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    Cómo el sorprendente triunfo demócrata acabó con el "paraíso conservador" en California

    Orange County, considerado la cuna del movimiento neoconservador que llevó a la presidencia a Ronald Reagan, no tendrá un representante republicano en el Congreso por primera vez en 70 años.
    19 Nov 2018 – 03:36 PM EST
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    Los cambios demográficos y culturales contribuyeron a la debacle republicana en Orange County. Crédito: AP Photo/Chris Carlson

    Orange County ya no es más el “paraíso conservador” que el presidente Ronald Reagan iró alguna vez. Esa región de California que hasta la semana pasada se pintaba de rojo republicano en los mapas de resultados electorales, ahora quedó totalmente teñida de azul con los resultados de las elecciones de mitad de periodo realizadas el martes 6 de noviembre.

    Con esos comicios se completó un proceso que empezó décadas atrás y este condado californiano famoso por ser un bastión republicano en un estado liberal, terminó en manos de demócratas.

    Con la certificación del triunfo de Gil Cisneros ante la republicana Young Kim el fin de semana, los siete distritos del Congreso que se reparten el condado ubicado al sur de Los Ángeles y que es una de las zonas más opulentas de esa ciudad, quedan bajo control demócrata.

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    El demócrata Gil Cisneros gana el disputado escaño del Distrito 39 de California


    Es la primera vez desde los años 30 que no habrá un republicano representando a esa parte del estado, mantenida por los republicanos incluso después de que su partido empezara a perder su influencia en la región a fines de los años 90, a raíz de las políticas antiinmigratorias del gobernador Pete Wilson.

    La debacle republicana en la llamada ‘Cortina Naranja’ ( Orange Curtain) tuvo una primera señal en las presidenciales de 2016, cuando Donald Trump.

    De hecho, el presidente es uno de los factores del colapso conservador en la zona, aunque no es el único.

    En el Comité Demócrata de Campaña del Congreso (DCCC) aseguran haber entendido la oportunidad pronto. En un memorándum publicado el 15 de noviembre, el secretario regional de prensa Drew Godinich explicaba “Cómo se ganó el oeste” y los “históricos triunfos en California”.

    “En abril de 2017, cuando el DCCC anunció planes de abrir su primer cuartel completo en Orange County, los escépticos dijeron que nos estábamos embarcando en una misión de tontos para derribar la afamada Cortina Naranja”, asegura Godinich, quien destaca la inversión millonaria que hicieron los demócratas para atacar los escaños que consideraban vulnerables.

    Si se deja fuera el dinero invertido por Comités de Acción Política de ambos bandos en la competencia por los seis distritos del condado, las campañas de los candidatos invirtieron unos 40 millones de dólares, de los que las tres cuartas partes fue dinero gastado por los demócratas, de acuerdo con los datos de la organización de supervisión electoral Open Secrets.

    Se calcula que en total se invirtieron 130 millones de dólares en promoción política, según cifras que presenta Los Angeles Times.

    La culpa de Trump

    Desde la Casa Blanca Trump parecen haber ayudado a empujar esos distritos a brazos demócratas, según los sondeos de opinión previos a las encuestas que daban cuenta del inusitado grado de competitividad en el que estaban algunos representantes republicanos de larga data.

    La retórica confrontacional del presidente, las amenazas de desmantelar el Obamacare (que en campaña luego quisieron ocultar por una defensa del sistema de salud) y el efecto de la reforma tributaria, que redujo la posibilidad de muchos ciudadanos, sobre todo propietarios de viviendas, de deducir los impuestos estatales de su declaración de rentas, eran las principales razones de la inconformidad con el llamado Gran Viejo Partido (GOP).

    Además, está la transformación racial y cultural de esa región, que fue expandiéndose como parte del área metropolitana de Los Ángeles. La alta calidad de vida de la que disfrutaba esa zona predominantemente blanca terminó atrayendo a ciudadanos en ascenso de otras procedencias, como hispanos, negros, nativos estadounidenses o asiáticos, por lo general menos identificados con los conservadores.


    El Censo de 2010 indica que de la población de poco más de 3,000,000 de personas, el 60% es blanco (solo el 44% son blancos no hispanos) y la población de origen latino equivale a un tercio de los habitantes. Se estima que en Santa Ana, la ciudad sede del condado, casi el 80% de la población es de origen hispano.

    El éxito de Clinton y los cambios demográficos hicieron pensar a los estrategas demócratas que arrebatar esos distritos a los republicanos era una posibilidad, motivados por las encuestas que, aunque daban diferencias dentro de los márgenes de error estadístico, mostraban unas elecciones competidas como nunca y por tanto susceptibles de ser ganadas.

    Además, dos de esos escaños quedaron abiertos para estas elecciones con la renuncia de sus titulares Darrel Issa, del Distrito 49, y el 39, de Ed Royce, algo que se considera que siempre da una ventaja al partido que presenta el desafío ya que suele ser más difícil derrotar a quien aspira a la reelección.

    Issa, quien en 2016 ganó la reelección por solo 1,600 votos, una de las más apretadas de aquellos comicios, parece haber reconocido la ola de cambios que se le venía encima y desistió de seguir ocupando el puesto que tenía en el Congreso desde 2003.

    La caída de un duro republicano

    Pero el mayor golpe para el GOP es la pérdida del asiento de Dana Rohrabacher quien estaba en el Congreso desde 1989 y era visto como uno de los seguros a repetir en estas elecciones.

    En este caso, la ventaja del aspirante a la reelección no pudo superar el perfil polémico de Rohrabacher, un conservador duro que, sin embargo, favorece la legalización de la marihuana y se opuso a la reforma de impuestos del 2017. En los últimos años fue criticado por su actitud pro-rusa (mucho antes de que llegara a la política Donald Trump) y las supuestas conexiones con WikiLeaks, cosas que están bajo investigación de la fiscalía especial del ‘Rusiagate’.


    Rohrabacher, quien en 2016 sacó 17% más de votos que su contrincante demócrata, reconoció desde el principio el daño que la reforma de impuestos le causaría entre sus constituyentes, la mayoría propietarios de casas de más 750,000 dólares, quienes fueron los más afectados por los cambios en las deducciones estatales e inmobiliarias.

    “Es una gran cosa. (Pasó) porque ellos se enfocaron solo en su base de derecha y no hicieron un buen trabajo en la solución de problemas”, aseguró la estratega republicana Eileen Padberg al diario Los Angeles Times al evaluar las consecuencias para el futuro del partido en California.

    California ahora es más azul de lo que era de las elecciones de mitad de periodo, pero ¿indica lo sucedido en Orange County una hoja de ruta a seguir para las elecciones de 2018?

    El cambio demográfico es un fenómeno nacional, aunque su intensidad varía por regi rones, y es algo a tomar en cuenta para futuras campañas. Hay una relación entre voto liberal y minorías, por lo que se sabe que afroestadounidenses y latinos tienden a favorecer al Partido Demócrata.

    El mayor campanazo que sale de Orange County debería escucharlo el presidente Trump, cuyo estilo agresivo es recibido con rechazo en zonas suburbanas donde se concentran ciudadanos de mayor nivel económico y educativo.

    La batalla por el voto urbano

    En su misión de mantener activa a su base electoral el presidente se ha convertido en el primer ‘soldado’ de la llamada ‘guerra cultural’ que enfrenta a liberales y conservadores en EEUU.

    Trump ha redoblado sus políticas y su retórica contra la inmigración, se ha descrito como un “nacionalista”, adoptado acciones que separan a Washington del consenso internacional para el cambio climático y cuestionado los avances de las mujeres en su lucha por el respeto a sus derechos al defender abiertamente hombres acusados de conducta sexualmente inapropiada.

    Esos valores suenan fuerte en California, la fortaleza liberal por excelencia, pero también en las zonas urbanas del país, donde el Partido Republicano sufre una notable reducción de su influencia. De

    La experiencia del triunfo de Krysten Sinema para senadora de Arizona o de la estrecha derrota de Stacey Abrams en Goergia o del también derrotado Beto O´Rourke en Texas, indica que el descontento con el estilo y las políticas del presidente es un factor que movilizó a buena parte del electorado de esas zonas urbanas, incluyendo a muchos republicanos que no son incondicionales del presidente. Y que ese debe ser un elemento a tomar en cuenta en la campaña para el 2020.

    Por lo pronto, para los demócratas ganadores en los distritos de Orange County, el desafío será mantener el control de ellos dentro de dos años, cuando se sabrá si esa zona de California se pintó permanentemente de azul o quedarán como un territorio morado.

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