¿Es posible tener "un millón de amigos" o al menos unos 150? Hora de revisar nuestra idea de la amistad

"Yo solo quiero tener un millón de amigos...", dice la conocida canción que el cantante brasileño Roberto Carlos popularizó en los años 70. La letra, claro, no quedaría tan bien con 150, pero este número es mucho más cercano a la realidad, según las teorías del antropólogo y psicólogo social de la Universidad de Oxford Robin Dunbar, el “científico de la amistad” más influyente.
Dunbar se refiere en sus investigaciones a la existencia de varias “capas” de amistades que se establecen en función de la estrechez de los lazos emocionales.
La primera capa, la más cercana a nosotros, está formada por unos cinco amigos del alma (o familiares). La siguiente capa la forman alrededor de 10; la siguiente unos treinta y cinco, y la última unos cien. Es decir, de forma acumulativa, hay un total de 150 personas —este es el famoso “número de Dunbar”—, el tope máximo de humanos que permite que todos los del grupo se conozcan entre sí y estén al tanto de las relaciones, hostiles o amistosas, que existen entre ellos.
Las limitaciones cognitivas como la memoria restringen nuestra para ampliar este número, asegura Dunbar.
Dunbar también muestra en sus investigaciones que las amistades alcanzan un punto álgido hacia el final de la adolescencia. A los 30 años tenemos unas 150 conexiones, y esa cifra se mantiene hasta finales de los 60 o principios de los 70, cuando cae en picado. A medida que uno envejece, se va reduciendo. Sus teorías se basan, entre otras cosas, en el estudio del tamaño del neocórtex de los primates, la parte del cerebro responsable del pensamiento consciente. El psicólogo evolutivo observó que cuando más grande era, mayor el tamaño de su grupo social.
Sin un cierto grado de o regular, los amigos del segundo y tercer nivel pueden caer en el terreno de los conocidos. Dado que tenemos tiempo y energía emocional limitados, dice el antropólogo, las redes sociales son un juego de suma cero. Si se añade un amigo, de manera inevitable cae otro en la clasificación. De ahí el límite superior de 150.
En cuanto al límite inferior, el de 5 personas, el argumento de este experto es que los seres humanos tienen capacidad cognitiva para albergar solo de cuatro a seis amigos íntimos. En su nuevo estudio Friends: Understanding the Power of Our Most Important Relationships (Amigos: entender el poder de nuestras relaciones más importantes), el antropólogo se ratifica en la idea de que tenemos capacidad para mantener una media de cinco amistades íntimas. El número es reducido porque mantener este tipo de relaciones es costoso, tanto en términos de tiempo empleado como de mecanismos cognitivos: estas relaciones exigen constancia, atención y el manejo de información abstracta y relacional.
A más esfuerzo, más amigos
Un grupo de investigadores de la Universidad de Estocolmo publicó un estudio hace unos días en la revista Biology Letters cuestionando esta cifra. En opinión de estos expertos, la gente puede tener muchos más amigos si se esfuerzan lo suficiente, y además los límites sociales no dependen del tamaño del neocórtex.
Dunbar contraatacó con un artículo en el que acusaba a estos investigadores de una “comprensión pobre del comportamiento social tanto de los primates como de los seres humanos”, y de un mal uso de las estadísticas.
Más allá de esta controversia académica, que hemos resumido muy someramente, las objeciones para cuantificar estos asuntos pueden ser múltiples. Para empezar, ¿qué entendemos por amigo? Si le preguntamos a un japonés seguro que piensa diferente de una persona en Ruanda, u otra de Egipto. Y nuestras propias vivencias pueden discrepar mucho de estas aproximaciones.
Tsunamis
Por otra parte, el sentimiento de fraternidad que nos define como especie y llega siglos inspirando la ficción en este planeta y más allá (recordemos la entrañable amistad entre C3PO y DR2D2, por ejemplo, ha vivido dos tsunamis en tiempos recientes.
Primero con la aparición de las redes sociales, que nos devolvieron amigos del instituto o hasta del jardín de infancia y ampliaron nuestro número de “amigos”, siempre entre comillas, hasta los varios miles.
Y ahora con la pandemia, el obligado confinamiento y el fin del abrazo y del cara a cara, muchos nos planteamos qué amistades queremos volver a cultivar, y hemos tenido oportunidad de reflexionar sobre la naturaleza real de nuestros vínculos, y cómo hay personas a las que ansiamos ver y otras a las que es un alivio no ver.
A los académicos les encanta traducir la vida en números, incluso en campos tan espinosos como este. Pero puede ser difícil establecer una regla que se aplique a todos. Entre otras cosas porque las redes sociales han incrementado enormemente el número de conexiones, y la influencia de personas que apenas conocemos puede ser notable. Incluso el o con extraños puede tener repercusiones importantes en nuestra salud. La vida humana es, en fin, complicada. Cada vez más.