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Sus manos se convierten en costras: el sufrimiento de una madre y su hija que padecen una rara enfermedad

A pesar de la enfermedad congénita e incurable que padecen las dos, la mujer le ha dejado claro a su hija adolescente que la vida se tiene que enfrentar con valentía para que, a diferencia de ella, no pase sus días encerrada y con miedo.
Publicado 23 Sep 2022 – 09:59 PM EDT | Actualizado 23 Sep 2022 – 10:01 PM EDT
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Esta madre busca ayuda porque la enfermedad también la heredó su hija, quien ya tiene las manos escamosas. Ella teme que tenga que dejar de trabajar debido a los fuertes dolores. Clic aquí para saber cómo ayudarla.
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Cuando Alicia Cañas supo que, de entre todos sus 16 hermanos, ella era la única con un padecimiento congénito e incurable, sintió que la vida se le iba de las manos, sobre todo cuando sus papás decidieron ocultarla dentro de su casa para evitar que saliera a la calle.
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Ahora con 35 años, la mujer pasa el tiempo dentro de la tienda en Toledo, Colombia que ha montado en su casa porque todo lo que esté fuera de ella le asusta y no quiere que la gente que no la conoce observen cómo sus manos están llenas de cicatrices endurecidas y rocosas, afectación que ha sufrido desde muy pequeña.
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“Todos los días tengo que cortarlo para que no crezca más”, dice Cañas mostrando unos ‘cascos’ -como le dice ella- a esas formaciones de callos que se le forman en sus manos. “Lloro todos los días y a veces quisiera cerrar los ojos y no volverlos a abrir”, dice la afligida mujer.
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Cañas recuerda bien todo lo que ha sufrido desde los cinco años, en aquel entorno de pobreza en el que siempre creció, por culpa de la Epidermodisplasia Verruciforme que también le afecta sus pies, los cuales se están llenando de esas mismas cicatrices rocosas.
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Sin embargo, a pesar de que su dolor lo supo aguantar en medio de una adolescencia solitaria, encerrada y discriminada, a tal grado que sus papás no la dejaron ir a la escuela, cuando supo que la hija que estaba por parir también sufriría los mismos males que tenía, sintió que su corazón se le paralizaba.
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No obstante, lejos de dejarse caer por la depresión, se propuso darle una vida distinta a su pequeña Yurley Valentina Cañas, la cual, con 14 años, ha sido impulsada por su madre para no dejarse discriminar, para que sea segura y, sobre todas las cosas, para que asista a la escuela con la finalidad de que construya un futuro que le dé una mejor vida.
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En medio de esas ganas de vivir, los médicos recuerdan que el padecimiento que sufren madre e hija es algo, no solo incurable, sino progresivo. “Es una enfermedad rarísima y, con el tiempo, esas capas que tienen no solo van a aumentar en grosor, sino en dureza”, advierte el dermatólogo Juan Carlos Martínez.
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A pesar de ese fatídico pronóstico, Yurley no deja de seguir creciendo con valentía y en la escuela ya se ha ganado el cariño de todos sus compañeros, debido a su dedicación en clases, mientras no sean al aire libre, porque el sol se vuelve una tortura para ella.
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“Por más que tenga esta enfermedad, siempre hay que salir adelante”, asegura Yurley.
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Mientras tanto, conforme la enfermedad sigue su curso, Cañas solo tiene miedo de un día no estar para su hija en un mundo hostil y enferma. Por eso, espera que su tienda les siga dando un poco de dinero para seguirse manteniendo y no tener que volver a salir a la calle para pedir limosna, como alguna vez lo hizo.
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Por eso le pide al cielo que le permita vivir mucho tiempo y así ver crecer a su hija, pero, sobre todo, ser testigo de la curación de su pequeña, porque para ella Dios no tiene imposibles.
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