertad de La Estrella de Panamá y El Siglo de seguir publicándose. Pero ha insinuado que se necesita un cambio en la estructura de los inversionistas de Gese: “Los empleados no tienen la culpa, pero están pagando los platos rotos. Nosotros tomamos una decisión unilateral, pero salir de esto es tema de ellos (los dueños)”, dijo a la televisora local TVN.
Estados Unidos quiere que el propietario de Gese, Abdul Waked, se decida por vender sus acciones o quedarse con menos del 50.1%, para terminar con la crisis del grupo.
Waked, sin embargo, se niega a vender. Desde su entorno más cercano han asegurado que hacerlo implica dejar el diario –a menudo considerado el más independiente del país- a merced de empresarios cercanos al Gobierno, y “a precio de remate”.
“Este es el peor momento para un cambio de accionistas: el alma de un diario es su línea editorial. Y La Estrella de Panamá no es un shopping mall, es una institución de la historia del país”, insistió Quirós, al recordar que el diario ha recogido la Primera y la Segunda Guerra Mundial, el nacimiento de la República de Panamá, la inauguración del Canal y su ampliación.
Desde dentro, los trabajadores celebran la noticia con un sabor amargo: “Al menos ya no puedo hablar de muerte, porque ya no nos morimos”, dice Marlene Testa, periodista de investigación de La Estrella de Panamá. “Ahora vivimos la agonía”.