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Inmigrantes indocumentados

Cerca de los narcos y lejos de la frontera: así es el nuevo albergue de la caravana migrante

El segundo refugio que habilitaron las autoridades mexicanas se encuentra en una violenta zona del este de Tijuana, escenario de la mayoría de los más de 2,600 asesinatos que han ocurrido en lo que va del año. "Nos trajeron aquí para que nos sintiéramos presos, no soportáramos más y nos fuéramos", advirtió un joven hondureño.
30 Nov 2018 – 07:31 PM EST
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TIJUANA, México.– Bajando un cerro repleto de humildes casas de madera y caminos de tierra está la explanada El Barretal, que este viernes ya albergaba a más de 800 integrantes de la un campamento inundado por las lluvias y convertido en un foco de enfermedades, pero llegan al corazón de una de las 10 colonias más peligrosas de esta ciudad fronteriza.

Este nuevo refugio de emergencia se localiza lejos de la zona turística, a unos 25 minutos al este de la unidad deportiva Benito Juárez, cuya cercanía con la garita fronteriza de San Ysidro les facilitaba someter sus solicitudes de asilo. Para presionar su salida, la Marina mexicana no entregó desayunos, ni llegaron tantos empleados municipales, dejando prácticamente a la deriva a unos 5,000 migrantes que no han querido irse.

"Nos vinieron a tirar aquí", lamentaba Víctor García, uno de los primeros que aceptaron subirse a los autobuses que dispuso el gobierno local para trasladarlos a El Barretal desde la tarde del jueves. "No quieren que andemos en la ciudad y nos trajeron a un barrio que no conocemos", reclamó este hondureño de 41 años.

García relata que la primera noche en este lugar la pasó mal: la falta de electricidad los obligó a andar a tientas. "Pasábamos por encima de otros, chocábamos entre nosotros", contó.

La principal preocupación de los indecisos es que el traslado a El Barretal busque alejarlos de la frontera y acercarlos a su retorno a Centroamérica. Ese camino tomó Junior Amaya, un joven de 19 años que se cansó de tanto sufrimiento en Tijuana. "Aquí no se mira nada de futuro, mejor me voy mi país", expresó poco antes de subirse a una furgoneta del Instituto Nacional de Migración.

"Nos trajeron de regreso a Honduras"

Amaya se unió a la caravana el 17 de octubre, soñando con trabajar en EEUU. Soportó todo tipo de dificultades, hasta el aguacero que el jueves enlodó el sitio donde dormía en la unidad deportiva Benito Juárez. Ese fue el motivo de su mudanza al segundo albergue. Pero en la noche pensó en los suyos, en la Navidad, en que tiene pocas posibilidades de lograr su meta. Y así decidió que ya no valía la pena seguir luchando.

"Nos trajeron aquí para que nos sintiéramos presos, no soportáramos más y nos fuéramos", dijo derrotado.

El Barretal es una enorme bodega. Tiene un patio con piso de cemento, donde se han realizado conciertos de música regional mexicana. Al fondo y en su frente tiene dos instalaciones ahora habilitadas como dormitorios. El baño de hombres no tiene ni grifos para lavarse las manos.

Para salir de esta zona es necesario atravesar gran parte de la colonia Mariano Matamoros, una de las más peligrosas de la ciudad. Está en el este de Tijuana, escenario de la mayoría de los más de 2,600 asesinatos que han ocurrido en lo que va del año. Aquí los narcos pelean a tiros calle por calle: la causa de esta escalada de violencia es la guerra que enfrentan pistoleros de los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG) para controlar uno de los principales territorios fronterizos para el cruce de droga hacia EEUU.

Cerca de este vecindario fueron asesinados a tiros la noche de domingo dos estudiantes de San Diego: Christopher Gómez, de 17 años, y Juan Suárez, de 18. Según reportes de prensa, un grupo armado sacó por la fuerza a estos dos adolescentes y a otro hombre de un apartamento en el Fraccionamiento Lomas Verdes, los obligó a hincarse en la entrada de la vivienda y los ejecutó de un balazo en la cabeza.

Varios integrantes de la caravana vienen huyendo precisamente de la violencia, en sus países causada por los enfrentamientos entre las maras. Quienes salieron de la peligrosa San Pedro Sula, en Honduras, se han topado con la peor cara de Tijuana, que experimenta uno de sus años más mortíferos. Ambas ciudades tienen elevadas tasas de asesinatos.

"No sabía que esta colonia era tan peligrosa, pero al entrar nos dimos cuenta. Parece que nos trajeron de regreso a Honduras, yo no me animo a salir de noche", mencionó Israel Rodríguez, de 39 años y quien dice estar arrepentido de no haber buscado un espacio en algún refugio cercano a la zona norte de Tijuana. "Ahora ¿cómo me regreso?", preguntaba preocupado.

Afuera de El Barretal los migrantes parecían haber perdido el control. Unos corrían de un lado a otro cuando se acercaba un vehículo para darles alimentos o ropa usada. En una esquina cercana, decenas de personas, incluidas mujeres y niños, levantaban el dedo índice pidiendo dinero a los automovilistas.

"Jefe, regáleme una monedita", imploraba un adolescente que –según dijo– no había probado bocado hasta el mediodía. Frente a él, seguían llegando buses llenos de migrantes.

Los que siguen entre lodo

Quienes se enteraron de las condiciones en El Barretal se aferraban al campamento en la Benito Juárez, que este viernes parecía más una zona de guerra. "Venimos sufriendo todo el camino para devolvernos. Dicen que para llegar al otro albergue agarran camino de tierra", menciona José Solis, un guatemalteco de 21 años, que amarraba una carpa anticipando otro aguacero.

A pesar de que el jueves la pasó encerrado con otras seis personas en esa pequeña casa de campaña, no quiere irse de este lugar. "Ahorita nos quitaron la ayuda, quieren que nos vayamos alejando", señaló. "Hasta que se vaya el último no nos vamos a mover".

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Las precarias condiciones han convertido albergue de migrantes en Tijuana en un foco de enfermedades

Los pocos empleados municipales y policías que estaban en ese lugar el viernes les pedían irse al segundo refugio. "Va a seguir lloviendo. Por favor, vámonos", imploraba un policía a una familia.

Mayra Hernández, quien nació en Honduras hace 38 años, también ha decidido continuar en la unidad deportiva. Su tos le preocupa, pero ella dice que prefiere aguantar lo más que pueda. "Estoy esperando a que me den un permiso de trabajo para irme a otro lado", comentó entre pilas de colchas mojadas y montones de basura.

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