Por qué en Seattle ya no están enamorados de Amazon

Ya van dos meses desde que Amazon avisó que está poniendo fin a su relación exclusiva con Seattle y buscando a segunda ciudad de amante. Desde entonces, el megaminorista ha recibido 238 peticiones de ciudades que quieren ser HQ2, su propuesta segunda sede. Se trata de lugares que están ofreciendo continuar desde donde Seattle lo ha dejado, convirtiéndose en un sede similar, con una plantilla de 50,000 empleos, muchos de los cuales son muy bien pagados.
Estos eventos han causado una de las siguientes reacciones en Seattle:
a) ¡Muy bien! Ahora mi alquiler dejará de subir.
b) Pánico extendido
c) Pánico extendido, pero sólo en el gobierno.
d) Recriminación, pero sólo en contra del gobierno.
e) Todo lo anterior salvo la opción b.
La respuesta ‘e’ es la correcta, con un énfasis en el pánico en el gobierno.
¿Y por qué? Porque los gobiernos locales necesitaban los ingresos mediante impuestos que Amazon proporcionó a las arcas de la ciudad, del condado y del estado. Esta región tiene algunos problemas bastante caros, entre ellos los alquileres y los precios de casas que son astronómicos, un tráfico paralizante, una cantidad creciente de personas sin techo y el deplazamiento de las minorías respecto a los vecindarios donde normalmente vivían. El área metropolitana de Seattle necesitaba mantener el boom de Amazon andando para poder ganar tiempo con el fin de abordar los problemas que hace mucho tiempo se habían enconado y que el boom había empeorado.
“La prosperidad nos permite recaudar los fondos para corregir los problemas del pasado”, dijo Dow Constantine, ejecutivo del condado de King, a los reporteros cuando la oferta de su condado fue anunciada. “La idea de que menos actividad económica, menos empleos y más pobreza de alguna forma u otra nos beneficiará por los precios de vivienda quizás se estabilicen es contraproducente, según yo creo”.
Esa reacción habla mucho de lo que se vive en Seattle. La cantidad exacta de impuestos que Amazon les paga a los gobiernos locales es un secreto de estado, conocido por sólo unos cuantos. Pero ahora sabemos que —a pesar de los millones que han fluido a los gobiernos locales en el área de Seattle de Amazon— no se cree que ese dinero sea suficiente para pagar por todos los problemas que el crecimiento de la compañía ha causado. Constantine está diciendo que Seattle necesitará mucho más crecimiento si queremos tener la oportunidad de solucionar nuestra escasez de vivienda y nuestra crisis de transporte público. Y eso no se va a dar: desde que un ejecutivo sénior de Amazon les dijo a los asistentes de una conferencia tecnología que la región de Seattle ni de broma llegaría a ser la segunda sede de Amazon, tendremos que reconocer que ya es ahora que nos vayamos quitándonos nuestra adicción a Amazon.
¿Hubo algo que podríamos haber hecho para salvar la relación y mantenernos como la única sede? Pues recurrí al internet a buscar las señales que indican que debíamos haber sabido que nuestra relación estaba en peligro.
Los pequeños detalles se van sumando
En una relación, se supone que uno no debe llevar la cuenta. Uno debe dejar pasar los pequeños puntos de fricción a favor del mayor bien de la relación. Eso dejó de ocurrir en Seattle.
Fue aproximadamente unos cuatro años atrás que oí mi primera anécdota de tipo ‘los empleados de Amazon se están llevando todas las casas’. Se la escuché a un hombre de negocios cuyo temperamento alegre es famoso en toda la ciudad. Y vaya, qué amargado estaba en ese momento. Los ‘amazónicos’ también empezaron a oír las mismas anécdotas. Ya habían recibido su propia versión del ‘congelamiento de Seattle’, es decir, el trato frío que Seattle les da a los recién llegados. Pero estas anécdotas ya eran prácticamente fanfarronerías y se oían en cafeterías, en fiestas y en los medios.
Esto no le pareció justo a personas como Dave Niekerk, un exejecutivo de Amazon que era responsable de las contrataciones durante los tiempos oscuros de la Gran Recesión. En 2008 las compañías tecnológicas locales como Microsoft estaban despidiendo a la gente. Por contraste, la compañía de Niekerk estaba contratando montones de personas, sacando a Seattle de su bajón laboral antes de otros lugares en el país y salvando a la economía local.
Hoy día, Niekerk está sumamente enojado por la actitud poco grata de los lugareños. “Cuando se cuentan historias sobre la compañía, siempre están buscando algún enfoque negativo sobre lo que está logrando la compañía”, dijo en una entrevista con KUOW. “Y una de las cosas frustrantes es que uno encontrará lo que busca”.
Amazon quizás sea una de las compañías más poderosas del planeta, con la voluntad y la capacidad de acabar con su competencia. Pero en su casa no recibe respeto: a Amazon se le culpa de todos los problemas de la ciudad.
Algo no se siente bien
La comunicación lo es todo en una relación sana: o visual, honestidad total. En Seattle, todo aquello se ha estado volviendo extraño con Amazon.
El presupuesto de cabildeo de la compañía es formidable: se gastó 6.2 millones de dólares en persuadir a los legisladores locales y federales en los primeros dos trimestres del año, más que Exxon o Walmart. En Seattle, algunos de esos fondos se dirigieron a un comité de acción política cuyo propósito era colocar a candidatos ‘amigables hacia los negocios’ en puestos poderosos locales.
Pocas personas saben lo que eso significa, exactamente, y cuando le preguntas a Amazon su portavoz pone reparos. Pero sí sabemos de unos cuantos nombres. Constantine —el ejecutivo del Condado King que encabezó la solicitud inútil de su condado por ser la segunda sede de la empresa— es uno de los favorecidos. Por su parte, el alcalde interino de Seattle —Tim Burgess— se está oponiendo a un nuevo impuesto empresarial que se aplicaría por cada empleado (algo que quizás afecte a Amazon debido a sus oleadas de contrataciones) y resulta que Burgess es un donante (¡qué sorpresa!) al mismo fondo apoyado por Amazon.
Es difícil entender lo que una compañía realmente quiere cuando quizás esté proyectando su propia voz. Y en esta zona, eso es algo raro. Cuando Boeing Commercial Employers —otro de los enormes empleadores de Seattle— quiere exenciones tributarias a cambio de empleos existentes, éste expresa sus deseos directamente. La compañía exige, nosotros pagamos y se acabó.
Las conversaciones se vuelven campos minados
En una relación sana, ningún tema está prohibido. Pero cuando Seattle trata de plantear el tema de nuevos impuestos para los múltiples problemas de la región que están relacionados con el crecimiento, recibimos el silencio de Amazon.
El Concejo Municipal de Seattle habló de un impuesto en los extranjeros que compren casas, pero hasta la fecha esto no ha avanzado en lo absoluto. Entonces se propuso imponer un cargo sobre los que ganan mucho dinero. El grito ‘cóbrales impuestos a los ricos’ se escuchó en la cámara del Concejo. Esa medida fue aprobada. Quizás no llegue a ser una ley (los tribunales del estado de Washington tienen un historial de fallar que los impuestos sobre los ingresos son ilegales), pero aparentemente Amazon captó el mensaje. Dentro de semanas de la votación del Concejo sobre cobrarles impuestos a los ricos, la compañía inició la búsqueda por su segunda sede.
Hay varias cosas que nos hemos cuidado de decirle a Amazon, para mantener una buena relación. Pero, como no nos dan crédito. Por ejemplo, ¿se supone que los plátanos que ustedes regalan en sus quioscos comunitarios son en realidad una broma ‘inteligente’ contra nosotros? ¿Las icónicas ‘esferas’ del edificio de la empresa son correctas a nivel anatómico? Y, finalmente, si el estado de Washington tuviera un impuesto sobre los ingresos en primer lugar, ¿estarían ustedes aquí?
Las relaciones se estancan
Resulta positivo cuando personas en una relación les dan uno al otro el espacio para cambiar y crecer. Sin embargo, Seattle y Amazon se quedaron estancados en un patrón. Tomamos la prosperidad que la compañía trajo y empezamos a verla como parte de lo que nos tocaba.
Pero Amazon resultó ser una empresa un poco cerrada. Las personas se enteraron de que si no sabían programar, con frecuencia un empleo en Amazon podría tener un sueldo tan ordinario como en cualquier otro lugar. Y el costo de la vida subió mucho, y rápidamente. Seattle más o menos se quedó esperando, a ver si algo sucediera que fuera a cambiar el patrón. Entonces Amazon absolutamente cambió el patrón.
Y no nos dimos cuenta. Amazon llegó a un punto en que miró a su alrededor y no le gustó lo que vio. Quizás dejó de creer que podría reclutar otros 50,000 trabajadores y acoplarlos a esta ciudad según un programa adecuado. A lo mejor simplemente quería el amor y el respeto que creía que se había ganado de Seattle.
Es probable que nunca lo sepamos y ahora es muy tarde. La compañía está llevando a cabo sus propios planes para empezar una relación con otra ciudad, cuya identidad se sabrá en algún momento el año que viene. Cuando eso ya se decida, ahí es cuando empezarán los tiempos oscuros de Seattle. Surgirán nuevas preguntas: ¿si este es sólo el comienzo de una despedida larga, ¿cuándo lo sabremos? ¿Cómo solucionamos los problemas y recuperamos la vieja dicha de Seattle?
Y si Constantine tiene la razón y realmente necesitamos más crecimiento para poder resolver los problemas de crecimiento de Seattle ¿cómo lo vamos a hacer? ¿Puede esta ciudad incubar a otro megaempleador? En este aspecto, Seattle ha tenido suerte en el pasado: los multimillonarios de la aeronáutica fueron sucedidos por multimillonarios tecnológicos. Pero los resultados del pasado no predicen retornos futuros.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.