Las dos jóvenes de 27 años se encontraron constantemten con este tipo de avisos que restringían el paso. Buena porción de la tierra que es aledaña a la frontera es privada. Ellas tuvieron que hacer un arduo trabajo de planificación para poder conseguir permisos para entrar por todos los lugares que necesitaban para terminar su recorrido.
“Hemos tenido mucho cuidado en no dejar que nuestra experiencia sea comparada en ninguna circunstancia a la que tiene el inmigrante en la frontera. Sus caminos son muy duros y llenos de dolor, pero estar paradas ahí, entender esas geografías, atravesar el Río Grande, sí nos acerca a la comprensión de la tragedia”.