“La situación es crítica”: cómo la pequeña ciudad de Yuma lidia con el éxodo migratorio en Arizona
Así es cómo una pequeña ciudad en Arizona lidia con el éxodo migratorio
YUMA, Arizona.- Aarón, un niño guatemalteco de 4 años, y su hermana Adriana, de 6, juegan en la entrada de una bodega, en la parte trasera de un centro comercial de Yuma, en el sur de Arizona. Su madre, Rosa Sandoval, observa ansiosa hacia la calle, esperando el autobús que los llevará a la ciudad de Phoenix, Arizona, para después viajar en otro bus hasta su destino final, Nueva York.
“Quiero que estudien, que sean alguien en la vida”, dice Sandoval, de 24 años, sobre el futuro que anhela para sus hijos en este país. De su lugar de origen no espera más que muerte y pobreza.
Esta familia lleva cinco días en un albergue de la organización Salvation Army. Aquí los liberó la Patrulla Fronteriza luego de arrestarlos con otras 42 personas en la zona de Algodones y tenerlos en un centro de detención durante un par de días.
“Aquí es la gloria: nos dan de comer, hay televisión y los niños tienen espacio para jugar. En México fue terrible, porque estuvimos en unas bodegas”, compara Rosa, quien este sábado no pudo salir del refugio porque un autobús no se detuvo en la parada que se habilitó afuera del establecimiento.
Este local del Salvation Army que solía recibir donativos es ahora el único sitio en esta pequeña ciudad que está respondiendo al número sin precedentes de familias centroamericanas que siguen ingresando por zonas remotas en la frontera entre Arizona y México para pedir asilo. En las últimas cinco semanas ha servido a más de 2,100 migrantes. Todo lo ha hecho casi a escondidas, para no generar más polémica en esta localidad conservadora.
“Es porque es un asunto muy político”, explica Jeffrey Breazeale, encargado del albergue, en una entrevista con Univision Noticias. “No queremos a nadie molestándolos, preguntando qué han pasado en los últimos meses. Queremos proteger su dignidad como seres humanos”, agrega.
Este fin de semana el local rebasó su capacidad de 200 personas, pero no pudo enviar a 24 migrantes a sus destinos por un error de la compañía de autobús. En este lugar fluctúa el número de personas que reciben: un día solo hay 16 y al siguiente ya se cuentan 221. El Sábado Santo llegaron 96. Todo depende de la Patrulla Fronteriza, que este sábado le advirtió al Salvation Army que tenía a unos 800 migrantes bajo su custodia en espera de ser liberados paulatinamente.
Del 1 de septiembre de 2018 al pasado 31 de marzo, Yuma experimentó un aumento del 273% en el número de migrantes detenidos en esa zona por la Patrulla Fronteriza. En dicho período arrestó a 24,194 personas, comparado con 6,487 en el ciclo anterior. Esa estadística incluye a 3,679 niños no acompañados que quedaron bajo su custodia, un 51% más que en 2018.
No se ve un alivio en el corto plazo. Solo el martes, 700 migrantes se entregaron en dicho sector.
¿Por qué están abrumando a Yuma?
Las autoridades no han dejado a los migrantes en las calles de Yuma a pesar de las llegadas masivas, pero en esa localidad ya se preparan para un escenario incluso peor.
“La comunidad no pidió esto, pero está pasando”, dice Breazeale, quien señala que el Salvation Army ya ha gastado 25,000 dólares por albergar a los migrantes y teme que no pueda sostener ese paso. “Puede ser devastador que una ciudad tan pequeña como Yuma, que tiene una población de 100,000 habitantes, continúe recibiendo hasta 200 migrantes cada día”, advierte.
Anticipando una crisis, el alcalde Douglas Nicholls firmó a mediados de abril una proclamación de emergencia buscando ayuda de las autoridades federales y estatales como resultado de la “amenaza inminente” planteada por “demasiados migrantes liberados en nuestra comunidad”.
“Es algo que debemos hacer para asegurar que se mantengan los recursos de nuestra comunidad y que los derechos humanos de todos los migrantes estén garantizados”, expresó entonces Nicholls.
Algunos creen que esta situación ha sido creada por el gobierno federal. Desde octubre, la Patrulla Fronteriza transfería la custodia de estas familias a la Oficina de Aduanas y Control Fronterizo (ICE), que a su vez las transportaba a Phoenix y allí las dejaba bajo el cuidado de una red de casi 30 iglesias, cuyos refugios tienen capacidad para albergar a unos 1,400 inmigrantes cada semana.
Sin embargo, desde el 28 de marzo los agentes fronterizos liberan a estos migrantes en el refugio de Yuma, citando que sus centros de procesamiento “no están diseñados para albergar el número actual de familias y niños pequeños que estamos encontrando”. Alegan que, por otro lado, deben cumplir un mandato que impide tener bajo custodia por más de 20 días a los solicitantes de asilo.
Por estas acciones, los albergues de Phoenix han comenzado a vaciarse, mientras a menudo se rebasa la capacidad del establecimiento del Salvation Army en Yuma.
“¿Por qué el cambio de política? ¿Por qué están abrumando a Yuma y no continúan trabajando con los grupos aquí?”, cuestionó Connie Philips, presidenta de la organización Lutheran Social Services of Southwest, con sede en Phoenix, a un medio local.
Juan Caratachea, el único mexicano que sirve como voluntario en el refugio de Yuma, alerta que la llegada constante de centroamericanos no podrá sostenerse a largo plazo en esa diminuta localidad. “La situación es crítica”, afirma este hombre originario de Guanajuato, evitando meterse en conflictos políticos. “Yo solo lo veo difícil; mucha gente viene, les damos de comer y de otra cosa no sabemos nada”, opina.
Este jubilado que emigró hace 45 años y ahora es ciudadano estadounidense comenta que le fue difícil encontrar el local del Salvation Army porque se evita difundir su ubicación para evitar protestas o incluso ataques de personas con sentimientos antiinmigrantes. Desde que lo localizó viene todos los días a limpiar baños y dormitorios. Lamenta que en los mejores días llegan 10 voluntarios.
“Yo vengo a ayudar porque también fui migrante. Yo crucé solo la frontera cuando era un niño”, relató. “Ves los niños chiquitos que andan corriendo y me imagino la esperanza de la gente, de tener una vida mejor aquí. Vienen con la idea de que los niños vayan a la escuela, de conseguir un trabajo”, dice conmovido.
El refugio escondido en un mall
Desde afuera, este refugio del Salvation Army -que está al lado de una tienda que vende productos por un dólar- parece un negocio en remodelación: sus cristales están cubiertos y en las puertas hay carteles advirtiendo que no se permite en su interior el uso de armas de fuego ni la presencia de reporteros.
Su principal es la puerta de una bodega en la parte trasera. Allí hay cajas de fruta, pañales y percheros con ropa para niños y adultos que han separado por tallas. La tarde del sábado, el frío artificial en ese espacio contrastaba con los más de 90 grados que golpeaban las calles de Yuma.
Cuando la Patrulla Fronteriza libera en ese sitio a los migrantes, los lleva en autobús. A los encargados les entrega documentación relacionada con los trámites de los migrantes y su salud. Este sábado llegaron 40 personas al albergue. El proceso de recepción duró un par de segundos: solo se vio pasar una fila de personas que se fue metiendo a la bodega. El centro de procesamiento de la Patrulla Fronteriza está a solo unos minutos en coche.
El Salvation Army les ofrece camas, alimentación, ropa, atención médica, así como actividades de entretenimiento. El lugar tiene seis unidades para bañarse y una fila de sanitarios portátiles está en el estacionamiento de una iglesia presbiteriana al otro lado de la calle. Algunas de las reglas les prohíben hacer llamas telefónicas y abandonar el lugar. Quien sale sin permiso será expulsado, les advierten.
“Está muy calmado adentro. Separamos a las familias por secciones. Tienen televisión con Netflix y películas; los niños pueden cantar y jugar”, describe Breazeale, el responsable del establecimiento. “Queremos que estén lo más cómodos posibles”.
Las familias solo se quedan entre uno y cuatro días, dependiendo de la disponibilidad de boletos de bus y los recursos económicos de sus familiares en EEUU que han aceptado ser sus patrocinadores.
“Muchas personas que han venido a nuestro albergue están buscando una vida mejor. Sufrieron de amenazas, extorsiones, secuestros. Todas estas situaciones son muy reales”, advierte Breazeale.
“Vengo a estudiar, quiero ser abogado”
Frente al refugio se improvisó una estación de la empresa Greyhound, que para allí en sus viajes hacia Tucson o Phoenix (la mitad de ellos usa este medio para llegar a sus destinos). Esto permite que los migrantes salgan de la bodega en poco tiempo. Así, los centroamericanos prácticamente pasan desapercibidos en Yuma.
Ya que la gran mayoría no habla una sola palabra en inglés, les entregan una tira de papel con una frase que pide ayuda en caso de que se extravíen en las estaciones de buses o aeropuertos. “Disculpe, no hablo inglés. ¿Me puede ayudar? Necesito saber qué bus debo tomar. Gracias”, se lee.
Ese letrero lo llevaba Lucas Villatoro entre sus documentos más importantes. Pero este fin de semana no se le hizo salir del albergue, al cual llegó después de una larga travesía por México. Este originario de Guatemala vino con su hijo Sergio Alexander, quien nació en EEUU hace 10 años. El menor lo ha acompañado en el desierto y centros de detenciones a pesar de que tiene papeles.
Cuando se le pregunta por qué ha hecho que el niño pase por ese periplo si puede viajar cómodamente en avión, el hombre se queda callado. El menor, como muchos otros, es el pasaporte de entrada de su padre.
“Quiero que crezca acá, que estudie y hable inglés”, dice Villatoro, un exmilitar en su país que pasó un tiempo cuidando vacas en un rancho en México. Regresó a su comunidad después de vivir nueve años en EEUU, pero volvió a salir “porque está violento”.
Este centroamericano y su hijo se dirigen al estado de Tennessee. El hombre mostró una larga tira de boletos de los buses que deberá abordar en Phoenix (Arizona) y Dallas (Texas).
Al refugio del Salvation Army también llegaron Pedro Pérez, un guatemalteco de 50 años, y su hijo Miguel, de 16. Su destino es Virginia. Jamás han estado en este país. “Vengo a estudiar, quiero ser abogado”, dice el adolescente, quien de inmediato se acerca a su padre cuando lo ve conversando.
El señor Pedro era campesino y cuenta que “la necesidad” lo obligó venir al norte. “Alla pagan poco”, relata el padre de cuatro. Él y su hijo menor cruzaron ilegalmente cerca de Yuma sin tener que pagarle a un traficante de personas. “Un señor nos dijo: ‘pasen por ahí’. Ese camino seguimos hasta que nos encontramos a migración”, contó. Estuvieron dos días bajo custodia de la Patrulla Fronteriza.
Una joven pareja de Guatemala -padres de un niño de dos años- también cuenta su tragedia casi afuera del refugio. Llegaron el lunes y aún no tienen una fecha para viajar a Miami. El esposo, de 32 años, quien prefiere no dar su nombre, relata que era profesor en su país, pero se quedó sin empleo por no apoyar la candidatura de un político. Cansado de buscar trabajo, el 12 de abril decidió tomar camino hacia EEUU.
“Nos vinimos de pronto, cuando escuchamos que se podía cruzar trayendo un bebé”, reconoce.
Este inmigrante asegura que el ‘coyote’ les cobró “no mucho” por traerlos hasta la frontera. Confía en que saldará su deuda “poco a poco”, una vez que encuentre empleo en Florida. Allá vive su suegra, quien emigró a EEUU cuando su esposa era un bebé. Ya han pasado 21 años.
“Nunca me ha abandonado, siempre me ha mandado mis cositas, lo que yo necesito”, asegura la esposa, que fue criada por sus abuelos en Guatemala. “Ahora que voy a ver a mi madre estoy feliz y ella también”.