Moverse en Nueva York es demasiado caro para la clase trabajadora

Año tras año se vuelve más caro montar el metro de la ciudad de Nueva York. En 2015 el costo de un boleto de ida aumentó en un 10%, de $2.50 a $2.75. Para muchos neoyorquinos este incremento de tarifa es un sacrificio pequeño a cambio de servicio más fiable, rápido y eficiente. Pero tal parece que la ciudad se ha olvidado de sus residentes de bajos ingresos, los que dependen del metro para moverse y que quizás no pueden con el costo aumentado de 25 centavos por viaje.
Un nuevo reporte de la Community Service Society of New York (Sociedad de Servicio Comunitario de Nueva York) examina cómo abordar el problema de precios asequibles para los trabajadores de bajos ingresos. En una ciudad en que el transporte público es fundamental para la movilidad, un 58% de los neoyorquinos pobres dependen del metro y de los autobuses como modos de transporte, más que cualquier otro grupo social. De hecho, los trabajadores neoyorquinos de bajos ingresos normalmente gastan más del 10% de sus presupuestos familiares en transporte público, según indica el reporte. Si bien los pases mensuales ilimitados presentan una alternativa más asequible a largo plazo, a la mayoría de ellos les cuesta trabajo pagar su costo mensual de $116.50.
Esto deja a muchos residentes en una situación precaria: suben los precios, pero sus salarios se mantienen. El reporte narra la historia de un hombre que tuvo que tomar la decisión difícil de escoger entre comprar una MetroCard o pagar su alquiler, así como la de otro hombre que tuvo que caminar más de una hora desde West Harlem para asistir a clases universitarias en El Bronx. De hecho, muchos residentes no pueden asistir a entrevistas de trabajo, recoger a sus hijos de la escuela o tener inmediato a atención médica porque no pueden costear los precios que propone la Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA, por sus siglas en inglés). El informe agrega que un cuarto de los neoyorquinos de bajos ingresos y de edad trabajadora no pueden costear una MetroCard en lo absoluto.
Una solución sugerida en el reporte es reducir los costos del transporte público a la mitad para la clase trabajadora pobre —los que se encuentran en el umbral de la pobreza o debajo del mismo—, para que un viaje les cueste alrededor de $1.35. Con este programa se calcula que unas 361,000 personas que toman el metro podrían ahorrarse casi $194 millones al año, según indica el reporte.
En Nueva York, existen boletos reducidos a la mitad para las personas de tercera edad y para los residentes discapacitados sin importar su estatus económico. Los estudiantes de kinder al doceavo grado también reciben pases de transporte sin límite al comienzo de cada semestre. Además, algunos neoyorquinos disfrutan de beneficios tributarios para ayudarles a costear sus viajes, lo que se tramita con el empleador. Sin embargo, la mayoría de los trabajadores de bajos ingresos no reciben tales prestaciones.
“Ya les estamos dando exenciones tributarias y descuentos a muchos grupos. ¿Por qué no darlas a los que menos pueden costear [transporte público]?”, pregunta Nancy Rankin, una de los coautores del reporte. Es una pregunta que hoy día están contemplando muchos neoyorquinos: el informe indica que dos de cada tres neoyorquinos están a favor de un programa de precios de pasaje reducido a la mitad para la clase obrera pobre.
El costo aproximado del programa sería de $78 millones durante el primer año y $194 millones el segundo, lo cual Rankin ve como una meta razonable. “En un presupuesto de $80 mil millones de la Alcaldía, la ciudad probablemente puede encontrar $200 millones para esto”, dice. Como alternativa, el reporte incluye sugerencias como incrementar el impuesto estatal en gasolina o bien extender el actual impuesto en millonarios para compensar los costos.
Si acaso Nueva York decidiera implementar el programa, no sería la única ciudad en hacerlo. Actualmente ciudades como Seattle, San Francisco y Londres ofrecen descuentos de los precios de paisaje a los residentes de bajos ingresos o para los desempleados. Rankin dice que tiene esperanzas de que Nueva York siga este ejemplo en el futuro próximo. La oficina del alcalde neoyorquino Bill de Blasio hace poco declaró que “con gusto esperan repasar el reporte en mayor detalle”.
Mientras tanto, los altos precios de transporte público siguen impidiendo el ascenso social de residentes de bajos ingresos en la clase trabajadora. Los autores del reporte esperan que este programa de descuentos pueda revertir este efecto en alguna medida y permitir a más neoyorquinos buscar empleo en zonas de mayores ingresos. Como lo expresa Rankin, “el torniquete debe ser una entrada, no una barrera, a la oportunidad económica”.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.