¿Pueden los residentes de Detroit beneficiarse del auge inmobiliario de la ciudad?

Empresarios y compañías por igual han descrito el sector inmobiliario emergente en Detroit y el panorama de inversiones como una ‘tierra virgen’, evocando metáforas relativas al Oeste del país propias del siglo XIX. Dada la disponibilidad del terreno, los residentes de Detroit no enfrentan las mismas amenazas de desplazamiento vistas en otras áreas metropolitanas principales. Con todo, el espíritu de ‘innovación urbana’ ignora ampliamente a los 672,795 residentes de la ciudad, tanto en sus metas como en las ganancias.
Buena parte del reciente crecimiento de la ciudad ha sido alimentado por la inversión privada, lo que se ve en el nuevo tranvía parcialmente financiado por Dan Gilbert, la inversiones de la familia Ilitch invirtió en el estadio de los Red Wings y los alrededores, o el desarrollo del Distrito Sugar Hill Arts District. Aquí no se ha tratado de un cambio radical promovido por la planificación urbana ni se prevee una desviación de esta trayectoria, al menos a corto plazo.
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Sin embargo, un nuevo programa espera realizar una importante intervención en la esfera del desarrollo privado por medio de la promoción de la igualdad en el mercado inmobiliario de Detroit. Better Buildings, Better Blocks es un curso sobre bienes raíces, el cual asiste en educación y recursos a residentes de Detroit, Hamtramck y Highland Park. Lanzado el pasado 3 de junio, fue recientemente elegido como uno de los 33 ganadores del concurso Knight Cities Challenge 2017, con lo que podrá ser financiado por tres años.
Los participantes reciben aprenden de primera mano cómo invertir en propiedades, enfocándose en la adquisición, el financiamiento y la gestión de proyectos en el caso de iniciativas a pequeña escala. El propósito del programa es crear una red que asegure que las comunidades puedan sosteniblemente rehabilitar espacios comerciales y residenciales, así como que los citadinos de Detroit puedan finalmente participar en la reconstrucción de su urbe.
“Cuando un promotor inmobiliario llega a un barrio, a menudo la idea de cultura no es la que más se tiene en cuenta. Este curso puede ser una vía de preservarla”, sostiene Chase Cantrell, fundador del programa.
Como nativo de Detroit al fin, Cantrell se graduó de la Universidad de Michigan antes de emplearse como abogado corporativo en algunas de las más importantes compañías de bienes raíces de la ciudad. Cantrell rechazó oportunidades laborales en otras ciudades pues quería ser parte de la renovación de Detroit. Sin embargo, se percató muy rápido de que los proyectos en que trabajaba solo estaban beneficiando a una pequeña parte de inversores que, por otro lado, ya eran pudientes, mientras los barrios donde residían sus parientes permanecían igual. A diferencia de Woodward, otras rutas centrales –como Grand River, Gratiot y 6 Mile, donde creció Cantrell– adolecen de los pequeños negocios que imprimen el dinamismo económico a los vecindarios. Después de “cierta introspección”, como a Cantrell le gusta llamarla, él evaluó cómo su conocimiento y su experiencia podría ser usados de la mejor forma en la ciudad.
Luego, Cantrell se comenzó a interesar en conversaciones sobre el crecimiento de la ciudad e inició una organización sin fines de lucro, Building Community Value, la cual se enfoca en promover el emprendimiento y la comunicación del desarrollo inmobiliario. A menudo lidera eventos en el Consulado Urbano, el cual facilita debates acerca de problemas propios de Detroit. A su vez, Cantrell forma parte de un proyecto, encabezado por Andrew Colom y David Alade de Century Partners, cuyos esfuerzos se dirigen hacia el barrio Fitzgerald en el Noroeste de la ciudad. El proyecto, Fitz Forward, rehabilitará cerca de 100 hogares y desarrollará un cuarto de milla cuadrada, que combina viviendas en alquiler y a la venta, en las cuales los residentes pueden invertir. A su vez, se creará una asociación de propietarios de hogares que contará con un comedor comunitario y un mercado de agricultores. Dicha asociación también supervisará la construcción de zonas para caminar y senderos para bicicletas. A diferencia de otros programas en la ciudad, el proyecto ha mantenido una escala baja, restringiendo las construcciones de unidades multifamiliares, y ha involucrado a de la comunidad en cada paso del proceso de planificación.
Con su curso, Cantrell espera seguir una filosofía de desarrollo similar. “Él está siendo muy sensible ante las necesidades de la comunidad y la necesidad en sí de la remodelación urbana. No tenemos un grupo de en la comunidad de Detroit que tengan estas habilidades”, dice Katy Locker, directora del Programa de Detroit en la Fundación Knight.
El programa adapta el plan curricular de un curso desarrollado e impartido por Peter Allen de la Facultad de Negocios Ross de la Universidad de Michigan y el Colegio Taubman de Arquitectura Planificación Urbana, el cual fue previamente conducido por el Centro de Asistencia Técnica de la Escuela de Trabajo Social de la citada Universidad. Estas sesiones serán enseñadas por Dietrich Knoer, presidente y director ejecutivo de The Platform, una compañía de bienes raíces enclavada en Detroit. Los participantes postulan directamente a través del programa y no se requiere que tengan experiencia alguna en desarrollo inmobiliario. El costo del curso es de cien dólares y las postulaciones son examinadas solo para asegurar la diversidad en la composición geográfica y empírica. Cuando el curso termine, los estudiantes tendrán fuentes de apoyo financiero a las que acudir, incluyendo bancos tradicionales e instituciones financieras orientados al desarrollo comunitario (tales como Capital Impact Partners e Invest Detroit). El programa también premia al mejor proyecto con un pequeño fondo para implementar una iniciativa estudiantil de desarrollo.
La esperanza pasa por colocar gente de minorías al mando, de modo que el crecimiento urbano refleje las necesidades de los nativos de Detroit. En lugar de reurbanizaciones radicales que subviertan de plano vecindarios enteros, Cantrell desea que proyectos de pequeña envergadura se inserten en los barrios ya existentes. Entonces, los inversores locales –conscientes de las necesidades locales, ya que tienen inversiones personales y monetarias allí– priorizarán el crecimiento equitativo y mantendrán el tejido urbano tradicional. Cantrell reconoce que este tipo de proyecto no puede asegurar la asequibilidad futura en el mercado inmobiliario, pero sí puede darles las riendas a los residentes comunitarios en lugar de a desarrolladores foráneos.
Esta colaboración entre una organización local sin fines de lucro, una compañía con ánimo de lucro y la institución académica provee un modelo particular para el adiestramiento comunitario también en otras ciudades que atraviesan desafíos similares. Aunque el proyecto de Cantrell está apenas en una fase incipiente, es un estimulante ejemplo que pudiera marcar el pulso de la nueva era de reurbanización participativa, sobre todo en las áreas que más la necesitan.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés CityLab.com.