Cómo Charlottesville pasó de ser ‘la ciudad más feliz de EEUU’ a un símbolo del odio

Charlottesville, Va.— “Valoramos la diversidad, la igualdad y el amor en este establecimiento y en nuestra comunidad”, decía un letrero de papel. Estaba pegado a una puerta en The Pie Chest, una pequeña pastelería justo afuera de la calle comercial principal en Charlottesville, Virginia. Un letrero similar -” Los derechos de las minorías son derechos humanos”- estaba pegado en una ventana de un restuarante de hamburguesas. Otro, junto al teatro local, decía “La diversidad nos hace más fuertes”. La palabra “diversidad” estaba pintada con los colores del arco iris.
Charlottesville es, como muchas ciudades universitarias, un enclave progresista. Sus áreas comerciales están plagadas de tiendas de jugos naturales, cafés y boutiques con tiernos nombres como ‘El Cerdo Impecable’. Charlottesville es casi agresivamente idílica y casi imposibilemente encantadora. De hecho, en 2014 fue nombrada como la ciudad más feliz de Estados Unidos, por la Oficina Nacional de Investigación Económica.
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¿Por qué, entonces, Charlottesville, el hogar de la Universidad de Virginia, ha acogido numerosas veces -aunque reaciamente- manifestaciones de supremacistas blancos? ¿Por qué este pueblo alegre, lacónico y progresista ha sido un un lugar favorito para los neonazis, la Alt-Right y el KKK? ¿Y, por qué, Charlottesvile ha sido, este fin de semana, escenario de lo que ha sido calificado como “la reunión de odio más grande en décadas en EEUU”?
En gran parte, la respuesta a esto está en la historia. Charlotesville es una ciudad que abraza esta historia, no como un hecho francamente del pasado, sino que como una característica definitoria del presente.
Las placas y estatuas relacionadas están en todo el campus de la universidad. Thomas Jefferson -tanto como una persona y como una idea- se siente en todo el lugar. Pero Charlottesville no es solo una ciudad liberal en un estado conservador. También es una ciudad sureña en un estado sureño. Los monumentos que explican la historia de la ciudad son muchas veces los que celebran a los héores del Ejército Confederado. Y son esos monumentos, en particular, los que han servido como una lámpara de esta historia.
En el centro de la principal zona de Charlottesville, a pasos de la panadería The Pie Chest y a una milla del campus, está Emancipation Park ( ‘el parque de la Emancipación’). Ahí se ubica una enorme estatua de Robert E. Lee, el líder del ejército del sur. Mide 26 pies de alto y muestra al general en un enorme caballo.
La batalla entre Charlottesville y los supremacistas blancos comenzó más directamente en abril, cuando el Concejo Muncipal de la ciudad -siguiendo una tendencia nacional- votó para remover la estatua de Lee (como ha explicado CNN, este proceso está detenido en los tribunales actualmente).
En mayo, Richard Spencer -un nacionalista blanco, quien estudió en la Universidad de Virginia- lideró una protesta en contra de la remoción de la estatua. Spencer y sus seguidores desfilaron en el parque, cantando y llevando antorchas. “No seremos reemplazados en este parque”, dijo Spencer a la multitud, de acuerdo a CBS News. “No seremos reemplazados de este mundo. Los blancos tenemos futuro. Tenemos un futuro de poder, de belleza y de expresión”.
En junio, el Concejo Municipal de la ciudad votó para rebautizar dos de los parques que conmemoraban a la Confederación al ejército sureño. Los parques Robert E. Lee y Stonewall Jackson ahora son el Parque de la Emancipación y el Parque de la Justicia, respectivamente.
En julio, el Ku Klux Klan realizó su propia manifestaciónen Charlottesville, donde celebraron la estatua del general confederado Stonewall Jackson. “Poder blanco”, gritaron alrededor de 50 personas, vestidos en sus túnicas blancas y llevando banderas confederadas.
Al mismo tiempo, una contraprotesta de alrededor de mil personas los recibió, cantando “racistas váyanse a su casa”, cosa que los del KKK terminaron haciendo.
“Charlottesville ha sido puesta en el mapa recientemente”, dijo el alcalde de la ciudad, el demócrata Mike Signer, en CNN el mes pasado. “ Queremos cambiar esta narrativa, contando la verdadera historia racial a través de los espacios públicos. Eso nos ha hecho un objetivo para los grupos que odian el cambio y se quieren quedar en el pasado, pero no seremos intimidados”.
Pero Charlottesville, al parecer, seguirá siendo un objetivo, al punto que este fin de semana la ciudad fue sinónimo de odio y violencia (el ‘trending topic’ o tema de tendencia en redes sociales ha sido simplemente ‘ #charlottesville’).
El viernes en la noche, un grupo de nacionalistas blancos llegaron al campus de la Universidad de Virginia, protestando contra la remoción de la estatua de Lee, cargando banderas confederadas, llevando antorchas y levantando sus brazos haciendo el saludo nazi. El sábado, esta vez en las calles de la ciudad, los manifestantes se encontraron con contramanifestaciones. Los grupos chocaron, a veces violentamente. Un hombre atacó a un grupo con su auto, atropellando y matando a una persona e hiriendo a 19. Dos policías estatales de Virginia fallecieron cuando su helicóptero cayó, mientras asistía en el patrullaje de los hechos violentos.
Una de las pocas tiendas que se mantuvieron abiertas la tarde del sábado en el centro de Charlottesville, incluso durante la violencia, fue una farmacia. Su ítem más vendido, según me dijo un empleado, fueron botellas de agua y líquido para limpiarse los ojos del gas lacrimógeno que fue usado, aunque no queda claro por quién y en contra de quién.
“Esta fue la primera vez que ha pasado algo así en esta ciudad”, me dijo otra empleada. Ella estaba parcialmente sorprendida del nivel de la ira y la violencia, pero no totalmente. Charlottesville, finalmente, es un lugar donde chocan ideas: el conservadurismo y el liberalismo, el pasado y el presente, el odio y la esperanza. Y Charlottesville, también, está protestando.
“Esta ola de odio y fanatismo fue traída a la ciudad por forasteros que corresponden a la basura de la historia”, dijo el alcalde Mike Signer. “Este día no nos definirá”.
Este artículo originalmente fue publicado en inglés en The Atlantic y en CityLab.com.