Trump descubre que no es tan fácil ‘matar’ el legado de Obama
Es difícil encontrar un presidente de Estados Unidos tan obsesionado con su predecesor como Donald Trump. En sus seis meses al frente de la Casa Blanca se ha esmerado en desmontar las políticas de Barack Obama, pero el fracaso de la reforma sanitaria republicana ha mostrado a Trump los límites del poder ejecutivo.
La fijación personal del actual presidente con su antecesor viene del pasado. Durante años, antes de ser candidato, Trump emprendió una campaña para esparcir la falsedad de que el presidente Obama no había nacido en Estados Unidos y por lo tanto, según la Constitución, no tenía derecho a ocupar el cargo. Sólo en septiembre de 2016, reconoció a regañadientes que Obama nació en Estados Unidos.
Según Omarosa Manigault, actual asesora de la Casa Blanca, Trump decidió presentarse porque en la cena de corresponsales de 2011 Obama se rió de él delante de los periodistas y políticos de Washington. Una semanas antes, el presidente había tenido que publicar su certificado de nacimiento por la insistente campaña de Trump.
La obsesión con Obama
Desde que es presidente, Trump cita a Obama como referente constante.
Su primera polémica estéril fue por insistir en la mentira de que la multitud que asistió a su toma de posesión era mayor que la de Obama en 2009. Después aseguró que Obama le había pinchado el teléfono, algo que negaron varias agencias de seguridad. Y ha repetido que si hubo interferencia rusa en las elecciones de 2016 fue por culpa de Obama.
En seis meses en el cargo, Trump no ha logrado la aprobación de ninguna legislación significativa pese a que su partido tiene la mayoría en las dos cámaras del Congreso, pero en este tiempo ha tomado decisiones ejecutivas dirigidas a anular políticas de Obama.
Obamacare
Su primer decreto, unas horas después de tomar posesión, fue para pedir al Departamento de Salud que interprete la ley de la reforma sanitaria de Obama de manera flexible para cortar vías de financiación.
El anterior presidente ha repetido que la reforma sanitaria es la medida legislativa de la que se siente más orgulloso y, durante sus charlas con Trump en la transición de poder, le explicó al nuevo presidente por qué era importante mantener sus ventajas y por qué era difícil llegar a un equilibrio mejor entre pacientes y aseguradoras.
Aun así, Trump se empeñó en apoyar a los republicanos que querían eliminar el plan sanitario actual a toda costa, incluso aunque la solución fuera sólo rechazarlo y no sustituirlo por nada durante años, según la última idea propuesta por el líder de la mayoría en el Senado, el republicano Mitch McConnell. Varios republicanos se rebelaron contra esta idea igual que contra el plan que habría dejado a millones de personas sin seguro o habría penalizado a niños, pobres y discapacitados.
Trump ha conseguido anular algunas de las políticas de Obama cuando sólo dependía de él a través de un decreto. Ha firmado así la salida de Estados Unidos del acuerdo global contra el cambio climático, la desregulación de la producción de emisiones o la ruptura del pacto comercial con países del Pacífico.
Pero en otros asuntos, Trump se ha topado con el Congreso o con una realidad más compleja de la que esperaba que no le han dejado borrar, del todo, el legado de Obama.
La reforma sanitaria, conocida como Obamacare, no sólo no ha sido alterada, sino que es más popular que nunca en su historia.
A la vez, lo que Trump ha impulsado es la preocupación de los estadounidenses por el cuidado médico.
Su relación con el Congreso, aunque esté en manos de su partido, es incluso peor que la que tenía Obama cuando tenía que enfrentarse a los congresistas de la oposición.
Trump se quejó de que el proceso legislativo es “de locos”, pero tampoco ha demostrado habilidades para negociar con los congresistas. Unas horas antes del fracaso de la reforma, cenó con varios republicanos, pero, según los testigos, habló más de su viaje a París, a celebrar el día nacional de Francia, que de la legislación del seguro médico.
Los 'dreamers' resisten
Durante la campaña, la inmigración era uno de los principales temas que Trump utilizaba para movilizar a su electorado, pero como presidente tampoco ha actuado con las medidas más radicales que prometía. Sigue hablando de la construcción de un muro con México, pero no ha promovido ninguna forma de financiarlo.
Pese a sus palabras en campaña, Trump tampoco ha firmado un decreto para anular la protección especial que tienen los jóvenes inmigrantes que llegaron de niños a Estados Unidos sin papeles, los llamados dreamers. Las medidas ejecutivas para ayudar a los “soñadores” también son uno de los símbolos de la Presidencia Obama.
Gobernar es díficil
En la práctica, Trump está viendo las dificultades de cambiar decisiones de Obama incluso aunque pueda hacerlo sin el Congreso.
Unas horas antes del fracaso de su plan sanitario, Trump aceptó quedarse en el acuerdo con Irán de control nuclear que él y los suyos denostaron como un síntoma de debilidad de Obama. El apoyo del pacto del resto de la comunidad internacional y la falta de mecanismos para controlar a Irán si fracasa este acuerdo han convencido de momento a la istración.
Durante sus charlas, Obama intentó explicarle a Trump que gobernar Estados Unidos es mucho más difícil que hacer campaña.
“Si no te tomas en serio el trabajo, probablemente no estarás ahí mucho tiempo”, dijo Obama en noviembre, cuando todavía era presidente. “[Trump] verá muy pronto que las demandas y las responsabilidades de un presidente de Estados Unidos no pueden ser tratadas a la ligera. Que en un país grande, complejo y diverso la única manera de ser exitoso es escuchando”.