El caso de los puertorriqueños: un siglo siendo estadounidenses a medias
Esta semana se cumplieron 100 años desde que el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson firmó la Ley Jones que convirtió a los puertorriqueños en ciudadanos estadounidenses, una condición que ningún otro pueblo tiene y que define una extraña relación de nacionalidad. Un siglo después todavía se escucha la pregunta : ¿son realmente estadounidenses los puertorriqueños?
La respuesta es: no del todo o no siempre. Al nacer en Puerto Rico las personas tienen automáticamente un pasaporte estadounidense, un documento que les permite ciertas cosas como circular y migrar libremente entre ambos lugares, pero no tener los mismos derechos civiles si viven en la isla.
Esto se explica porque Puerto Rico es un territorio no incorporado de Estados Unidos, que hasta hoy no ha sido anexionado como estado.
Aunque está sujeto a los poderes del Congreso estadounidense, tiene una constitución propia. Sin embargo, todavía hay mucha ambigüedad sobre el estatus de esta isla que desde 1952 se define como un Estado Libre Asociado.
"Mientras que los puertorriqueños son oficialmente ciudadanos estadounidenses, el territorio sigue sin ser incorporado. Esta contradicción ha permitido la gobernanza de Puerto Rico como un territorio separado y desigual que pertenece, pero no hace parte de Estados Unidos", escribió en una columna para Univision con motivo del centenario el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Connecticut Charles Venator Santiago, experto en historia de la ciudadanía estadounidense en Puerto Rico.
Por ejemplo, los puertorriqueños no son inmigrantes en Estados Unidos, pero su identidad nacional siempre será otra: "Los boricuas siempre han hecho esa salvedad: tu nacionalidad es puertorriqueña y tu pasaporte, estadounidense. Tener ese documento es una tecnicidad, son dos países cultural y socialmente diferentes ", asegura el periodista y escritor puertorriqueño Héctor Feliciano en conversación con Univision Noticias.
Feliciano explica que entender a Puerto Rico como un país estructurado es difícil, aunque jurídicamente se le pueda llamar 'país'. "Los puertorriqueños poseen una identidad nacional de fuerte arraigo, un idioma materno, un equipo olímpico propio. Pero eso no parece ser suficiente para hacerlos una nación. Y, paradójicamente, aunque detentan un pasaporte estadounidense, no son ciudadanos estadounidenses con plenos derechos ni participan en las elecciones presidenciales estadounidenses".
Qué los diferencia
Puerto Rico no puede ejercer su soberanía de manera independiente porque los poderes existentes en la isla son revocables y los ciudadanos que allí residen no tienen todos los derechos políticos que da la constitución de Estados Unidos. Por esta razón es que no pueden votar para elegir al presidente y en el Congreso tienen voz, pero no voto.
Sin embargo, este impedimento cambia si un puertorriqueño vive oficialmente en Estados Unidos, en cual caso puede registrarse para emitir su voto en la elección presidencial. En diferentes ensayos, el profesor Venator Santiago ha insistido en reconocer la ciudadanía de Estados Unidos como un mecanismo de inclusión y exclusión: inclusión en la parte territorial, pero exclusión de los puertorriqueños residentes de la isla en la vida política del país.
De acuerdo con Efrén Rivera, autor del libro 'The Legal Construction of Identity', citado por el diario El Nuevo Día, "hay un entrejuego de la ciudadanía y territorio, que hace que los ciudadanos de Puerto Rico tengan una condición política diferente a aquella que viven los ciudadanos en Estados Unidos".
Esto significa que un puertorriqueño puede 'comprar' la estadidad si se muda a cualquiera de los 50 estados y allí obtiene todos los derechos formales de cualquier ciudadano estadounidense.
"La ley de Estados Unidos todavía describe a Puerto Rico como un territorio no incorporado que puede ser tratado selectivamente como un país diferente en sentido constitucional. Esta contradicción está en el corazón de una serie de leyes y políticas discriminatorias que se usan para gobernar a los más de 3.5 millones de ciudadanos estadounidenses que viven en la isla", expone Venator.
'Vistos como niños'
Y es que por el hecho de que haya leyes para las que sí sean considerados como estadounidenses, y otras para las que no, el limbo en el que vive la isla se puede ver como un absurdo: no se les permite ser estadounidenses completamente, pero tampoco se les deja ser una país o nación independiente.
Como lo describe Feliciano, "se reproduce la infantilización que perpetúa el sistema de subordinación que gobierna a este país curioso, bello y esforzado que produce sobresaltos de identidad telúrica y gran música bailable para sí y para el resto de América Latina, mientras su soberanía cuelga como un capricho del congreso estadounidense".
Esta subordinación es fruto de cómo Puerto Rico no ha sido más que un 'niño' a los ojos de Estados Unidos, una visión construida desde el inicio de la relación entre ambos países.
En 1901, el primer gobernador civil de la isla, Charles Herbert Allen, escribió en su informe anual al presidente estadounidense: "Puerto Rico es una bella isla con sus recursos naturales aún por desarrollar y una población incapaz de asumir el manejo de sus propios asuntos".
Por esa razón el Congreso de Estados Unidos tiene el poder de detener cualquier acción tomada por la legislatura en Puerto Rico, además mantiene control sobre asuntos económicos y fiscales. Muestra de ello es la reciente imposición de una Junta de Supervisión Fiscal para buscarle salida a la crisis financiera que afronta la isla, un mecanismo establecido por y desde Washington a través de la Ley PROMESA (por sus siglas en inglés).
Eso explica por qué para muchos, como Feliciano, "hasta el día de hoy Puerto Rico es una nación sin Estado, ni carne ni pescado".
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