Esta madre busca ayuda porque la enfermedad también la heredó su hija, quien ya tiene las manos escamosas. Ella teme que tenga que dejar de trabajar debido a los fuertes dolores. Clic aquí para saber cómo ayudarla.
Ahora con 35 años, la mujer pasa el tiempo dentro de la tienda en Toledo, Colombia que ha montado en su casa porque todo lo que esté fuera de ella le asusta y no quiere que la gente que no la conoce observen cómo sus manos están llenas de cicatrices endurecidas y rocosas, afectación que ha sufrido desde muy pequeña.
Sin embargo, a pesar de que su dolor lo supo aguantar en medio de una adolescencia solitaria, encerrada y discriminada, a tal grado que sus papás no la dejaron ir a la escuela, cuando supo que la hija que estaba por parir también sufriría los mismos males que tenía, sintió que su corazón se le paralizaba.
No obstante, lejos de dejarse caer por la depresión, se propuso darle una vida distinta a su pequeña Yurley Valentina Cañas, la cual, con 14 años, ha sido impulsada por su madre para no dejarse discriminar, para que sea segura y, sobre todas las cosas, para que asista a la escuela con la finalidad de que construya un futuro que le dé una mejor vida.
En medio de esas ganas de vivir, los médicos recuerdan que el padecimiento que sufren madre e hija es algo, no solo incurable, sino progresivo. “Es una enfermedad rarísima y, con el tiempo, esas capas que tienen no solo van a aumentar en grosor, sino en dureza”, advierte el dermatólogo Juan Carlos Martínez.
Mientras tanto, conforme la enfermedad sigue su curso, Cañas solo tiene miedo de un día no estar para su hija en un mundo hostil y enferma. Por eso, espera que su tienda les siga dando un poco de dinero para seguirse manteniendo y no tener que volver a salir a la calle para pedir limosna, como alguna vez lo hizo.