Este hispano pasó 17 años en la cárcel pese a ser inocente. Su pesadilla no terminó al salir de prisión
Después de 16 años y seis meses de esperar su libertad, Mario Victoria Vásquez estaba ahí, parado solo a la salida de la corte de Green Bay, en Wisconsin. La noche gélida del 11 de febrero de 2015 sorprendió a este condenado inocente sin esposas, con el pantalón azul de un uniforme de preso, una chamarra verde que dispone el estado para estos casos y unas botas talla 11 que le dieron minutos después de preguntarle sus medidas en la celda donde esperaba. “No había nadie, ni un alma. Yo pensaba que iba a ver a los reporteros, a mi abogada Cristina, mi familia, los amigos, pero no había nadie ahí… de pronto hasta me quise devolver otra vez para la cárcel”.
Lo cuenta con lágrimas que ya no puede esconder delante de su abogada, Cristina Bordé, tres años y medio después de ese día. Esta vez, sentados en un salón cercano a la oficina de la jurista, que ahora dirige el ' Programa de Inocencia para Exonerados Latinos', en la Universidad de Wisconsin, en Madison, la capital del estado.
Salir de la sexta cárcel donde estuvo, el Centro Correccional de Fox Lake , en Wisconsin, era lo que más quería Mario Victoria, pero no imaginaba lo que sería tratar de reconstruir su vida rota sin una compensación económica, sin un plan de vivienda, sin ahorros, sin seguro de salud, a punto de cumplir 53 años y sin la confianza en sí mismo que se necesita para emprender todo de nuevo.
Si quieres saber paso a paso cómo fue el juicio y qué le pasó a Mario Victoria en 1998 puedes ver esta nota:
De los 33 estados que contemplan alguna compensación para los inocentes exonerados de prisión en Estados Unidos (además del gobierno federal), Wisconsin es el que menor monto destina para cada caso: 5,000 dólares por año de pena cumplida y un tope de 25,000 dólares por todo. Es decir, lo que Mario Victoria recibiría por sus casi 17 años de injusta prisión.
Más que dinero para reconstruir
Por lo menos desde 2004 algunos intentos fallidos de reforma de la ley se han quedado en el cuerpo legislativo y dejan a suerte el destino de quienes salen del sistema penitenciario con severos traumas y una dificultad inmensa para reinsertarse en la sociedad, como Mario Victoria Vásquez.
Él espera una compensación del estado. En esa cantidad de dinero pensaba por las noches encerrado, en cómo eso le ayudaría a remendar su historia: "Tienen que darme dinero por todo esto que estoy pasando", se decía. No se declaró culpable jamás, no asistió a las charlas para abusadores sexuales que le habrían reducido la pena. "Soy inocente"; "me tienen que compensar", fueron dos pensamientos que le funcionaron como muletas todos esos años.
En un emotivo encuentro con la abogada que un año después de la libertad de Mario inauguró el capítulo latino del ‘Proyecto Inocencia de Wisconsin’, ella le explica que el día que recobró la libertad fue uno de los más emocionantes de su carrera...
- Pero también me puse muy triste, porque aunque teníamos la buena noticia de la disposición del juez para liberarte, el sheriff había dicho que tenías que volver a la cárcel y que tu libertad sería días después. Entonces me vine con los estudiantes que trabajaron conmigo de Green Bay a Madison y al enterarnos por teléfono de tu liberación inmediata ya estábamos tres horas lejos de ahí y no nos daba tiempo de llegar. Fue muy triste y frustrante no estar ahí para acompañarte y abrazarte, Mario.
- ¿De verdad eso fue lo que pasó? Y ahora vengo a enterarme, pues qué bueno que ya estoy libre. Es lo que importa, le contesta mientras se seca las lágrimas en un gesto que se le volvió rutina.
***
Un equipo de Univision Noticias estuvo siguiendo la vida de Mario Victoria en Wisconsin durante tres días, y no hubo uno solo en el que no se quebrara su voz y llorara. “Se los advertí, siempre que hablo de este tema… no sé qué me pasa”.
***
¿Cómo reconstruye su vida, luego de sentir que casi 17 años de su historia fueron lanzados a un basurero? Mario Victoria habla como si su camino se hubiera detenido en 1998 cuando lo encerraron con 35 años de edad, y ya nada fue igual.
Al poco tiempo de su sentencia a 20 años por el delito de violación a una niña de cuatro años que no cometió, su entonces esposa, Darcy Martínez, le anunció que se divorciaría. También dejó de llevar a su pequeño James a ver a su padre, “pues además era muy incómodo, porque por el delito del que me acusaban yo no podía acercarme a menores de 13 años, ni siquiera a mi hijo. Entonces tenía que verlo a través de un vidrio. Él me hacía preguntas, me decía ‘¿qué haces allá adentro, papá?’. Yo le decía que estaba estudiando en una escuela, que tenía mucho que aprender todavía y que me faltaba tiempo…”.
-¿Qué necesita para reconstruir su vida?, le preguntamos hace cuatro meses vía telefónica.
-Volver a nacer, solo volver a nacer y que nada de esto hubiera pasado, contestó.
- ¿Qué necesita para reinsertarse a esta sociedad?, volvemos a preguntar en un trayecto de dos horas y media por tierra, entre Madison y Green Bay.
-Pues preparación para vivir, dónde vivir, unas clases de cómo está la vida afuera, con las computadoras, con quién se va a decidir comenzar una vida nueva, con la familia o qué se va a hacer, a mí solo me aventaron y no estaba preparado.
Wisconsin y las seis prisiones donde estuvo
Como inmigrante mexicano, Mario Victoria llegó a Estados Unidos en 1978 con 15 años de edad. Vivía en California hasta que en 1985 viajó a Wisconsin para trabajar en un restaurante. Se casó con una estadounidense y tuvo a su primera hija, Heidi. Con ese matrimonio obtuvo una residencia de permanencia en EEUU. Años después se divorció y se volvió a casar con Darcy Martínez, con quien tuvo a su hijo James. Al salir de la cárcel estaba divorciado y se casó con Magdalena, de quien también se separó recientemente.
De haber cumplido la condena de 20 años, y si no hubiera sido exonerado, al dejar la prisión le esperaba una deportación directa a México. Pero logró renovar la residencia vencida y tener su estatus legal. "Por lo menos me quedo en América donde hay más posibilidades de volver a empezar", dice mientras maneja un carro que le presta un amigo con frecuencia.
En sus trayectos por Wisconsin, él se relaciona con las ciudades según las cárceles donde ha estado, las señala, recuerda cosas del sistema interno penitenciario. Hay peores, en cambio otras son menos duras. Algunos guardias se portan terribles, otros te ofrecen cosas y solo se sientan a leer el periódico hasta que termina la guardia y se van. Algunos días puedes comprar cosas, si tu familia abona dinero puedes llamarla de vez en cuando, cuenta mientras maneja.
"Primero me llevaron al correccional de Dodge, estuve poco menos de un mes porque ahí es donde deciden a donde te van a mandar. Luego estuve un año en Waupun y un año más en el Instituto Correccional de Green Bay. Pero entonces me encontraron unos cigarrillos y por castigo me enviaron a la Supermax Boscobel (máxima seguridad) por un poco más de tres años. Creí que me iba a volver loco ahí, no hablé nunca con nadie, estaba en una celda encerrado, contando barrotes, rayitas, huequitos en las paredes, sin dormir bien porque a veces los otros presos se volvían locos y gritaban toda la noche, peleaban con los guardias, entonces venían y echaban ese gas que nos hacía llorar y sangrar la nariz... algunos se hacían popó en la mano y llenaban las paredes..."
Volvió por cerca de dos años al correccional de Green Bay, luego estuvo casi tres años en la cárcel de New Lisbon antes de terminar de cumplir los años que le restaban en la prisión de Fox Lake. "Todo eso fue muy feo... y yo nunca he tenido una terapia, un psicólogo, un psiquiatra. Nada".
Cuatro años antes de ar a Bordé, él había escrito al Proyecto Inocencia de Wisconsin, pero no habían tomado su caso por lo difícil que resulta probar inocencia sin pruebas de ADN. Pero él insistió y desde la cárcel volvió a escribir. Actualmente un caso puede esperar hasta siete años para ser tomado por el grupo de defensores y los procesos de defensa pueden tardar en promedio 10 años.
Si quiere saber sobre este programa puede leer este trabajo:
La vida errante
Mario Victoria no tiene casa, ahora vive con un sobrino de 45 años con severos problemas de alcohol. Antes estuvo en casa de una pareja en Minnesota mientras trabajaba de cocinero en un restaurante. Al salir de prisión intentó rehacer su matrimonio y vida familiar con Darcy Martínez, su segunda exesposa y su hijo James, pero luego de siete meses no funcionó. Su hijo tiene familia propia y una hija.
"Mario sigue siendo la buena persona que siempre ha sido, pero ha perdido la confianza en sí mismo, esos años encerrado le hicieron mucho daño, ya nada fue igual", cuenta Martínez y se muestra interesada en ayudar a reconstruir la vida del padre de su hijo. "Él necesita que lo ayuden por lo que ha sufrido", dice.
Mario Victoria tampoco tiene carro aunque le prestan uno con el que va a su trabajo, en una fábrica de gabinetes para el hogar. Le cuesta dormir, cree que son "cosas que me quedaron de la cárcel". No tiene formación en ninguna carrera ni oficio. No tiene nada. Su madre no puede volver a entrar a Estados Unidos y vive en su pueblo natal, en Michoacán, México. De 13 hermanos frecuenta a algunos, no todos. Y es buen amigo de su compadre, Juan Maldonado, quien también lo fue a buscar la noche que salió libre.
"Perdí tanto durante los años que estuve preso. Mi esposa y yo nos divorciamos. Mi hijo creció sin mí. Mi padre murió y yo no le había hablado hacía mucho tiempo y no pude estar en su funeral. Mi abuelo murió también sin que yo pudiera decirle adiós o ir a su funeral. Muchas de mis tías y tíos, vecinos que me ayudaron en mi crianza, envejecieron y murieron sin que yo pudiera mostrar mis condolencias o mi apoyo antes de que murieran. Mis sobrinas y sobrinos nacieron y crecieron sin mí y nunca pasé tiempo con ellos y ellos no me conocen", explicó frente al Congreso de Wisconsin en enero de este año.
En los gabinetes
Lunes y miércoles trabaja durante 14 horas "en los gabinetes". Se encarga de que todo esté en su lugar y aprende algunas técnicas de trabajo con la madera. Hay un buen ambiente de trabajo. Los compañeros tienen una hora para almorzar y ese jueves 27 de septiembre están llegando de vuelta.
Algunos apuran un cigarrillo antes de entrar. Mario les pide uno, conversan, se ríen, tres de ellos hablan en español. El dueño se asegura de que todos tengan lentes especiales para proteger las córneas de las diminutas virutas que están en el aire. Él es uno de los cinco hispanos que trabajan ahí, cuando llega otro se cambian al inglés y bromean entre sí. Debe llegar a las 6 am “y a veces ni duermo bien porque creo que no me voy a despertar a tiempo”.
Un día el dueño del negocio le comentó “oye, leí tu historia, supe lo que te pasó, lo de la cárcel”, y él le contestó sin detalles “ah, está bien”. Como exonerado, Mario Victoria no cuenta con un documento que explique que es inocente o que se anuló el juicio por no encontrar pruebas para inculparlo. "Él no tiene una carta de perdón de nadie por el tiempo que pasó encerrado. Nada, solo que ahora está en libertad”, recuerda su abogada.
Este trabajo no le gusta. Mario Victoria sueña con un restaurante propio “para servir las tomaditas y hablar con la gente, eso es lo que a mí me gusta. Sobre todo con la gente mayor para hablar de cosas del pasado, a mí me gusta hablar de las cosas del pasado, las que yo conozco, las que pasaban antes de que me encerraran: los juegos, los Packers (equipo de fútbol americano de Wisconsin), la vida de antes, sin las computadoras y los teléfonos nuevos. La gente joven ahora solo sabe estar pegada a esos teléfonos que yo no manejo bien”.
Quiere comprar el restaurant Victoria's, pero...
El jueves 27 de septiembre de 2018, Mario Victoria conduce hacia el restaurante Victoria's Italian Cuisine, en Green Bay. Suspira cuando lo ve y empieza a recordar los buenos momentos que pasó allí. En ese lugar también trabajó su exesposa Darcy. "Nos iba bien, éramos una familia normal. Mario era el mismo buen hombre que ven ahora, pero con mucha confianza en sí mismo, eso es lo que más ha perdido", nos diría ella esa misma tarde.
Mientras él se recuesta de una esquina en la pared trasera del restaurante que sueña con volver a comprar con la compensación que le den algún día, pasa algo inesperado, que puedes escuchar aquí.
Los intentos de reformar la ley
Luego de por lo menos tres intentos fallidos de reformar la ley de compensaciones a exonerados en Wisconsin, en 2015 hubo otra propuesta bipartidista y bicameral. Se busca que se paguen a cada exonerado 50,000 dólares por año de injusta prisión. El tope sería de un millón de dólares por todo el tiempo cumplido.
"Lo que se ha tratado de aprobar en los últimos años es una reforma de la ley que existe, que además de aumentar la compensación, provea servicios sociales para ayudar al exonerado a reintegrase a la comunidad, simplifica el proceso para aplicar para compensación, y sellar los archivos públicos sobre la condena (para que no los perjudique en buscar empleo)", explica Cristina Bordé.
Uno de los representantes que es copromotor de una reforma de esa ley es el republicano Dale Kooyenga.
En una conferencia de prensa en 2015 en Madison, Kooyenga denunció que esos cambios a la ley ya estaban "muy atrasados", y dijo que no existe una cantidad real de dinero que pueda hacer justicia a las personas que son víctimas de condenas erróneas. "¿Cuánto dinero vale perderte el nacimiento de tus hijos ... o que tu madre crea que eres un violador?", argumentó. "No se puede poner una etiqueta de precio en eso. Pero todo lo que podemos hacer es darles a estas personas la oportunidad de tener familias, carreras, tener una casa. Es un comienzo".
Tres años después, en enero de 2018, los legisladores que promueven la reforma llevaron a Mario Victoria a presentar su testimonio al Congreso, como en anteriores oportunidades llevaron al también exonerado hispano Chris Ochoa y otros.
"A diferencia de la gente culpable (y que sale después de cumplir su pena), yo no tuve ninguna ayuda del estado para reintegrarme a la sociedad", argumentó Mario Victoria en aquella sesión.
"No está claro por qué la ley no pasó al Senado. Pero vamos a seguir nuestra educación a las partes interesadas y a los votantes sobre este trato injusto (a los exonerados) hasta que logremos actualizar nuestra ley y aumentar estas cantidades que se pagan y son ridículamente bajas", explica Kooyenga a Univision Noticias por correo electrónico.
Bordé comenta que en el caso de Mario Victoria ellos están esperando a que cambie la ley para exonerados en Wisconsin y así lograr que reciba una compensación justa. "Además ese dinero no se lo dan automáticamente, es un proceso largo, necesita que un abogado lo ayude a presentar un documento al State Claims Board para probar su inocencia".
Mario Victoria camina a pocas cuadras del Congreso donde en enero de 2018 respaldó con su testimonio la propuesta de reformar la ley de compensaciones para exonerados en Wisconsin. Mira a un hombre indigente que extiende su mano y enseguida mete la suya al bolsillo y le entrega todas las monedas que tiene "¿por qué hay tanta gente así en la calle?", se pregunta en voz alta.
Es una de las cosas que más le impresiona de la ciudad capital y que le impactaron cuando dejó el encierro: eso, las computadoras, los teléfonos inteligentes y la forma como el mundo interactúa con ellos. "Es muy difícil para mí adaptarme a tantas cosas, muchas cosas cambiaron", repite esta vez como lo hizo frente al congreso.
Y los que faltan
Desde que en 1989 se comenzaron a usar las pruebas de ADN para demostrar inocencia, el Registro Nacional de Exoneraciones contabiliza que han sido liberados de prisión por delitos que no cometieron un total de 2,278, personas hasta el conteo de octubre de 2018. En promedio calculan que son más de 20,000 años perdidos en prisión por condenas erróneas.
Ese registro es un proyecto conjunto del Centro para Ciencia y Sociedad Irvine Newkirk de la Universidad de California y la escuela de leyes de la Universidad de Michigan con el College de leyes de la universidad estatal de Michigan.
Sus cifras reflejan que en 2016 hubo un pico de exoneraciones, con 337 personas liberadas de prisión. Cristina Bordé está consciente de que otras personas inocentes están esperando por un juicio justo dentro de las cárceles estadounidenses y que particularmente a los hispanos se les hace cuesta arriba su defensa, pues no dominar bien el inglés y la barrera cultural influyen, a su juicio. Por eso hace dos años inauguró un capítulo del Proyecto Inocencia de Wisconsin dedicado a los latinos.
Ella cita alguno estudios, como este de 2014, que calculan que 4.1% de las personas encarceladas son inocentes. Mario Victoria cree que son muchos más, según su experiencia.
- ¿Conoció en la prisión gente inocente?, le preguntamos a Mario Victoria.
- Sí, claro. Uno sabe. Hay gente que dice que es inocente y no lo es y de pronto en algún momento se le sale que sí cometió ese delito o uno se da cuenta. Pero hay otros que no lo hicieron y uno sabe. Yo conocí a uno que se llama Rosario, un latino. Le di el o del Proyecto Inocencia, pero él no tiene (prueba de) ADN y así es muy díficil que tomen su caso.
Al final del reencuentro con su abogada, caminando en la Universidad de Wisconsin, Mario Victoria Vásquez vuelve a soñar con el dinero de su compensación y piensa que cuando le paguen no solo va a abrir su propio restaurante, sino que va a ayudar a la abogada "a poner la plata para liberar a más personas de la prisión injusta".
Pero ella dice que no se lo va a aceptar. Y todo termina en risas.
Este trabajo se hizo con la colaboración de Olivia Liendo.