De la inmigración a la carne de laboratorio: de qué trata la nueva ley firmada por DeSantis en Florida
El gobernador de Florida, Ron DeSantis, se dio recientemente un baño de masas en Wauchula, en el condado rural de Hardee, al firmar la ley SB 1084 y convertir a Florida en el primer estado del país en prohibir la carne cultivada en laboratorios.
Desde el corazón de uno de los principales condados de producción ganadera del estado, el gobernador convirtió el proyecto en ley y a la llamada carne de laboratorio, que todavía carece de desarrollo industrial, en otra bandera de la guerra cultural.
Desde Wauchula, DeSantis reiteró su apoyo a "la integridad de la agricultura estadounidense" y a los ganaderos de Florida, cuya producción podría ser impactada por la expansión de la carne de laboratorio en el mercado, un escenario que todavía parece bastante lejos.
"Llévense su carne falsa cultivada en laboratorio a otra parte", dijo el gobernador. "No vamos a hacer eso en el estado de Florida". Y luego, en el comunicado oficial de su oficina, reiteró: "Nuestra istración seguirá centrándose en invertir en nuestros agricultores y ganaderos locales, y salvaremos nuestra carne".
Sin embargo, además de blindar al sector ganadero local, que está lejos de ser amenazado, el comunicado oficial de la oficina del gobernador que anuncia la aprobación de la ley apela también a lo que parecen ser razones ideológicas y hasta conspiranoicas, como la de "luchar contra la élite global".
La cruzada de Ron DeSantis contra una supuesta "élite global"
Según el primer párrafo del comunicado oficial de la oficina del gobernador de Florida, el estado "está tomando medidas para detener el objetivo del Foro Económico Mundial de obligar al mundo a comer carne cultivada en laboratorios e insectos".
“Hoy, Florida está luchando contra el plan de la élite global de obligar al mundo a comer carne cultivada en una placa de Petri o insectos para lograr sus objetivos autoritarios”, dijo DeSantis en el comunicado, sin especificar en qué consisten tales supuestos objetivos.
El comunicado parece hacer referencia a varias campañas que han llevado organizaciones internacionales como el Foro Económico Mundial (FEM) de insertar a los insectos en la alimentación humana como una fuente de proteínas que pueda reemplazar la alta demanda de carne de la humanidad, responsable de parte del cambio climático provocado por la actividad humana.
Aunque esta es solo una arista de los cambios que piden los expertos para reducir el impacto climático, y que en general llaman a reducir el consumo de carne y a ingerir más alimentos basados en plantas, entre otros, desde que instituciones mundiales como el Foro Económico Mundial han lanzado sus campañas sobre la utilidad de los insectos en la alimentación (una práctica milenaria en algunos países asiáticos), la ultraderecha la convirtió en meme y desató una teoría de la conspiración al respecto.
El 'Gran Reinicio'
La teoría en cuestión se ha dado a conocer como el 'Gran Reinicio', una teoría de la conspiración que plantea que las élites globales quieren esclavizar a las personas y, entre otras cosas, obligarlas a comer insectos.
El 'Gran Reinicio' es justamente el nombre con el que el Foro Económico Mundial, que organiza el famoso Foro de Davos, caldo de cultivo de otras tantas teorías de la conspiración, bautizó a su campaña de mediados de 2020 haciendo un llamado a aprovechar el shock que provocó la pandemia del coronavirus en el mundo para hacer cambios profundos en la humanidad, reducir la desigualdad y promover iniciativas ambientales.
Desde los sectores más conservadores no tardaron en tomar el nombre y convertirlo en una teoría conspiranoica que aseguraba que las presuntas élites globales querían utilizar el coronavirus para reestructurar la sociedad a su beneficio e implantar un régimen totalitario global.
Aunque el movimiento empezó en Europa, no tardó en establecerse en Estados Unidos. Y no solo entre s de plataformas y redes sociales sino incluso a altas esferas del entorno político, como también ocurrió en Europa. El movimiento MAGA, promovido por seguidores de Donald Trump, ha sido un escenario propicio para la difusión de este tipo de teorías, que han enraizado en buena parte de las bases republicanas, votantes de Trump a nivel nacional y del gobernador DeSantis en el estado de Florida.
El 'Gran Reinicio' ('Great Reset', en inglés) más bien se ha convertido en el tronco común de otras teorías de la conspiración diversas, que aseguran que detrás de esos poderes mundiales hay una mano oculta con una oscura agenda y que, en dependencia de qué teoría de la conspiración sea, actúa de una forma u otra: ya sea imponiendo medidas de salud pública (como las vacunas, cuarentenas, las mascarillas, que tanto criticó DeSantis), provocando un colapso económico, buscando establecer un gobierno autoritario mundial de corte socialista o marxista, y en algunos casos, también vinculadas a una visión distópica de un capitalismo corporativo de vigilancia.
Los principales críticos de la reciente prohibición de DeSantis a la carne creada en laboratorio señalan que la medida no solo no tiene fundamento real, ya que el alimento ni siquiera se comercializa aún en Estados Unidos, sino que además, decirle a sus electores lo que pueden y no pueden comer apelando a un lucha por la libertad parece cuando menos una ironía del gobernador.
¿Qué es la carne cultivada en un laboratorio?
La carne de laboratorio, o carne cultivada, se produce cultivando células animales en biorreactores de manera similar a lo que ocurre en el cuerpo de un animal, en un medio de cultivo celular rico en oxígeno compuesto de nutrientes como aminoácidos, glucosa, vitaminas, sumado a factores de crecimiento y otras proteínas.
A diferencia de la 'carne' hecha de plantas, que busca imitar a la carne animal, la carne cultivada en laboratorio es técnicamente carne, ya que está creada con células animales. Pero, según defienden sus partidarios, sin tener que invertir en cría intensiva de animales y por tanto, eliminando buena parte de sus consecuencias ambientales, como la deforestación, las emisiones de gases de efecto invernadero o la contaminación del agua. Y eso sin hablar del maltrato animal.
En 2013, el científico holandés Mark Post presentó en vivo por televisión la primera hamburguesa de carne cultivada y poco a poco se empezaron a fundar las primeras empresas que buscan producir y vender este alimento, que se plantea como una alternativa a la ganadería industrial y la alta demanda de carne de la sociedad actual.
Pero aunque las empresas que fabrican este alimento se han expandido y multiplicado, e incluso, se han asociado en algunos casos con empresas cárnicas tradicionales, no está claro que por ahora se vaya a producir una adopción a gran escala de la carne de laboratorio, que aún enfrenta importantes desafíos.
Fabricarla todavía es caro y lento. Los productores también buscan mejorar sus resultados a la hora de imitar la textura de un filete. Y también tendrán que enfrentar los complejos y largos procesos regulatorios.
En 2023, dos restaurantes estadounidenses, uno en San Francisco y otro en Washington DC, vendieron pollo cultivado en laboratorio de las empresas Upside Foods y Good Meat, pero ya esos productos no están en el menú de esos restaurantes y por el momento ese tipo de alimentos no está a la venta en el país.
¿Qué es tan preocupante de esta carne como para prohibirla antes de que circule?
Pero mientras las agencias reguladoras del gobierno federal, como el Departamento de Agricultura de Estados Unidos y la istración de Alimentos y Medicamentos (FDA) siguen debatiendo regulaciones federales para esta carne cultivada, varios estados del país, mayormente republicanos, se han adelantado y han empezado a aprobar legislaciones para prohibirla.
Florida ha sido el primer estado en prohibir la carne de laboratorio, pero no es el único. Otros estados como Alabama, Arizona o Tennessee ya están encaminados en la misma estrategia y lo harán próximamente. Además, otros estados también han puesto regulaciones sobre el etiquetado de la carne cultivada, en su mayoría prohibiendo que se use la palabra 'carne' para este alimento.
Sin embargo, la mayoría de las críticas y cruzadas políticas contra esta tecnología no apuntan a una preocupación por su seguridad. En noviembre de 2022, la FDA declaró que era seguro consumir el pollo cultivado en laboratorio por la compañía Upside Food, como parte del proceso regulatorio que continúa en marcha.
David Kaplan, ingeniero biomolecular especializado en agricultura celular en la Universidad de Tufts, dijo a Scientific American que si bien no hay motivos para pensar que la carne cultivada será más o menos nutritiva que la tradicional, su consumo sí podría ser más seguro. "Cada paso del proceso que utilizamos para la carne cultivada está altamente controlado. Si hubiera alguna contaminación [de la carne], lo sabríamos tan pronto como suceda", declaró, y aprovechó para compararlo con los métodos tradicionales, que emplean grandes cantidades de antibióticos para evitar patógenos en la carne.
"En términos de seguridad, salud y nutrición, anticipamos que será, como mínimo, tan segura como los alimentos actuales, y probablemente más segura a largo plazo", agregó.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, los argumentos que impulsan estas legislaciones han sido éticos, religiosos y conspiranoicos, a pesar de lo que diga, repita y verifique la ciencia, que sigue regulando cada paso de esta incipiente industria.
El representante estatal de Florida Tyler Sirois, un republicano que presentó un proyecto de ley similar el año pasado, calificó la carne cultivada como "una afrenta a la naturaleza y la creación" y otro representante estatal republicano, Dean Black, él mismo un ganadero, dijo en otra ocasión que “la carne cultivada es hecha por el hombre. La verdadera carne la hace Dios mismo”.
Los críticos de DeSantis y defensores de impulsar la carne cultivada como alternativa ambientalista dicen que el tema se está convirtiendo en una nueva bandera de la guerra cultural y no es más que un teatro político, pero algunos resaltan que detrás también están los poderosos lobbies de la agricultura y la ganadería industriales, con fuertes aliados en Washington y en los congresos estatales.
Aunque ahora está la carne cultivada en el punto de mira, también lo han estado otros productos que imitan la carne a base de plantas, como las hamburguesas de guisantes o las bebidas de cereales, como la llamada bebida de avena o de almendra, por citar algunos. A medida que estos productos comenzaron a entrar en el mercado se toparon con importantes rivales políticos que presentaron leyes estatales para detener su impulso o impedir que fueran etiquetados como 'hamburguesa', 'leche' o 'queso'. Ha habido varios desafíos legales y algunos los han ganado los productos alternativos.
Aunque no es conocido especialmente por su ganadería, estadísticas de principios de 2024 ubican a Florida como el noveno estado del país en producción de ganado vacuno, con 862,000 cabezas. Las ventas de ganado vacuno y de ganado de cría generan más de $900 millones al año en el estado, según el Departamento de Agricultura y Servicios al Consumidor de Florida.
Sea o no un mero teatro político y un nuevo elemento en la guerra cultural, los ganaderos de Florida han aplaudido la medida de DeSantis, aunque por el momento siga siendo simbólica. Pero desde el plano de lo simbólico también se articulan alianzas y narrativas que se anticipan y sientan bases contra cualquier tipo de regulaciones, ya sea medioambientales, de bienestar animal u otras.
Una investigación de la Universidad de Nueva York publicada en 2021 en la revista Climatic Change, reveló que las principales empresas cárnicas y lácteas de Estados Unidos, junto a lobbies ganaderos y agrícolas, han gastado millones en los últimos años en campañas contra la acción climática y para sembrar dudas sobre los vínculos entre la ganadería y la agricultura y el cambio climático.
Pero no todos los ganaderos han aprobado la medida de DeSantis de prohibir la carne hecha en un laboratorio. En febrero de este año, cuando el proyecto se aprobó en el Congreso estatal pero antes de que fuera firmado por DeSantis, el North American Meat Institute (NAMI), la asociación comercial de empacadores y productores de carne más grande del país, envió una carta dirigida al gobernador y a los legisladores que lideraron el proyecto, en la que muestran su desacuerdo, principalmente porque este tipo de regulaciones deben ser competencia federal y también por ser "una mala política pública que restringiría las opciones del consumidor y sofocaría la innovación".
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