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    Así conquistó Putin a Bush y a Obama antes que a Trump y así de mal acabó la relación

    El largo encuentro del presidente de Estados Unidos y el de Rusia puede no cambiar el conflicto entre Washington y Moscú. Las horas de pesca, caviar y charla de Putin con los predecesores de Trump no sirvieron para evitar el enfrentamiento.
    8 Jul 2017 – 06:04 AM EDT
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    Vladimir Putin y Donald Trump durante su reunión el viernes en Hamburgo. Crédito: Reuters

    El presidente Donald Trump estuvo este viernes reunido con Vladimir Putin durante dos horas y 16 minutos. La Casa Blanca había previsto una cita de apenas media hora. Trump dijo que pasarían “cosas muy positivas” y que el encuentro había sido “formidable”.

    Pero Putin tiene experiencia en cortejar a presidentes de Estados Unidos en sus primeros meses en el cargo y en decepcionarlos años después.

    La primera ofensiva de cordialidad la hizo con George W. Bush. En junio de 2001, Bush dijo tras la primera reunión con el ruso que le había “mirado a los ojos” y había visto el "alma” de un hombre “directo y sincero”. Unos meses después, Putin desplegó sus encantos en una cena en el rancho de Bush, en Crawford, Texas.

    La cena en el rancho

    En noviembre de 2001, Putin fue recibido por Bush, su familia y sus amigos en el lugar preferido del presidente de Estados Unidos. Putin alabó a Estados Unidos, con buenas palabras para los logros del país, la personalidad de su presidente y las posibilidades de una alianza que cambiaría el mundo.

    Putin sabe cómo halagar y a quién acercarse. En aquella cena en Crawford, le dedicó mucho tiempo a Don Evans, amigo personal de Bush, su secretario de Comercio y ex petrolero. Años despues, le ofrecería el cargo de presidente de la petrolera estatal rusa, Rosneft (Evans dijo "no").

    Putin sabía cómo ser amable con los americanos. “¿Cómo ha conseguido Estados Unidos tanto en sólo 200 años?”, le preguntó a Evans, según cuenta Steve Coll en su libro sobre Exxon, Private Empire. Quería hacer un pacto energético y que la istración Bush empujara a sus empresas a invertir en Rusia. Aunque Bush le explicó a Putin que no mandaba sobre las empresas privadas, el presidente ruso consiguió tener a la istración de Estados Unidos de su lado para las negociaciones que llevaron a Exxon a Rusia.

    Tras aquella cena en Crawford, las dos partes presumieron de una “nueva relación”. Bush dijo que la nueva era se basaba en la “cooperación y confianza”, más eufórico en público que Putin, que, más cauto, hablaba de “construir” para el futuro y “verificar”.

    El entusiasmo de Bush no era exclusivo del republicano. En 2001, Joe Biden, entonces senador, decía que Putin era un visionario: “Ningún líder ruso desde Pedro el Grande ha mirado tanto hacia Occidente como Putin”.

    Vuelta a la Guerra Fría

    Pero unos años después, Estados Unidos acabó quejándose por las trabas a Exxon y la ausencia de cooperación de Rusia en casi todas las crisis internacionales.

    La istración Bush alertaba en 2005 por ejemplo sobre los planes de Rusia de vender misiles al régimen sirio porque era un factor de “desestabilización” de la zona.

    En febrero de aquel año, en una reunión en Eslovaquia, Bush también se quejó a Putin de la falta de respeto a la democracia en Rusia por las agresiones a las minorías, la libertad de prensa o la oposición política. El presidente ruso le replicó atacando el sistema electoral de Estados Unidos e incluso criticó el colegio electoral que años después daría la Presidencia a Donald Trump.

    Bush acabó su segundo mandato con una tensa relación con Putin por los múltiples desacuerdos en Oriente Próximo y Europa.

    El presidente de Estados Unidos intentó mejorar la relación con alguna cita personal como cuando invitó a Putin a pescar a Maine en 2007 (Putin fue “el único que pescó algo”, según cuenta Bush en el libro dedicado a su padre, 41). Pero Estados Unidos y Rusia siguieron enfrentados sobre la independencia de Kosovo, la ampliación de la OTAN, el despliegue de un escudo anti-misiles en Europa del Este o la relación de Putin con Hugo Chávez. Se volvió a la retórica de la Guerra Fría.

    Barney vs Konni

    Igual que sabe cómo encantar a los líderes, el presidente ruso sabe dónde les duele.

    Putin acabó hasta criticando al Scottish Terrier de Bush, algo que le sentó especialmente mal al presidente estadounidense. “Putin insultó a nuestro querido perro Barney, que tenía un lugar especial en mi corazón. Dijo, “¿de verdad llamas a eso un perro?’”, explicó Bush en la NBC en 2014. Un año después, según contaba Bush, Putin le enseñó su perro y se lo presentó como “más grande, más fuerte y más rápido que Barney”.

    Putin también utilizó su perra, Konni, una labrador de color negro, para intimidar a la canciller Angela Merkel. Sabía que le daban miedo los perros desde que uno le mordió y Putin llevó a Konni una reunión en 2007 en Sochi y dejó que merodeara un rato alrededor de la invitada.

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    Caviar y música

    El presidente Barack Obama también tuvo su momento de enamoramiento con Putin y con la idea de que las relaciones con Rusia podían mejorar.

    Su primer encuentro fue un desayuno que duró dos horas en julio de 2009 en casa de Putin en Novo-Ogaryovo, a las afueras de Moscú. Obama fue recibido con un desayuno tradicional con caviar y salmón y canciones populares rusas en la terraza de la residencia del presidente ruso.

    Obama salió del desayuno alabando la dedicación “extraordinaria” de Putin a su país y subrayando su “esperanza” sobre la relación de los dos países.

    Aquel año, su secretaria de Estado, Hillary Clinton, incluso le llevó un botón rojo al ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, con la palabra “ reset”, un símbolo del supuesto “reinicio” a partir de entonces.

    Como con Bush, hubo algunos acuerdos que parecían el comienzo de algo, con una zona de tránsito desde Rusia a Afganistán para los soldados de Estados Unidos y la OTAN.

    Pero la relación acabó estrellada contra los muros habituales: la falta de democracia en Rusia, la amistad de Putin con los tiranos de Oriente Próximo, su hostilidad a cualquier cooperación en Siria, su desafío a los aliados europeos, sus intentos de dinamitar la OTAN y su invasión de países vecinos.

    La fascinación

    La relación de Trump con Putin empieza con la complicación extra de la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016 denunciada por las agencias de inteligencia de Estados Unidos.

    El secretario de Estado, Rex Tillerson, aseguró después de la reunión del viernes que Trump había preguntado repetidamente sobre la interferencia. Pero el ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, contó que Trump había dicho que las conclusiones de las agencias de inteligencia son “exageraciones” y que había aceptado la afirmación de Putin de que el Kremlin no hizo nada para influir en las elecciones de Estados Unidos.

    La particularidad de esta relación, además, es la fascinación de Trump por los autócratas, algo que no les pasaba a sus predecesores.

    Parte de su gabinete es muy escéptico sobre las intenciones de Rusia, por ejemplo el consejero de Seguridad Nacional, el general McMaster, que no estuvo presente en la reunión con Putin.

    La experiencia podría servirle de guía a Trump. Después de todo, el consejo clásico de Ronald Reagan para la diplomacia es un dicho ruso: “Confía, pero verifica”.

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