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América Latina
    Crisis en Venezuela

    Los venezolanos se quedan sin agua en medio del peor apagón de su historia

    La oferta de los acueductos apenas cubre 60% de la demanda y las máquinas del sistema consumen 10% de la energía que genera el país, hoy sumido en la oscuridad del colapso eléctrico. En medio de la desesperación las personas buscan agua en manantiales, tubos rotos y hasta alcantarillas, una situación que agrava el aumento de enfermedades por consumir el líquido no potable.
    13 Mar 2019 – 08:17 PM EDT
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    CARACAS, Venezuela.– El Nobel colombiano Gabriel García Márquez publicó en 1958 una crónica titulada 'Caracas sin agua', que narraba la crisis provocada por una intensa sequía en la capital venezolana. Seis décadas más tarde, la realidad bolivariana supera ese relato y los caraqueños buscan desesperados el líquido en manantiales, tubos rotos y hasta alcantarillas para hacer frente a la debacle del servicio, que se acentuó tras el apagón que comenzó el jueves 7 de marzo y se extendió por más de 96 horas en casi todo el territorio nacional.

    La ciudad se asemeja a un desierto. El colapso eléctrico obligó al régimen de Nicolás Maduro a suspender las actividades laborales y escolares hasta el miércoles 13 de marzo. Con la mayoría refugiada en sus hogares y las vías desoladas, por las calles vagan de un lado a otro hombres, mujeres y niños cargando botellas y envases de distintas formas y tamaños. Todos vacíos y con la esperanza de ser llenados en cualquier sitio donde se consiga un poco de agua.

    "Yo llevo ocho días sin agua", se queja Josefina Rodríguez, de 28 años. Esta vecina de El Valle, barrio popular del sur de Caracas, acudió temprano a tomar agua de un manantial que está al borde de una carretera a las afueras de la urbe donde abundan los talleres mecánicos. "Primera vez que vengo. Esto da rabia, indignación, no es justo que un país tan rico esté pasando por esto", lamenta la joven manicurista que, además, ha perdido clientela en estos días. "Ni me llaman, ni las llevo a casa para no malgastar el agua", cuenta.

    Los caraqueños ya están habituados al racionamiento de agua, reflejo de la ruina de los servicios públicos en un país martirizado por la hiperinflación y la escasez de alimentos y medicinas.

    "Por mi zona solo tenemos regularmente entre domingo y martes", detalle José Rivas, habitante de la localidad Coche. Rivas, de 31 años, suele visitar el manantial para surtirse. "De aquí saco para beber y cocinar. Normalmente hago una cola de 15 minutos, pero hoy ya tengo una hora aquí parado y todavía falta", rezonga este obrero, en la mitad de la larga fila que desemboca en dos pequeños chorros distribuidos por un par de señores que a cambio reciben una "contribución" de los s.

    Mientras esperan para cargar las botellas, los sentimientos fluyen caudalosos bajo el sol. Al pie del manantial, una cascada de reproches cae sobre Maduro. "Esto es por falta de mantenimiento, la crisis estaba anunciada. Nunca habíamos vivido un caos así", suelta un jubilado de 57 años. "Esto da rabia, Maduro es el culpable", afirma un oficinista de 51. Un vendedor de seguros de 44 años es el más condescendiente con el líder chavista: "Puede que sea sabotaje o negligencia, o quizás las dos cosas", plantea con tono resignado.

    Sin respuesta

    El ingeniero Norberto Bausson, expresidente de la Hidrológica de la Región Capital (Hidrocapital), ofrece datos que explican la caída del servicio. La oferta de los acueductos apenas cubre 60% de la demanda. Las máquinas del sistema consumen 10% de la energía que genera el país, hoy sumido en la oscuridad del colapso eléctrico, y 40% del agua de los embalses no llega a las viviendas por fallas logísticas, fugas y tomas clandestinas.

    "Con un manejo eficiente, podríamos entregar más de 300 litros de agua por persona al día, pero hoy no llegamos ni a 50 litros. Tenemos un deterioro muy grande, no se cumplieron los cronogramas de las nuevas obras, las instalaciones se encuentran en un estado precario, se debilitó la institucionalidad y ha habido una diáspora de empleados calificados muy grande", agrega Bausson.

    Maduro se jacta de que en Venezuela los servicios públicos prácticamente son gratis por el subsidio del Estado. El antiguo jefe de Hidrocapital sostiene que precisamente ese es un error que afecta las finanzas de las empresas públicas y no promueve el uso consciente del recurso. "La gente prefiere tener un bote de agua en su casa antes que llamar a un plomero para gastar el dinero en una reparación", señala.

    Al noroeste, en el otro extremo de la ciudad, un grupo de vecinos pegaron una manguera a un "tubo madre" para abastecerse en la urbanización Bella Vista. "Esta agua es muy buena, cristalina", afirma un hombre canoso. "Cerca del hospital militar en San Martín hay otra toma, pero esa agua es puro barro. Solo puede usarse para el baño. Pero esta de aquí sirve para beber y cocinar", le dice a una señora que está en la cola sosteniendo cuatro botellas.

    "Yo no tengo idea de dónde sale esa agua ni quién puso la manguera", comenta un empleado público que prefiere resguardar su identidad. Utilizará el líquido para bañarse y preparar la comida. "En mi casa somos seis personas, incluidos dos adultos mayores, y estar sin agua y sin luz es muy duro", ite visiblemente cansado.

    El doctor Jaime Torres, jefe de la sección de infectología del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela (UCV), advierte que en este momento "no sabemos la calidad del agua que se está consumiendo". Torres apunta que el aumento en el país de enfermedades como hepatitis A, amibiasis y salmonella ya sembraba dudas con respecto al funcionamiento del sistema de potabilización.

    El médico indica que el agua de manantial también puede estar contaminada y por ello no es aconsejable ingerirla directamente. "La medida más práctica es hervir el agua por unos 10 minutos, aunque ahora no es fácil tampoco por los problemas de electricidad. Igualmente, deben utilizarse los filtros para evitar el riesgo de sufrir una infección", acota el profesor de la UCV.

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    En medio de la desesperación, decenas de ciudadanos buscaron agua en los alrededores del Guaire, un río totalmente contaminado que atraviesa Caracas. Según la versión oficial, el agua proviene de un manantial subterráneo, aunque termina cayendo en esa especie de cloaca a cielo abierto que cruza la capital. Torres alerta que el líquido que tiene contaminación orgánica y biológica "no puede usarse de ninguna manera porque existe el riesgo de infecciones a través de la piel y las mucosas".

    Sentada en un pequeño banquito blanco de plástico, Rosiris Tovar, una robusta morena de 38 años, aguarda el turno para llenar sus botellas en el tubo de Bella Vista. "Esa agua no es mala, yo la he probado", confía Tovar, quien trabaja limpiando en una residencia de ancianos. Junto con su hija, recoge todo el líquido que puede y adelanta que "lo usaré para todo porque no tenemos ni una gota para beber". Vive con 14 familiares y tiene la casa vuelta un infierno. Está harta y antes de despedirse con sus botellas llenas pide que publiquen lo que dice le brota de su corazón: "¡tenemos que sacar ya a Maduro!".

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