La posibilidad de elegir distintos tipos de escuelas podría estar acelerando la gentrificación

Cuando Francis Pearman estudió en la Universidad Vanderbilt, él y otro estudiante posgrado se dieron cuenta de un fenómeno impresionante en Nashville: las familias blancas y ricas se estaban mudando a los barrios de bajos ingresos sin enviar a sus hijos a las escuelas de dichos barrios.
“Estábamos muy curiosos por ver cómo se veía esa relación a nivel nacional”, dijo Pearman, ahora un profesor en la Universidad de Pittsburgh.
Cuando Pearlman y Walker Swain —aquel otro estudiante posgrado— examinaron a los datos nacionales, surgió un patrón. La capacidad de optar por no asistir a una escuela del vecindario incrementó las posibilidades de que un barrio mayormente afroestadounidense o latino tuviera una afluencia de residentes más pudientes.
“En la medida de que se expande la elección de escuela, se incrementa la posibilidad de que las comunidades minoritarias de bajos ingresos experimenten la gentrificación”, dijo Pearman.
Su hallazgo se agrega a los debates ya contenciosos sobre las políticas con respecto a la elección de escuela, la gentrificación (es decir, el cambio demográfico que lleva a un desplazamiento de los más pobres en un vecindario) y la segregación. Y ahora otro estudio —el cual se centró en Charlotte, Carolina del Norte— ha llegado a conclusiones parecidas: los precios de vivienda se dispararon en áreas en donde se les dio a los estudiantes una nueva capacidad de cambiar de una escuela considerada fallida a otra escuela.
“Lo que es impresionante en este momento es que la escolaridad y la vivienda se están separando de manera que no ha ocurrido anteriormente”, dijo Carla Shedd, profesora en el CUNY Graduate Center (Centro de Estudios Posgrados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York) quien ha escrito sobre la elección de escuela y la vivienda.
Para los que abogan por la elección de escuela, esta separación entre las opciones disponibles de escuelas y la vivienda segregada es una característica clave. Para los que critican la elección de escuela (como Shedd), plantea cuestiones difíciles sobre si esas personas recién llegadas a un barrio ayudan o dañan a una comunidad. “¿Qué es un vecindario sin una escuela?” pregunta. “¿Qué es una escuela sin un vecindario?”.
El estudio nacional de Pearman y Swain —el cual fue publicado en la revista académica Sociology of Education— examinó a cuatro programas diferentes de elección de escuela: las escuelas imanes (magnet schools), las escuelas subvencionadas (charter schools), los vales para escuelas privadas y la matrícula abierta a lo largo de distritos escolares.
Cuando las opciones escolares son limitadas, las comunidades pobres con más personas blancas son las que tienen la mayor probabilidad de gentrificarse. Sin embargo, cuando hay más opciones para elegir escuelas, los barrios con más minorías tienen la mayor probabilidad de gentrificarse.
Los efectos fueron considerables: la probabilidad de que un barrio de minorías se gentrifique más que duplica: aumenta de un 18% a un 40% cuando están disponibles las escuelas magnet y las escuelas chárter o subvencionadas.
El estudio no encontró ningún impacto de parte de las iniciativas de matrícula abierta que permiten a los estudiantes a cruzar líneas de distrito para asistir a escuelas. Los programas de vales escolares —quizás la opción más controversial sobre elección de escuelas— tuvo efectos mixtos.
El hallazgo de que las familias más pudientes están más abiertas a entrar a las escuelas racialmente segregadas si pueden evitar las escuelas locales no es necesariamente sorprendente. Investigaciones anteriores han demostrado que las escuelas afectan a las elecciones de vivienda y que la raza es utilizada por las familias blancas como un representante de la calidad de una escuela. Este estudio está entre los primeros que hayan vinculado directamente la elección de escuela con la gentrificación, aunque los datos sólo pueden sugerir causa y efecto.
Los investigadores señalan que no examinaron a la aversión de las personas ‘gentrificadoras’ a las escuelas de los vecindarios; dicha aversión podría haber sido basada en percepciones correctas sobre la calidad de las escuelas o bien en suposiciones racistas.
El estudio de Charlotte examina un fenómeno parecido en un distrito que se dio a principios de la década de 2000. Bajo la ley federal No Child Left Behind (Que Ningún Niño Se Quede Atrás), había reglas que indicaban que cuando las escuelas no llegaran a cumplir con ciertos puntos de referencia en cuanto al avance durante dos años seguidos, los estudiantes en la zona de asistencia de la escuela recibieran consideración prioritaria para asistir a otras escuelas populares en el distrito. Esto hizo que esas áreas fueran atractivas para las familias que estaban buscando ingresar a las escuelas favorecidas y, por ende, fueron preparadas para la gentrificación.
Los investigadores Stephen Billings, Eric Brunner y Stephen Ross encontraron que esta política condujo a incrementos en los precios de vivienda y significó que las casas fueron compradas por familias de mayores ingresos, en comparación con otras áreas en que las escuelas no fueron consideradas como fallidas.
No está claro si los estudiantes beneficiaron de esas opciones. Evitar la escuela del vecindario quizás haya aumentado sus puntajes en exámenes de Lectura, pero no tuvo efecto en sus puntajes en exámenes de Matemática, según encontró el estudio.
“Puede haber una reestructuración de la pobreza urbana a tal punto que las escuelas se vuelvan menos vinculadas al vecindario”, dijo Pearman.
¿Pero qué significan estos cambios para las escuelas existentes, los estudiantes y los residentes? Ninguno de los dos artículos académicos ofrece respuestas sobre la manera en que los recién llegados afectan a estas comunidades.
En cuanto a la escuela local, un estudio encontró que la gentrificación de vecindarios en Chicago no condujo a ninguna mejoría para los estudiantes que ya estaban asistiendo previamente a las escuelas del vecindario.
Además, la desconexión entre una escuela y su vecindario —integración en uno pero no en el otro— podría llegar con otras consecuencias adversas, entre ellas la pérdida de poder político para los residentes antiguos del barrio. Si bien reconoce que hay pruebas inconsistentes sobre si la gentrificación causa el desplazamiento residencial, Shedd —la profesora de CUNY— señaló sus efectos más difíciles de medir, como la pérdida de negocios locales y costumbres.
“¿Está cambiando un lugar respecto a cómo era antes, en términos no solo de la demografía, sino quizás el apego de la gente a (…) esos lugares y a las normas que están presentes?”, preguntó.
Los investigadores de Charlotte señalan otra desventaja: que las familias que se mudan gracias a las políticas en cuanto a la elección de escuela realmente pueden socavar la intención de algunas de estas políticas.
Según escriben los investigadores, “si bien las provisiones de la NCLB [Ley Que Ningún Niño Se Quede Atrás] en cuanto a la elección de escuela fueron diseñadas para beneficiar a los residentes actuales de escuelas fallidas”, el hecho de que las familias puedan mudarse estratégicamente quizás signifique que “los beneficios del programa mayormente recaigan en las familias más nuevas y presuntamente más pudientes”.
Este artículo fue publicado originalmente en Chalkbeat, una página de noticias sin ánimo de lucro que cubre los cambios en las escuelas públicas.