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    ¿Peor que el Watergate? La interferencia rusa escandalizaría a Nixon

    El acercamiento a Rusia y el alejamiento de China avergonzarían a Nixon, referente para Donald Trump. El presidente electo planea colgar en el Despacho Oval una carta que le escribió el presidente que tuvo que dimitir.
    13 Dic 2016 – 08:54 AM EST
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    Nixon durante la campaña de reelección en 1972. Crédito: Jack E. Kightlinger

    Richard Nixon se hizo famoso por una calabaza.

    Recién elegido congresista, Nixon se volcó en la causa anti-comunista como miembro de la comisión de actividades antiamericanas de la Cámara de Representantes. Como hábil treintañero, destacaba en medio de veteranos racistas sureños. Nixon tenía olfato y en 1948 se empeñó en perseguir a Alger Hiss, asesor de Roosevelt y promotor de Naciones Unidas, acusado por un ex agente de los soviéticos, Whittaker Chambers, de haber conspirado con él contra Estados Unidos.

    Nixon, un referente para Donald Trump y su campaña, también era bueno organizando un show para las cámaras. El entonces congresista apareció en una rueda de prensa que lo hizo célebre mostrando un microfilm que Chambers había guardado dentro de una calabaza vaciada en una granja de Maryland. Lo que había dentro se llamó los " Pumpkin Papers".

    Ante las cámaras, Nixon sujetaba la supuesta prueba de la información secreta del Departamento de Estado que había robado Hiss y la observaba con una lupa.

    Aquel momento ayudó a Nixon a conquistar un escaño en el Senado en 1950. A principios de ese año, Hiss fue condenado a cinco años de cárcel por mentir sobre el robo de documentos del Departamento de Estado y sobre su relación con Chambers.

    Mejor y peor que el Watergate

    Nixon pasaría años después a la historia de Estados Unidos por ser el primer presidente obligado a dimitir tras haber organizado una operación de encubrimiento y obstrucción de la justicia para esconder el espionaje de la sede demócrata en el Watergate.

    Carl Bernstein, uno de los periodistas del Washington Post que descubrió el Watergate, cree que Trump ya ha mentido más que Nixon y que ningún otro presidente ha tenido tanto “desdén hacia la verdad” como el actual presidente electo.

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    Nixon ha sido una referencia para el equipo de Trump en aspectos como la seguridad (tomó prestado su “orden y ley” de la campaña de 1968), la agresividad contra los rivales utilizando información falsa (Nixon dijo arrepentirse de algunas de las tácticas de sus primeras campañas), los ataques a los medios o el sentido pragmático de un presidente que mostró que podía ser flexible más allá de la retórica.

    Según Politico, Trump quiere colgar en el despacho oval una carta que le mandó Nixon en 1987 en la que alababa su ambición política después de que su mujer lo viera en una entrevista televisiva. Roger Stone, consejero habitual de Trump, tiene un tatuaje con la cara de Nixon en la espalda.

    Las comparaciones entre el escándalo que marcó la Presidencia de Nixon y la interferencia de Rusia denunciada por la CIA son difíciles.

    El escándalo del Watergate fue único y Nixon tuvo que dimitir por haber mentido y haber intentado abusar de su poder manipulando a las agencias de inteligencia, algo que no ha sucedido en el escándalo de 2016 según la información disponible hasta ahora. Pero la sustancia de la operación del Watergate era menor y en apariencia no tuvo efectos en las elecciones (Nixon ganó la reelección por una diferencia abrumadora contra el débil candidato izquierdista George McGovern).

    Mejor los chinos que los rusos

    A Nixon, de hecho, le escandalizaría ahora cualquier sospecha de que los herederos del rival soviético, el “enemigo escondido”, interfirieron en el proceso electoral de Estados Unidos.

    El republicano sabía entender los temas de moda y cogió la bandera anti-comunista en gran parte para ascender en su carrera.

    En su libro Six Crises, Nixon explica que su cruzada contra Hiss supuso “oponerse al presidente de Estados Unidos y a la mayoría de la opinión de la prensa, lo que es importante para cualquiera que quiera hacer carrera a un cargo público”. En el caso de Hiss, además, Nixon sentía una animadversión personal hacia el acusado, por la arrogancia con la que presumía de haber estudiado en Harvard, uno de los sueños frustrados del republicano de familia humilde.

    Pero, más allá de sus complejos y de su ambición, Nixon defendía el “interés nacional” de luchar contra las interferencias rusas y contener la amenaza soviética.

    Como presidente, Nixon sería menos agresivo con la Unión Soviética y conseguiría acuerdos de desarme. Pero en su intento de mejorar las relaciones con Moscú nunca perdió de vista quiénes eran los rusos y la amenaza que suponían para Estados Unidos.

    De hecho, entre Rusia y China, Nixon eligió el segundo como país con el que se podían facilitar acuerdos globales para acabar con la guerra de Vietnam o parar la escalada nuclear.

    Ni China ni Rusia son las naciones de los años 70, pero Trump parece ahora seguir el consejo contrario que le habría dado Nixon y promete ser duro con China (incluso provocando pequeñas crisis diplomáticas como favorecer la relación con Taiwán) y negociar de igual a igual con Rusia.

    El secretario de Estado de Nixon, Henry Kissinger, tenía claro que había un factor incluso cultural por el que se podía confiar más en Pekín que en Moscú.

    “La diferencia entre ellos (los chinos) y los rusos es que si se te caen unas monedas cuando vas a recogerlas los rusos te pisan los dedos y los chinos, no”, decía Kissinger.

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