Los brasileños eligen presidente con el ultraderechista Bolsonaro como favorito
Los brasileños votan este domingo en unas polarizadas elecciones en las que solo un cambio inesperado evitaría la llegada al poder del ultraderechista Jair Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura militar (1964-85) y irador del presidente Donald Trump.
En todo el país han sido instalados 450,000 centros de votación que abrieron a las 8:00 am, hora local, iniciando una jornada para la que están convocados unos 147 millones de votantes y en la que también se elegirá en segunda vuelta a los gobernadores de 14 de los 27 estados, que completarán el mapa político.
Los brasileños podrán votar hasta las 17:00 horas, aunque, por los diversos usos horarios que existen en el vasto territorio brasileño, en los estados del oeste cerrarán dos horas después. Una vez que cierren los colegios en todo el país podrán ser divulgados sondeos a pie de urna y el Tribunal Superior Electoral comenzará a difundir los primeros boletines con resultados oficiales.
El candidato de extrema derecha emitió su voto en Río de Janeiro bajo estrictas medidas de seguridad, luego de que un grupo de militares fueron desplegados en el colegio electoral. Acompañado por su esposa y portando un chaleco antibalas bajo su chamarra, votó y no dio declaraciones a la prensa.
Por su parte, el candidato progresista Fernando Haddad emitió su voto en Sao Paulo con la "confianza" de que conseguirá revertir la ventaja que las encuestas otorgan a Bolsonaro y advirtió del "riesgo "que su contrincante representa para la democracia en Brasil.
"El sentimiento es de mucha esperanza y mucha confianza de que vamos a revertir el escenario", dijo Haddad, sucesor de Luiz Inácio Lula da Silva en la disputa electoral.
Bolsonaro, de 63 años, del Partido Social Liberal (PSL), es el gran favorito en todas las encuestas. Un sondeo publicado el jueves situaba a este excapitán del Ejército en un holgado 56%, frente al 44% obtenido por su rival, el izquierdista Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), que vio recortada su desventaja y confía en un “viraje” final.
El delfín del encarcelado Luiz Inácio Lula da Silva, el histórico líder del PT, fue designado candidato en septiembre sustituyendo a su mentor, que cumple 12 años de condena por corrupción.
Hasta entonces, Haddad, de 55 años e hijo de inmigrantes libaneses, era un gran desconocido para los tradicionales votantes del PT, pero impulsado por Lula consiguió un meteórico ascenso, aunque parece insuficiente para frenar los vientos de extrema derecha que se van asentando por el mundo.
Quien fue alcalde de Sao Paulo y ministro de Educación de Lula, casado con una dentista y que tiene dos hijos, se ha centrado en esta última etapa en crear “un frente democrático frente al fascismo” promovido según él por su adversario.
También Lula, que en esta campaña para la segunda vuelta separó su omnipresente imagen de la de su heredero, pidió desde la prisión de Curitiba, a través de una carta, “la unidad de los demócratas” para frenar “la amenaza fascista”.
Artistas e intelectuales han alzado sus voces en defensa de Haddad, mientras a Bolsonaro le han apoyado personas como Steve Bannon, exasesor y figura clave en la campaña del presidente estadounidense.
Apodado el “Donald Trump brasileño” y comparado también con el presidente filipino, Rodrigo Duterte, Bolsonaro y su discurso fundando en el miedo y la mano dura han calado entre una población cansada del alto índice de inseguridad en un país donde tan solo en 2017 se registraron más de 63,000 muertes.
Defensor de flexibilizar el porte de armas, de sacar al Ejército a las calles si fuese necesario, el candidato ha liderado una inusual campaña a través de las redes sociales, donde cuenta con millones de seguidores: primero desde el hospital, tras ser apuñalado en un mitin callejero a inicios de septiembre y después, desde el salón de su casa mientras se recuperaba.
Su propuesta de terminar también con la corrupción ha conquistado a un electorado hastiado de la crisis económica y de escándalos como Lava Jato, una gigantesca trama de entramados políticos centrada en la petrolera estatal, Petrobras.
De entrar en el presidencial palacio del Planalto, sede del gobierno en Brasilia, este exparacaidista de origen italiano, conocido por sus comentarios ofensivos contra las minorías, cuenta a su lado con un nutrido grupo de militares que ya se barajan la vicepresidencia o carteras como la de Defensa, Transporte o Ciencia. Y no solo eso. En la primera vuelta, el pasado 7 de octubre, los militares doblaron su presencia en el congreso. Ahora son 22.
Durante esta semana previa a la cita electoral, Bolsonaro ha modificado, por ejemplo su posición respecto al Acuerdo de París contra el cambio climático y anunció que de ser elegido mantendrá su adhesión.
Sin embargo, mientras ha ido matizando promesas de última hora también ha ido amenazando a todo aquel que le resulta incómodo. Al PT: “Esos marginales rojos serán desterrados de nuestra patria”. A Lula: “Usted va a pudrirse en la cárcel”. Al diario la Folha de S.Paulo: “El dinero público que reciben para hacer activismo político se va a terminar”.
Las críticas al diario brasileño, uno de los principales del país, surgen tras una publicación de este medio sobre una supuesta campaña ilegal a favor del candidato ultraderechista integrada por empresarios para enviar mensajes masivos contra Haddad y el PT.
La periodista Patricia Campos Mello que reveló el caso denunció haber sido víctima de “violentas agresiones, llamadas anónimas, insultos y amenazas en las redes sociales por parte de los simpatizantes de Bolsonaro”.
Organizaciones internacionales como Human Right Watch o Reporteros sin fronteras han criticado enérgicamente la desinformación, el discurso de odio y las intimidaciones sufridas por los periodistas, y han augurado “un futuro oscuro para la democracia en Brasil”.
También la Organización de Estados Americanos (OEA), que por primera vez observa las elecciones brasileñas, aseguró que nunca antes había visto en una democracia la difusión de noticias falsas a través de una red privada como WhatsApp.
Ante este tensión en el ambiente y tras una campaña teñida por las noticias falsas, los brasileños deben decidir por quién desean ser representados los próximos cuatro años. El elegido sustituirá el próximo 1 de enero de 2019 a Michel Temer, que asumió el cargo en 2016 tras el impeachment a Dilma Rousseff.