Así descubrimos las deportaciones nocturnas en la frontera con Tijuana
Por Andrea Sambucetti - Corresponsal de Aquí y Ahora
Tijuana, México.- Si se quedan del otro lado del muro las personas más significativas, si se va a perder todo, si no se va a poder sacar nada, si de un día para el otro hay que dejar atrás una, dos, tres décadas de trabajo, o, si se ha cometido un error que deba pagarse con el destierro; la pregunta es: ¿no es suficientemente traumática la experiencia de la deportación para sumarle ser lanzado en la oscuridad de la noche, en una ciudad que no se conoce, que nunca se ha estado, con la mayoría de los albergues ya cerrados, sin un módulo de ayuda al migrante, con la ropa mínima e inadecuada?
Este fue el planteamiento que me llevó a viajar hasta Tijuana.
Queríamos registrar si era cierto que a partir de las 7/8 pm y hasta la madrugada comenzaba a aumentar el flujo de migrantes deportados que salían del Puente Peatonal Tijuana-San Diego, como ya nos habían advertido varios activistas como Hugo Castro, de Ángeles de la Frontera.
“Ha habido un incremento de las deportaciones nocturnas. Ya no es un día en la semana. Ya no es hasta las 5, 6 de la tarde. Es casi todos los días y hasta las 12 o 1 de la mañana”, reconoció Castro quien además advirtió que “esto es algo que no se veía hace años”.
Colocamos tres cámaras celulares que fuimos rotando en el principal, el interno y la salida trasera del cruce. Junto con el camarógrafo Jaime Patricio Mateluna y el productor Miguel Angel Macías, comenzamos el rodaje y registro del movimiento nocturno.
El resultado fue contundente. A partir de las 7.30 pm y hasta la medianoche, decenas de migrantes deportados llegaron sin tener, muchos, ni idea de adónde ir ni qué hacer. Desamparados, desorientados, aún en shock. Algunos nos dijeron que eran de Oaxaca, otros de Colima, otros de Jalisco y más.
Extraoficialmente nos indicaron que hubo tres grupos: uno de 40 personas, otro de 70 y otro de 20, que llegaron deportados desde distintos puntos de los Estados Unidos. El más lejano: Florida.
Un grupo importante fue trasladado a las 11:30 pm a la Casa del Migrante Scalabrini, que dirige el padre Pat Murphy. Ese día, había 160 migrantes más en la institución, que fue la última en cerrar sus puertas.
El problema fue lo que ocurrió después del cierre de los albergues. ¿Qué hace un migrante deportado a quién nadie espera, en una ciudad que el año pasado alcanzó el nivel de violencia más alto de la última década con más de 600 asesinatos en los primeros 10 meses?
Aquí no estoy discutiendo si está bien o mal que deporten. No planteo si la deportación fue justa o injusta. Si fue por un DUI, o por racismo o por cualquier otra razón. Aquí el problema es de simple humanidad.
Si no fuera por organizaciones independientes de los dos gobiernos como en la que trabaja Castro, los migrantes no tendrían ni un abrigo, ni agua, ni pan. Quedarían vulnerables y expuestos a la noche, con el obvio desgaste emocional del desarraigo que se traduce como ellos mismos expresaron en angustia, miedo, incertidumbre, profunda desesperación y tristeza.
Quizás fue esta una de las razones que llevó al suicidio a Guadalupe Olivas, muy cerca de la zona de deportación donde grabamos esta historia.
Pero, entonces, ¿por qué deportar en la noche?
Los migrantes dicen que es para ocultar el número real de deportaciones o para asustarlos y que no se les ocurra “saltar” nuevamente a los Estados Unidos. Otros dicen que es para que nadie pueda registrar los movimientos de las autoridades migratorias. “Pura política”, me dijo un entrevistado. O quizás se trate solo de burocracia y mala organización.
Sea la razón que fuera, pienso que está mal y que con solo corregir el horario, se garantizaría al menos una mejor posibilidad en el destino ya incierto de los retornados.