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El otro peligro de cruzar por el desierto: el acecho de los traficantes de 'El Mayo' Zambada y sus enemigos

Además de los riesgos que se corren en un territorio que se ha vuelto un 'cementerio' de migrantes, en el desierto de Arizona también hay enfrentamientos entre pistoleros del cartel de Sinaloa y bandas que les roban sus cargamentos de droga, a quienes llaman los 'Bajadores'. Quienes tratan de cruzar ilegalmente hacia EEUU quedan a merced de ambas organizaciones criminales.
18 May 2019 – 09:28 AM EDT
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Imagen del arresto de 17 indocumentados y el decomiso de más de 465 libras de marihuana en la frontera de Arizona en agosto de 2018. Crédito: Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP)

TUCSON, Arizona.– Un hombre encapuchado que se apoya en un rifle de asalto AK-47 da una señal para que lleven a una madre centroamericana y su hijo a una zona de la frontera entre México y Arizona dividida solo por una vieja valla metálica. Con él van cuatro más, uno de los cuales también porta un 'cuerno de chivo' (AK-47). Llegaron sigilosamente en una camioneta pick up.

La escena fue capturada a finales de abril cerca del poblado de Ajo por una cámara de vigilancia de la Patrulla Fronteriza (USBP). Ocurrió en una de las regiones de Arizona donde más familias migrantes se están entregando a las autoridades pidiendo asilo. En ese video de 2:21 minutos se observa cómo los traficantes de personas acompañan a la mujer y al niño hasta que ingresan a territorio estadounidense. Uno de los 'coyotes' los guió un tramo y regresó a México.

"Lo alarmante de ese video es que se grabó en el área donde se están viendo los grupos grandes de migrantes. Da a entender que el cartel está trayendo a la gente", advierte Jesús Vasavilbaso, vocero de la USBP en el sector de Tucson, en un recorrido por esa frontera en el que participó Univision Noticias.

Si bien un informe de la unidad de Investigaciones del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) reveló hace unos días que los carteles de la droga generó hasta 2,300 millones de dólares tan solo en 2017.

"Ahora el cartel está haciendo dinero con las personas. Es un negocio redondo para ellos, porque alguien tiene que llevar la droga, pero las personas se van solas. Les están cobrando miles de dólares y solo tienen que dejarlas en la frontera. Es dinero que ganan más fácil", explica el oficial Vasavilbaso.

Las tarifas que los migrantes ahora están pagando alcanzan los 10,000 dólares, dependiendo de su lugar de origen y destino. Antes esa cantidad se cobraba hasta que la persona lograba llegar con sus familiares o conocidos en EEUU, pero funcionarios federales revelan que ahora esa cifra solo cubre tres intentos y que, para reducirles dicha cuota, les proponen a los migrantes que lleven cargamentos de droga.

A la par, los carteles no han soltado sus operaciones tradicionales: mover cargamentos de narcóticos a través del desierto. El método más común son las “mulas” o “burreros”, como se les dice a quienes llevan a pie pacas de marihuana o bultos con otras sustancias a su espalda. Los más sofisticados usan motocicletas de montaña y cuatrimotos. Trabajan en coordinación con los llamados “punteros”, que son personas que se colocan en los cerros para espiar con binoculares todos los movimientos de los oficiales de la USBP.

Aunque la Patrulla Fronteriza no quiere revelar a qué cartel se enfrenta en el sur de Arizona, la mayor parte de la zona limítrofe que abarca desde la costa de California y hasta el oeste de Texas, ha estado bajo el dominio del cartel de Sinaloa, liderado por el capo Ismael 'El Mayo' Zambada, desde hace mucho tiempo.

"Antes eran dos entidades distintas y los coyotes tenían el permiso del cartel. Ahora el cartel tomó el control de todo, es una sola entidad. Los mismos que cruzan las drogas están cruzando a las personas, es donde viene el peligro", insiste Alan Regalado, otro portavoz de la USBP en Tucson.

Los 'Bajadores', la banda que roba droga en el desierto

Como si no fuesen suficientes los riesgos en ese territorio que se volvió un cementerio no oficial de migrantes, la zona también es frecuentada por ladrones de droga que operan en el lado estadounidense. Les apodan 'Bajadores' y son hombres fuertemente armados que trabajan de manera independiente.

Atacan a golpes y tiros a sus rivales con tal de quedarse con los cargamentos de narcóticos y venderlos por su cuenta. Las autoridades han lidiado con estos "bandidos", como también les dicen, desde hace varios años y creen que se trata de parientes que se unen, aunque no están ligados al crimen organizado en México.

Cuando estos criminales se topan con indocumentados que están a la mitad de largas caminatas tratando de llegar a sus destinos en EEUU, estos les quitan sus pertenencias. Son difíciles de capturar porque conocen el terreno tanto como los guías y los agentes fronterizos, y suelen andar armados. "Traen pistolas, rifles AK-47 y M4; andan encapuchados y con vestimenta de camuflaje", alerta el agente Vasavilbaso.

Sumado a los peligros naturales del desierto (temperaturas extremas, escases de agua, animales venenosos, vastos terrenos aislados y montañas) que enfrentan quienes tratan de evadir a la USBP, los migrantes también quedan en medio de una guerra entre narcos y sus enemigos. Ambos bandos están detrás de violaciones sexuales, robos y ataques contra indocumentados, siendo las mujeres y los niños sus principales víctimas.

Un ejemplo de que estos ladrones de droga están dispuestos a todo quedó es lo que ocurrió el 12 de junio de 2018, cuando emboscaron a un oficial fronterizo en el sur de Arivaca, un lugar aislado muy cerca de la frontera con México que frecuentan transportistas de droga. El agente intercambió disparos con esos 'Bajadores', uno de los cuales le tiró "a corta distancia", según las investigaciones.

El agente recibió múltiples disparos y milagrosamente sobrevivió gracias a que aplicó sus conocimientos como paramédico: él mismo se atendió las heridas de bala y se arrastró hasta su patrulla para pedir auxilio. Después perdió el conocimiento. Un equipo táctico acudió a rescatarlo y fue transportado en una ambulancia aérea hasta un hospital.

Aquella madrugada, el oficial, quien lleva más de 20 años en la USBP, respondió a un reporte de que un sensor marcó actividad sospechosa en ese lugar, a unas 10 millas de la línea divisoria México-EEUU.

“Le pegaron en la rodilla y se puso un torniquete. Se cree que cuando puso la mano sobre su radio (en el hombro de su uniforme) le dieron un balazo y le volaron el dedo”, contó el agente Vasavilbaso, quien contó que el disparo dañó el aparato de comunicación de su colega y por eso no pidió ayuda inmediatamente.

El ataque ocurrió dentro de un rancho de 50,000 acres por donde suelen pasar traficantes de droga y grupos de indocumentados. En ese tramo de 25 millas en la frontera solo hay un cerco pequeño y los poblados cercanos parecen sacados de una película del Viejo Oeste: solo tienen unos cientos de habitantes, una iglesia, una escuela, una cantina y una oficina postal.

Los ataques de los pistoleros del cartel

El sur de Arivaca ya no es una zona tan activa, pero las autoridades no bajan la guardia, manteniendo retenes en las carreteras locales. Una de las pocas vialidades pavimentadas es la Arivaca Road, que corre paralela a la valla fronteriza y conecta con la interestatal 19, la cual va de Nogales a Tucson.

Quien nunca ha circulado por la Arivaca Road creería que pasa por un lugar extremadamente tranquilo en medio de la nada. Lo cierto es que de vez en cuando el sonido de los balazos muestra que hay que andar con cuidado. La violencia ha escalado porque los narcos no se han quedado de brazos cruzados.

Sucedió la noche del 2 de mayo de 2016. Agentes de la USBP respondieron a una llamada al 911 que hizo una persona asegurando haber sido baleada en una zona remota de la reserva Tohono O’odham.

Al llegar al lugar, los oficiales encontraron a dos hombres, uno de los cuales había recibido disparos en las piernas. Ambos fueron identificados como ‘Bajadores’. También hallaron 10 paquetes de marihuana que pesaban unos 224 kilos, dos rifles de asalto AK-47, una pistola, municiones, un chaleco táctico y una capucha. Se cree que ellos les quitaron tan valioso cargamento a transportistas del cartel.


Esa misma noche, las autoridades arrestaron a uno de los atacantes, el mexicano Pedro Ojeda Ramírez, a menos de tres millas del sitio donde se registró el tiroteo. Él itió ser uno de los que balearon a los rateros y contó que sus cómplices huyeron tan pronto escucharon que se acercaban helicópteros.

Unos días después, un alguacil del condado Pinal detuvo cerca de Arizona City una camioneta Ford en la que viajaban 13 indocumentados. Al investigarlos se descubrió que Ulises Alaim, Saijas Zamorano y dos pasajeros también participaron de aquella refriega.

En marzo de 2017, Ojeda Ramírez fue sentenciado a 140 meses de prisión por los delitos de conspiración para poseer marihuana con la intención de distribuirla y de portación de un arma de fuego durante un crimen ligado al narcotráfico. Por su parte, Saijas Zamorano recibió una condena de 60 meses tras las rejas. Otros cuatro acusados recibieron antes que ellos penas de entre 60 y 140 meses de cárcel.

Un hombre que dijo ser un “burrero” contó a Univision Arizona a principios de 2018 que literalmente se juegan la vida llevando marihuana a su espalda. “Si no tenemos pruebas de que nos la quitaron, pues no las cobran (…) Han matado a varios por eso. No comprueban qué pasó con la droga. Ellos no quieren perder”, confesó. “Por seguridad de uno pides que te dejen a uno de confianza de ellos (del cartel). Si el gobierno no reporta que agarró la mercancía, ellos creen que tú te la estás robando”.

Este hombre, que ocultó su identidad, detalló que tienen que caminar más de 120 millas durante más de una semana para llegar hasta Casa Grande. Pasan por el poblado de Ajo, conocido como ‘El corredor del diablo” por sus peligros. Dijo que tratan de evitar los sensores de la USBP, mientras cargan bultos de hasta 35 kilos de peso, sumando la marihuana, comida y botes de agua.

“A veces hacemos hasta 15 días, hasta un mes para llegar, depende cómo esté de vigilada la frontera”, dijo el presunto narcotraficante. “Nos han correteado, arrestado, no más que a veces nos agarran retirado de la droga y no nos pueden comprobar nada y nos regresan para atrás”.

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Entre el cielo y el infierno: confesiones de un narcotraficante (Parte 1)

De la marihuana a las “drogas duras”

En el árido sur de Arizona, como en el resto de la frontera suroeste, el crimen organizado ha cambiado en años recientes las sustancias ilícitas que trafica fuera de las garitas aduanales. Según estadísticas, los oficiales de la USBP han decomisado menos marihuana conforme más estados de EEUU han legalizado su consumo recreativo y por razones médicas. De 1.9 millones de libras de cannabis que se confiscaron en 2014, sus oficiales retiraron del mercado negro menos de 417,000 libras de hierba el año pasado.

Al tiempo, se están incautando cada vez más “drogas duras”, las cuales han puesto al país en una crisis de salud pública. Casi se triplicó la cantidad de metanfetamina confiscada por la Patrulla Fronteriza en los últimos cuatro años, mientras se duplicó la cantidad de fentanilo decomisado de 2016 a 2018.

Uno de los temores es que los carteles estén guiando a los grupos grandes de migrantes para que pasen por ciertos sectores con el fin de distraer a las fuerzas del orden y cruzar narcóticos por otro lado.

“El crimen organizado dicta dónde cruzan y cuándo”, dijo el agente Regalado después de que 15 guatemaltecos entraron ilegalmente por un sector de Sasabe el pasado 1 de mayo. Entre ellos iban siete menores, incluyendo dos bebés. En esos casos, explicó, la USBP echa mano de la tecnología para seguir vigilando las zonas que se quedan sin oficiales migratorios. En el sector de Tucson, que abarca 90,500 millas cuadradas, incluyendo 260 millas lineales de frontera, solo hay 3,800 elementos.

En las oficinas centrales de la Patrulla Fronteriza en Tucson, una vitrina guarda los artículos que usaron los transportistas del cartel: falsos uniformes de la USBP, radios, machetes, escaleras improvisadas, binoculares, bebidas energéticas, medicamentos, comida, imágenes religiosas y artículos con el rostro de Jesús Malverde, el bandido sinaloense adorado por los narcotraficantes.

Timothy J. Tubbs, agente especial a cargo de la unidad de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI) en Texas, advirtió en una comparecencia ante un comité del Senado el pasado 9 de abril que los líderes y asociados de los carteles de la droga dictan cuándo y dónde se permitirá a los traficantes de personas cruzar por sus territorios. Su propósito es no llamar la atención de las fuerzas del orden en EEUU

“Nuestras investigaciones han demostrado que cuando los contrabandistas de personas no prestan atención a las advertencias de las organizaciones de narcotráfico sobre dónde y cuándo operar, los del cartel pueden atacarlos físicamente y hasta asesinarlos”, advirtió Tubbs.

En Arizona, los migrantes declaran comúnmente tras ser detenidos por la USBP: “Nos dio permiso la mafia para cruzar” y “nadie cruza la frontera si no tienes permiso de la mafia”.

Valentín José Cruz es un oaxaqueño que hace unos días llegó a un refugio para migrantes en Nogales, en el estado mexicano de Sonora, luego de ser deportado. Tiene 37 años y se dirige a Florida, donde trabajó como campesino durante tres años. Según su testimonio, los coyotes lo llevaron por el poblado de Altar, donde tuvo que pagar a sicarios del cartel para que lo dejaran continuar su trayecto.

“En el camino estaba la mafia y le cobraron al chofer 8,000 pesos (unos 420 dólares) por cada persona. Y el chofer le entregó el dinero a la mafia, porque si no pagas él ya no te lleva”, contó este hombre que cruzó acompañado de su esposa y su hija de 16 años.

Fue un gasto extra a los 18,000 dólares que prometió pagarle a los coyotes cuando él y su familia llegaran a la ciudad de Phoenix, en Arizona. Como el primer intento falló no tuvo que saldar la cuota.

“Tardamos varios días en el desierto; un tiempo nos quedamos cerca de la frontera. Había mucha migración (agentes) por eso no nos cruzó el coyote. Caminábamos en la mañana y en la tarde, y al siguiente día igual. Nos agarraron al tercer día, como a las 11 de la mañana”, relató.

—¿Lo volverán a intentar? —se le preguntó al oaxaqueño.

—Claro que sí, lo malo es que tenemos que pagarle otra vez a la mafia —respondió enfadado.

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