En 1997 un marine mató a este adolescente, una tragedia que cambió la seguridad en la frontera con México

La noticia de una Donald Trump trajera al centro de la discusión la militarización de la frontera sur, idea que resonó fuerte en el condado de Presidio, Texas, y que reavivó el recuerdo de la trágica muerte de Esequiel Hernández Jr. a manos de un marine dos décadas atrás.
Era el 20 de mayo de 1997 y Esequiel, un estudiante de secundaria estadounidense de 18 años, salió con un rebaño de cabras de la familia. Caminaba por el paisaje rocoso y desolado, pegado a la frontera entre México y EEUU y cargaba consigo un rifle para proteger a sus animales en caso de ataque de alguna alimaña.
Cerca de ese lugar, había cuatro marines estadounidenses con trajes camuflados. Estaban allí desde hace días en una misión de vigilancia por tráfico de drogas en la frontera.
Aquellos militares desplegados en suelo estadounidense no podían actuar como fuerzas del orden porque una antigua ley lo prohibía: la legislación Posse Comitatus de 1878, buscaba mantener a los uniformados alejados de la vida civil y evitar que hicieran trabajo policial, a excepción de casos de desastres naturales o disturbios severos.
Sin embargo, esta disociación entre lo militar y lo civil se desdibujó en los años 80 luego de que el gobierno del presidente republicano Ronald Reagan impulsara nuevas legislaciones para que los militares colaboraran con las fuerzas federales en la llamada "guerra contra las drogas" en la frontera sur.
Bajo estas nuevas normas, el personal militar no podía arrestar a ningún sospechoso sino que solo podía dar apoyo en la vigilancia a agentes federales que sí pueden hacerlo, como la Patrulla Fronteriza.
Esequiel vivía en Redford, un pueblo que según la Oficina del Censo tiene 90 habitantes, casi todos de origen hispano. Los residentes de Redford, en su mayoría agricultores, dijeron en ese entonces que nunca les habían informado que el gobierno había desplegado militares en los confines de su localidad. Casi todos los habitantes del pueblo cargaban un rifle con ellos, tal como lo hacía el joven Esequiel.
Hernández estaba solo con sus cabras muy cerca de su casa cuando el marine Clemente Bañuelos disparó su M-16 contra él. Esequiel murió desangrado en esa colina sin recibir ayuda médica.
Fue la primera vez que un militar estadounidense mataba a un civil conciudadano desde que las fuerzas militares habían comenzado a trabajar en la frontera. También fue el primer homicidio de un estadounidense por un militar en suelo estadounidense desde una represión contra estudiantes universitarios en Ohio, en 1970.
Luego del incidente, los militares dijeron que sus disparos contra el adolescente fueron en respuesta a presuntos disparos que el joven había hecho en dirección a donde ellos estaban.
Portavoces militares sostuvieron en ese entonces que Bañuelos disparó para proteger a su compañero James Blood luego de que Esequiel Hernández les hubiera disparado dos veces y se preparaba para dispararles una tercera. Días después del incidente, altos militares defendieron a los marines diciendo que habían actuado en "estricto cumplimiento de las reglas".
Sin embargo, investigadores citados por The New York Times en ese momento, dijeron haber hallado muchas inconsistencias en el relato de los marines.
Por otra parte, las investigaciones de los Rangers de Texas y la Fiscalía concluyeron que Hernández no había visto a los hombres camuflados. La autopsia, según informes de la época, indicaba que Hernández no estaba enfrentando a los marines.
El caso llegó a un gran jurado estatal que no presentó cargos.
''Él me salvó la vida. Él posiblemente pudo haberme salvado la vida. No creo que deba ser acusado'', dijo Blood a los periodistas en las afueras de los tribunales en Texas, en 1997.
Luego, un gran jurado federal recibió el caso pero tampoco acusó a ninguno de los cuatro militares. La investigación del Departamento de Justicia tampoco avanzó y finalmente se abandonó. Clemente Bañuelos, que tenía 22 años al momento de dispararle a Hernández, nunca fue procesado.
Un informe de la Cámara del Representantes del Congreso de 1998, poco más de un año después de la muerte del adolescente, encontró fallas que evidenciaban falta de coordinación con la Patrulla Fronteriza, que no entrenó convenientemente a los marines sobre cómo actuar frente a civiles.
Según detalla The Washington Post, el gobierno federal le pagó a la familia 1.9 millones de dólares para resolver el litigio.
El caso de Esequiel Hernández fue retratado en un documental que se estrenó poco más de una década después de su muerte, " La balada de Esequiel Hernández", narrado por el actor Tommy Lee Jones.
Entre protestas y juicios, voces a favor y en contra de la militarización de la frontera, la muerte de Esequiel generó una discusión sobre el rol que el ejército debe cumplir en la sociedad civil, algo que estaba bien delimitado hasta los años 80, cuando se comenzaron a erosionar esas líneas.
Peligro
John Ferguson, alcalde de Presidio City, ciudad pegada a la frontera con México y a minutos del sitio en donde murió Esequiel, señala que colocar tropas en cualquier "rol superior a la vigilancia podría poner en peligro a cualquier persona a lo largo de la frontera una vez más".
" La misión del ejército estadounidense no coincide con la de la Patrulla Fronteriza", asegura Ferguson a Univision Noticias.
Tras el puntapié de Reagan, el presidente republicano George H.W Bush declaró en 1989 el narcotráfico como una "amenaza a la seguridad nacional" y puso miles de tropas en la frontera.
La muerte de Esequiel llegó en 1997, bajo el mando del presidente demócrata George W. Bush, volvió a mandar militares a la frontera, esta vez tropas de la Guardia Nacional y bajo la llamada "lucha contra el terror" y para frenar la entrada de indocumentados.
En 2010, el presidente Baarack Obama reactivó otra operación de guardias nacionales, aunque de menor escala, para reforzar la seguridad fronteriza.
"El asesinato de Esequiel había sido tan rápidamente ignorado, a pesar de los grandes problemas que plantea", dijo el director del documental, Kieran Fitzgerald.
Ahora, poco más de dos décadas después del caso de Esequiel Hernández, la discusión del rol de los militares en la frontera vuelve al ruedo con Trump, y la muerte del adolescente reaparece en la discusión.
Muchos, como el presidente, creen que para frenar el flujo de inmigrantes indocumentados y el tráfico de drogas en la frontera sur, debe ampliarse la presencia de militares.
Trump busca enviar hasta 4,000 soldados de la Guardia Nacional a la frontera con México para combatir la entrada de indocumentados y el narcotráfico. Para ello firmó un memo esta semana para que las agencias y los gobernadores de los estados con frontera coordinen el envío de tropas, que aún no se sabe si estarán armadas y qué podrán o no hacer allí.
Los críticos de la medida señalan la muerte accidental de Esequiel como un ejemplo de lo que la militarización puede provocar en un terreno complicado como es la frontera, en donde en ocasiones es difícil determinar quiénes son 'buenos' y quiénes son 'malos'.
"El comentario del presidente Trump con respecto al envío de militares a la frontera entre Estados Unidos y México ilustra la falta de comprensión de cómo la militarización de esta zona ya una vez resultó en el trágico tiroteo de un inocente estudiante de secundaria en Texas", añade el alcalde Ferguson a Univision Noticias.
" El asesinato de Esequiel Hernández Jr. en 1997 todavía está muy fresco en la mente de muchos en el área de Redford-Presidio. Muchos de sus familiares permanecen en Redford hasta el día de hoy".
El alcalde comenta que la comunidad no olvida lo que pasó y que esperan que esa muerte no haya sido en vano.
Puede ser difícil conciliar el humilde pueblo de Redford, donde los habitantes tienen cabras y cultivan la tierra con militares armados librando una "guerra contra las drogas".