Cómo las ciudades pueden salvar los pequeños negocios

A lo largo de sus dos décadas en el negocio, Jane's Exchange, una tienda de ropa de segunda mano para niños y maternidad en el East Village de Manhattan, ha vestido a varias generaciones de neoyorquinos y ha servido como un centro de recursos de facto, sitio de plática social y área de juegos. Cuando no está istrando Jane's Exchange, la copropietaria Gayle Raskin, quien también vive en la zona, suele estar activa colaborando con el resto de la comunidad.
Especialmente en esta isla de vidrieras vacías, su tienda es un ejemplo clásico de por qué los negocios locales son importantes: la tienda cubre una necesidad, da empleo a residentes locales, reinvierte localmente, le da calidez y personalidad a una cuadra y apoya las uniones vecinales y las instituciones, las cuales la apoyan a cambio.
Las tiendas de este tipo están desapareciendo rápidamente de las calles de la ciudad, particularmente en Manhattan, donde a menudo quedan vacías —provocando la llamada decadencia por altos alquileres— o son sustituidas por cadenas de tiendas. Según el Congreso de Pequeñas Empresas, al menos 1,200 pequeñas empresas cierran cada mes en la ciudad de Nueva York. Incluso si esa cifra es correcta, algunas son reemplazadas por nuevas pequeñas empresas. Pero la inmensa magnitud del problema es clara: "Éste es el principal problema en Manhattan", dijo la presidenta del Condado Gale Brewer al Concejo Municipal en una audiencia el pasado mes de septiembre. En esa audiencia, los del concejo reprendieron a los funcionarios de la ciudad por no reunir datos a una escala proporcional con el problema.
Mientras tanto, ciudades en todo Estados Unidos y en todo el mundo están reconociendo el valor de los minoristas locales y están promulgando políticas para enriquecer los suelos frecuentemente pobres donde las pequeñas empresas intentan crecer. Esto se debe a que las autoridades municipales se están dando cuenta de que la base de toda comunidad es su sentido del lugar —su singular apariencia y sentimiento, raíces y aspiraciones— y los minoristas locales son esenciales para expresar eso. Las tiendas son parte de la cultura, además, de ser lugares donde se puede arreglar un zapato, encontrar un vestido, comprar un café y platicar.
El conjunto de instrumentos de soluciones para salvar las tiendas locales se está ampliando, incluso en este momento en que no sabemos cómo cambiará la dinámica de las compras ante el comercio en línea. San Francisco, por ejemplo, durante algún tiempo sólo ha permitido cadenas de tiendas en casos particulares. Phoenix tiene prohibido darles a los grandes minoristas incentivos fiscales y de otro tipo. Palm Beach, en Florida, ha creado una Zona de Servicio a la Comunidad, y Fort Collins, en Colorado, declaró una moratoria de desarrollos a fin de manejar de forma más sensata una oleada de cadenas de tiendas que desean asentarse en el lugar. Seattle está trabajando para lanzar un programa de apoyo a las empresas históricas (hay una larga historia aquí: antes de la Gran Depresión, Estados Unidos les cobraba un impuesto extra a las cadenas de tiendas).
Éste es el momento para que las tiendas familiares hagan valer su propuesta de valor, afirma Olivia LaVecchia, investigadora asociada del Instituto para la Autosuficiencia Local (ILSR) en Washington DC. "Realmente no se reconoce la gran capacidad económica de las pequeñas empresas", dice LaVecchia, citando su interdependencia con otros resultados locales deseables, tales como el mantenimiento de la vivienda asequible y el empleo.
Un reciente informe del ILSR aboga por seis enfoques de política que cualquier localidad puede aplicar. Estas ideas se prestan para ser personalizadas. Después de que se cerraron una serie de tabernas en Inglaterra (los ‘pubs’), nació un nuevo proceso para designar los negocios locales como Activos de Valor Comunitario que podrían seguir un camino hacia la preservación del negocio. Ahora el Ivy House está prosperando como el primer pub de propiedad cooperativa en Londres. En el Barrio Latino de París, cuando cerraron demasiadas librerías y se aglomeraron demasiados turistas, surgió el programa Vital Quartier de la ciudad para combatir la ‘blandificación’ y promover la tenencia de organizaciones culturalmente importantes. De Barcelona a Buenos Aires, las ciudades están demostrando que la cultura minorista local es importante.
¿Pero en la ciudad de Nueva York? "Sólo se escuchan los grillos", dice Kirsten Theodos. Ella es la apasionada coordinadora de Take Back NYC, que aboga por la aprobación de la Ley de Supervivencia de Pequeños Negocios y Empleos, o SBJSA, la única medida que aborda directamente la cuestión de las tasas de alquiler y la renovación de los contratos de arrendamiento, que, según los propietarios, es su problema número uno.
Pero el sonido del silencio en Nueva York está empezando a cambiar. Hay muchas ideas circulando de varios políticos y grupos, aún más ahora que hace dos años, cuando con optimismo escribí un resumen de las propuestas de mi antiguo trabajo en la preservación de East Village (y llegué a conocer a algunas de las personas citadas en este artículo). Una propuesta que está siendo examinada por la Junta Comunitaria 3 en el centro de Manhattan crearía un distrito de zonificación especial en East Village destinado a limitar el número de nuevas cadenas de tiendas y bancos. Una reciente manifestación en favor del distrito de zonificación especial se celebró frente a un Starbucks en construcción en Tompkins Square Park, a una cuadra de donde el popular café Pick-Me-Up presuntamente fue expulsado por demandas del arrendador. Un candidato a alcalde y otro candidato a defensor público han priorizado los pequeños negocios en sus campañas.
Pero ésa es la cosa: hay mucho que está siempre a punto de ocurrir. Mientras Nueva York solo habla, Jersey City, del otro lado del río Hudson, actúa. Sus autoridades acaban de votar para reafirmar una disposición de ‘fórmula minorista’ similar que limita qué cantidad de sus minoristas en el centro pueden ser cadenas de tiendas.
Dicen los defensores de los pequeños negocios que el motivo para la inacción, en este caso, es que el alcalde Bill de Blasio y los más poderosos del Concejo simplemente no tienen ningún deseo de abordar el tema intocable de los alquileres comerciales cuando la organización de los desarrolladores inmobiliarios (la Junta de Bienes Raíces de Nueva York o REBNY, por sus siglas en inglés) es una de las fuentes más fiables de efectivo para las campañas. Un representante de REBNY fue una de las cuatro personas que hablaron en contra de la propuesta de distrito especial en East Village, entre varias docenas que estuvieron categóricamente a favor, en una audiencia sobre el tema en junio, celebrada por la Junta Comunitaria 3. "La verdad es que, a nivel local, como a nivel estatal, la comunidad inmobiliaria es muy influyente. Le toca a los constituyentes y defensores de inquilinos y propietarios de pequeñas empresas ejercer presión en eso", me dijo delicadamente el senador estatal Brad Hoylman, un demócrata que representa buena parte de East y West Village, en una entrevista el mes pasado.
En mayo pasado, Hoylman publicó un informe que documenta el estado de vacío de las vidrieras de Bleecker Street, que era un destino de compras hace una década. Dice que inmediatamente fue ado por varias personas en la industria de bienes raíces con opiniones que darle. Él planea escucharlas, pero dice que mantiene sus recomendaciones de política, las cuales, si se adoptan en conjunto, formarían el tipo de estrategia robusta y multifacética que ha tenido éxito en San Francisco, donde mantuvo las tiendas familiares como parte visible del tejido urbano. El plan incluye apoyo para la SBJSA; la "zonificación para actividad minorista" que permite las cadenas de tiendas solamente mediante permisos, no por derecho; los desincentivos a los propietarios por mantener espacios vacíos, además de incentivos por llenarlos, incluso con usos temporales; la tributación más justa; la recopilación de nuevos datos; y la creación de un Registro de Negocios Legados como el de San Francisco, que ayuda a elevar el perfil de tiendas y restaurantes antiguos e históricos (en SF también se les hace llegar algún dinero).
La presidenta del distrito de Manhattan Gale Brewer también promueve un paquete de soluciones políticas , con la notable adición de vidrieras "condominizadas", de manera que los propietarios de tiendas puedan tener más control sobre sus negocios, sin tener que comprar un edificio entero. Al igual que Hoylman hizo en el centro, su personal contó vidrieras vacías en la parte alta de la ciudad, revelando una situación tristemente similar. En esa audiencia del Concejo Municipal en septiembre, los representantes de los Servicios de Pequeñas Empresas y Planificación Urbana (SBS) dejaron claro que no tenían datos reales sobre los números de los pequeños negocios, ni planes de recopilarlos.
Esa falta de dirección de las instancias superiores es la razón por la que nuestras calles se ven y se sienten así. Claro, hay unos cuantos pequeños programas de gobierno, ya sea una reserva minorista en Harlem o la campaña Love Your Local en toda la ciudad. Pero un lugar decidido a mantener su cultura minorista debe abordar la situación holísticamente, y listo para aplicar las regulaciones necesarias, como ha hecho San Francisco, o como pretende hacer Hoylman.
En Jane's Exchange, la propia Raskin reconoce que, si sus hijos fueran bebés hoy, Amazon sería un poderoso atractivo. Las cadenas de tiendas pueden ser útiles y las compras en línea pueden ser convenientes. Pero lo que los defensores de las pequeñas empresas de la ciudad de Nueva York quieren ver es un entorno en el que las pequeñas empresas exitosas puedan permanecer abiertas y los nuevos negocios puedan tener tiempo para lograr el éxito. Hay maneras de hacerlo. Lo que las autoridades de la ciudad de Nueva York necesitan ahora es voluntad.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.