¿Por qué hay personas que pueden evacuar y sin embargo se quedan en casa esperando a Irma?
Irma es el huracán más potente en formarse en el Atlántico, y las previsiones son catastróficas. Pero, al igual que sucedió con Harvey en Texas hace unos días, las autoridades no consiguen que la totalidad de la población en peligro se marche a tiempo. ¿Por qué? Una explicación es la falta de medios o la discapacidad física. Pero otras razones menos obvias y que, según los expertos, tienen gran peso son la incredulidad (“no puede ser cierto, no es tan grande como dicen”) y el apego a la vivienda, que para algunos es casi como un ser querido al que no pueden abandonar.
Con el recuerdo todavía muy fresco de esos texanos que se resistieron a abandonar sus casas al paso del huracán Harvey, hoy se repiten los testimonios de personas que rehúsan a marcharse o lo hacen muy tarde, con peligro de quedarse atrapados en las autopistas, a pesar de la ferocidad del huracán Irma.
¿Por qué? Las razones son complejas, y, entre otras cosas, tienen que ver con cómo percibimos los riesgos y los comunicamos, señala Josh Klapow, doctor en psicología clínica experto en desastres y crisis. El psicólogo señala que las personas crean sus propias fórmulas mentales, irracionales y subjetivas, para evaluar los riesgos. Y a menudo se equivocan. “ La decisión es irracional pero comprensible”, apunta.
La situación es tan dramática que las autoridades de Miami han comenzado a evacuar homeless —se estima que en la ciudad viven unos 1,100— contra su voluntad. Pero las autoridades no pueden evacuar a todo el mundo a la fuerza. Detrás de la decisión de quedarse se esconden razonamientos como estos:
Detrás de la decisión de quedarse se esconden razonamientos como estos:
1. “ Ya sobreviví antes”. “Si he sobrevivido a otros cuatro huracanes, también podré sobrevivir a este”, sostienen algunas personas. Y, sin embargo, Irma podría ser -y todo apunta a ello- mucho más feroz que cualquiera de los huracanes anteriores. Esta argumentación no es válida, señala Klapow, pero ocupa un lugar preferente en esta fórmula de “cálculo de riesgos” cargada de irracionalidad.
2. “ Mi casa es mi identidad”. Aunque una persona racional en todo momento valoraría más su vida que su casa, y sería consciente de que quedarse en ella conlleva riesgo de muerte, en ese cálculo mental al que aludíamos entran en juego elementos que poco tienen que ver con la razón. “Las personas acaban diciendo cosas como ¿qué le pasará a mi casa si me voy? Y ponen en peligro su vida”, señala Klapow. “La casa tiene un significado muy importante para mucha gente. Es su identidad, su herencia. No es que no quieren dejar su casa porque sean muy valientes; su casa es su identidad, y sienten como si estuvieran abandonando a un ser vivo. Como si fuera una persona”.
3. “Ya veré qué hago mañana cuando todo esté más claro”. ¿Por qué algunas personas esperan tanto tiempo antes de evacuar su vivienda? Con los huracanes, apunta Klapow, tenemos un tiempo de aviso muy largo, de una semana o más, desde que comienzan a formarse en el oceáno. Las personas mantienen la esperanza de que el huracán cambiará de ruta en el último momento. “El problema es que cuando tienes certidumbre de la trayectoria que seguirá podría ser demasiado tarde”, apunta Klapow.
4. “No puede ser tan grande”. La incredulidad -la dificultad para creer lo que sucede, a pesar del bombardeo mediático- es uno de los factores que impiden que la gente salga de sus casas. “Confunden la realidad con lo que desean que suceda”, señala el psicólogo. Por esta razón, es importante que las autoridades traten de instilar el miedo suficiente para sacar a las personas de su incredulidad. Pero con cuidado, como veremos más adelante.
5. “No sin mi mascota”. Una encuesta de 2011 patrocinada por una asociación contra la crueldad animal encontró que alrededor del 30 por ciento de los propietarios de perros y gatos que viven en el sur del país, donde los huracanes son más frecuentes, no sabrían qué hacer con sus mascotas en caso de tener que ser evacuados. Por cierto que en 2006 el Congresó aprobó la ley PETS Act, que obliga a que los planes de rescate también tengan en cuenta a las mascotas.
¿Lo egoísta es marcharse o irse?
El huracán Katrina marcó un antes y un después. La estrategia que ahora prefieren seguir las autoridades es, en lugar de amenazar, advertir a la población de que si deciden quedarse lo harán solos, sin médicos, policías u otro personal de rescate.
Durante el huracán Katrina, a las personas que no quisieron evacuar sus viviendas se les tachó de poco informadas, vagas o egoístas. Y, sin embargo, quienes rehusaron marcharse percibieron su decisión de forma completamente diferente. Esta es la conclusión de un estudio de 2009 elaborado por un grupo de científicos de Stanford y Princeton a partir de las opiniones de los supervivientes de Katrina. Las personas que se quedaron tenían menos medios financieros que las que marcharon, y eso, tanto entonces como ahora, es una de las claves. Pero, además, para ellos lo egoísta era marcharse; quedarse era lo que había que hacer.
“Hay una cierta población que nunca va a marcharse”, señala Cara Cuite, psicóloga de Rutgers y directora de un proyecto sobre las mejores prácticas para comunicarse en casos de graves tormentas. Cuite ha investigado los métodos para hacer que la gente muy obstinada se marche. Algunas formas son drásticas, como escribir el número de la Seguridad Social en el brazo con un marcador permanente (esta es la táctica que emplearon las autoridades texanas hace unos días).
La clave, apunta Klapow, es combinar el miedo con procedimientos claros y directos. Cuando las personas están bajo una gran presión su capacidad de hacer cosas se reduce. “Tienes que ser muy claro y específico”. Es importante no dudar en decir lo que podría ocurrir, que es la muerte. Pero si las instrucciones no son lo suficientemente claras y concisas, y no aseguras a la población que a su vuelta las autoridades cuidarán de que no roben su casa, la gente no querrá irse. La clave, pues, es instigar el miedo pero facilitando la evacuación.
Que viene el lobo
El problema con las advertencias de evacuación es que son muy difíciles de hacer en la justa medida, y es fácil terminar disparándose en el propio pie. Por ejemplo, está el efecto “sombra”, que se produce cuando las personas que están a salvo, en zonas limítrofes, sienten miedo ante las advertencias y también deciden marcharse (con las consiguientes consecuencias de colapso de recursos y carreteras). O el efecto de asustar con falsas alarmas (“que viene el lobo”, como la popular fábula). Si las autoridades hacen predicciones catastróficas con demasiada confianza, y luego estas previsiones cambian, la gente podría dejar de prestar atención en el futuro. Tampoco conviene, tal y como señala el diario The New York Times en este artículo, comparar las nuevas amenazas -como un huracán- con las viejas porque las comparaciones “podrían dar una falsa sensación de seguridad”.