Trump dice que aprendió en 10 minutos que no sabía todo sobre la crisis de Corea del Norte de la que tanto hablaba
En 10 minutos el presidente Donald Trump se dio cuenta que no sabía todo lo que debía saber sobre uno de los temas más delicados de política internacional, Corea del Norte, y del que ha estado hablando sin parar desde que se lanzó en campaña por la presidencia de EEUU.
“Después de escuchar por diez minutos, me percaté que no es tan fácil”, confesó Trump durante una entrevista con The Wall Street Journal publicada este jueves, en la que explicó cómo fue su primera conversación con el presidente de China Xi Jinping sobre el manejo de Corea del Norte, un aliado de Pekín cuya capacidad militar nuclear causa nerviosismo en Washington.
“ Estaba convencido que ellos tenían un tremendo poder sobre Corea del Norte… Pero no es lo que pensarías”, dijo el presidente sobre el gobierno chino, que junto al de Japón, Corea del Sur y del Norte, Rusia y EEUU, conforman el llamado Grupo de los Seis que hace seguimiento a las tensiones entre las dos Coreas, países que técnicamente siguen en guerra desde la firma del armisticio en 1953.
Apenas un mes atrás, el presidente escribió en su cuenta Twitter que “Corea del Norte se está portando muy mal. Ellos han estado “jugando” con EEUU por años. China ha hecho poco para ayudar!”
El martes 11 de abril, cuatro días después de esa conversación pedagógica que dice haber tenido con el presidente Xi, Trump insistía en presionar a China, aunque con un tono menos severo que el de mensajes anteriores.
“Corea del Norte está buscando problemas. Si China decide ayudar sería grandioso. Si no, solucionaremos el problema sin ellos! EEUU”
Incluso ese día asomó la posibilidad de usar el comercio bilateral para presionar a los chinos de controlar a los norcoreanos.
60 años en 10 minutos
Pero como reconoció a The Wall Street Journal, la conversación con Xi le mostró las complejidades de una crisis que tiene más de 60 años sin alcanzar una solución. Eso, al parecer, le llevó en los últimos dos días a adoptar un tono más amable.
“Tengo gran confianza en que China lidiará apropiadamente con Corea del Norte. Si no son capaces de hacerlo, EEUU, con sus aliados, lo hará! EEUU”
La diferencia es sutil: expresa “confianza” y reconoce que quizá China no sea “capaz” y no su previa acusación de que era inactiva. Además incluye a los aliados de EEUU en la solución del problema.
Eso no parece casual, si tomamos en cuenta que el miércoles Trump se reunión con el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) Jens Stoltenberg, frente a quien dijo que ya no considera que la alianza era “obsoleta”, otro notable cambio de opinión sobre temas geopolíticos de los que habló incesantemente durante la campaña.
Errar es de humanos
No es la primera vez que Trump cambia en temas sobre los que ha hablado fervientemente y cuya visión era compartida por millones de ciudadanos que votaron por él.
Apenas el miércoles el republicano pareció dar un giro de 180 grados en cinco puntos que promovió con vehemencia durante la campaña y el arranque de su presidencia.
En febrero había reconocido que “ nadie sabía que los cuidados de la salud podían ser tan complicados”, pese a que Obamacare fue el caballo de batalla de su campaña presidencial, pese a que su primer intento por revocarlos falló estrepitosamente en el Congreso.
También puede decirse que Trump "aprende rápido" (por aquello de entender la clase de historia norcoreana en 10 minutos) y que es capaz de corregir lo que sea necesario para tener un resultado exitoso.
Todos somos susceptibles a cambiar de opinión. Eso es loable y deseable, sobre cuando se aprende información de la que no se disponía antes. Errar es de humanos, corregir es de sabios, dice el dicho.
Pero en el caso del presidente no se trata solo de corregir y ofrecer disculpas, hay que analizar las consecuencias. Porque o bien el díscolo candidato se alineo oportunísimamente con una manera ignorante de ver al mundo o él convenció a otros que confiaban en que un aspirante a la presidencia sabría bien de qué estaba hablando.
Sea como sea, en esta etapa de corrección y reajustes, el mandatario se da cuenta que gobernar no es como hacer campaña. Esa es una máxima muy antigua cuya veracidad la descubre todo aquel que llega al poder.
Hacer campaña es más divertido. No en vano el presidente Trump ha asumido un formato de “campaña permanente” repitiendo cada vez que puede los baños de popularidad de sus multitudinarios mítines aún después de que ganó la presidencia.
La diferencia está en que el candidato no tiene las responsabilidades del gobernante y no puede decir cualquier cosa que se le ocurra para ganar el aplaudo o criticar al contrario. De hecho, la prudencia a la hora de hablar es crucial para el éxito de la gestión de gobierno.