"Venezuela tiene que salir de este infierno", reclama el manifestante cuya imagen en llamas le dio la vuelta al mundo
LIMA, Perú. - La imagen de su cuerpo envuelto en llamas le dio la vuelta al mundo. Allí estaba él, a sus 27 años huyendo desesperado del fuego que produjo el incendio de una moto de la Guardia Nacional. Aquella captura del fotoperiodista Ronaldo Schemidt -que le valió el premio World Press Photo- se convirtió en un símbolo del horror vivido en Venezuela durante las protestas de 2017. Pero para José Víctor Salazar Balza esa fotografía representa un episodio de su vida sobre el cual prefiere no ahondar. "Para revivirlo están mis cicatrices", afirma.
Era 3 de mayo de 2017. Lo recuerda con precisión. Las manifestaciones en contra del régimen de Nicolás Maduro cumplían dos meses. La gente se mantenía en la calle, a pesar de la represión de los efectivos policiales que dejó más de 150 muertos. Aquel día, José Víctor lo revive a la distancia. Con reserva. Sin profundizar en muchos detalles. Lo rememora desde Santiago de Chile, donde llegó hace dos meses y medio para solicitar asilo tras sentir que su integridad estaba en peligro.
Hace esfuerzos por recordar cómo ocurrieron los hechos. Pero la memoria le traiciona, a pesar de que nunca perdió la conciencia. Dice que todo pasó muy rápido y las escenas se le mezclan: él tratándose de acomodar la máscara para protegerse de los gases lacrimógenos, un amigo que golpea una moto que le habían quitado a la Guardia Nacional, el tanque de gasolina que estalla, las llamas, el miedo, el dolor.
"Quedará en mí lo que pasó. En el fondo, quiero olvidarlo", confiesa.
El fuego quemó 55% de su cuerpo. Las llamas causaron daños en sus brazos. El derecho, sobre todo. Dejó marcas en su espalda, partes del pecho y en sus tobillos. A consecuencia de las quemaduras, pasó cuatro meses internado en la Clínica Metropolitana de Caracas, donde recibió varios injertos de piel que retiraron de sus piernas y de sus glúteos.
“Estando hospitalizado fue la primera vez que vi la foto. Mi papá me la mostró para que cayera en cuenta de lo que me había pasado”, comenta.
Le pregunto si es cierto que fue operado 36 veces y si perdió 12 kilos, como salió reseñado en la prensa local. Pero reitera que no quiere hablar de los detalles de su recuperación. Hay heridas emocionales más profundas. Superficialmente solo le quedan las cicatrices, que mantiene cubiertas bajo camisas de manga larga para protegerlas del sol. El accidente pasa casi inadvertido a la vista de los demás.
Aclara que nunca quedó en silla de rueda, como algunos dijeron. Más bien, agradece que no perdió por completo la movilidad en sus brazos ni sufrió otras secuelas físicas. “Yo esperaba lo peor. Morir como le ocurrió a otros manifestantes. Pero no quedar envuelto en llamas”, ite. “Yo soy un sobreviviente. No me considero un héroe. Los héroes son Neomar Lander, Juan Pablo Pernalete o Basil Da Costa. Y sus muertes no pueden quedar impunes”, comenta.
Protagonista anónimo
Luego de lo ocurrido, José Víctor optó por mantenerse bajo perfil. No había dado declaraciones a la prensa hasta ahora que está lejos del país. Y su imagen, tras su recuperación, no ha sido difundida. Su intención es pasar desapercibido y tener una vida normal. Sobre todo, después de que el vicepresidente de Venezuela, Tarek El Aissami, lo acusara de terrorista y de pertenecer a una banda delictiva.
Pero el premio que obtuvo la imagen del fotoperiodista Ronaldo Schemidt un año después del accidente, puso los ojos del mundo de nuevo sobre él. Aunque nadie fuera capaz de reconocerlo. “Mi imagen dio la vuelta al mundo. Pero nadie en la calle me identifica. Mejor así. Yo no quiero que me reconozcan por la foto, sino porque soy un venezolano trabajador”.
José Víctor se crío entre Ciudad Bolívar y Tumeremo, ambas ciudades ubicadas en el estado Bolívar, en el sur de Venezuela. Allí estudió bionálisis en el núcleo de la Universidad de Oriente e inició su activismo político. Comenzó en 2012 apoyando la campaña presidencial de Henrique Capriles Radonski. En 2014, cuando el líder de la oposición Leopoldo López convocó a 'La Salida', una estrategia para promover la renuncia de Maduro, salió a protestar en las calles. Cayó preso por dos días y fue torturado por funcionarios de la Guardia Nacional. "Recibí golpes y castigo psicológico. Pero mi moral quedó intacta", afirma.
Al año siguiente, se unió al equipo de campaña de un diputado y trabajó para promover las elecciones parlamentarias. Tras una pausa por diferencias políticas, volvió a la calle en 2017. “Me fui a Caracas con unos amigos sin avisarle a mi familia. Allí estuvimos un mes protestando. No iba por el llamado de los partidos, sino porque mi corazón y mi razón me decían que tenía que acudir”, afirma.
El accidente lo sacó fuera del terreno de la confrontación. Al volver a casa, se encontró con otro país. La calle se había enfriado y Venezuela se disponía a ir a unas elecciones presidenciales sin garantías de transparencia y con Nicolás Maduro como principal contendor.
“Sentí mucha rabia al enterarme de que habían negociado las elecciones, cuando aún estaba fresca la sangre de los manifestantes en el pavimento. Me sentí traicionado. Tanto sacrificio para nada. Me pareció injusto. Era algo que nunca tuvo que hacerse”, comenta.
Su decisión de salir del país vendría tiempo después, al sentir que su integridad corría peligro y que no podía tener una vida tranquila en Venezuela. Escogió como destino Chile y el asilo político como opción para legalizar su estatus migratorio. Sabe que el proceso será largo. Mientras, trabaja en un taller haciendo pasteles chilenos.
"No le dije a nadie que saldría del país. Me dolía en el alma. Y aquí no tengo familia ni a nadie conocido. Es duro", asegura.
Desde Chile ha revivido las protestas de las que fue participe, al ver los acontecimientos que han ocurrido en Venezuela desde el 23 de enero y que han impulsado de nuevo a la gente a salir a la calle para exigir la salida de Nicolás Maduro.
“He llorado mucho en estos días”, ite. “Fue muy duro volver a ver las imágenes de la gente protestando. Me hizo pensar que si estuviera en Venezuela, también hubiese salido. Sin importar lo que me pasó aquella vez. Quiero ver a mi país libre y que salgamos de este infierno”.