Arranca el nuevo Congreso: los republicanos del Senado, el último reducto contra Trump

Este martes empieza una era desconocida para la mayoría de del Congreso. Por primera vez desde 2006 los republicanos tienen la Casa Blanca y la mayoría del Senado y la Cámara de Representantes.
Ni el presidente ni los congresistas actuales se parecen a George W. Bush y a los republicanos de entonces. Casi dos tercios de los republicanos de la Cámara de Representantes sólo han servido su mandato en la oposición contra el presidente Barack Obama como parte del ascenso del llamado Tea Party. A un tercio de los senadores republicanos les pasa lo mismo.
El poder de un partido está en su auge cuando domina los tres brazos esenciales del gobierno y más cuando las siguientes elecciones al Congreso son más difíciles para el partido contrario. En 2018, hay más comicios que afectan a escaños ocupados ahora por políticos demócratas con lo que los republicanos podrían consolidar sus mayorías en las dos cámaras y tener así durante al menos cuatro años la Casa Blanca y el Congreso.
Un presidente impopular
Ahora bien, este año también tiene particularidades que pueden limitar ese poder. Donald Trump llega a la Casa Blanca como el presidente recién elegido más impopular de todos los tiempos. Sus niveles de aprobación son similares a los de Richard Nixon durante el escándalo del Watergate o de Jimmy Carter en medio de la crisis económica y la toma de rehenes en la embajada de Estados Unidos en Irán. Desde que Gallup hace encuestas, todos los presidentes se han estrenado en la Casa Blanca con un nivel de aprobación muy superior.
Y eso puede tener efectos en la agenda presidencial. A los congresistas les gusta unirse a presidentes populares. Así consiguió Ronald Reagan sus reformas fiscales o así logró George W. Bush el apoyo a las invasiones de Afganistán e Irak. Pero Trump no sólo tiene un respaldo inusualmente bajo entre los votantes, sino que ha tenido poco apoyo de los de su partido en el Congreso durante la campaña.
En el caso de la Cámara de Representantes, es probable que deje todo el peso de las decisiones legislativas a Paul Ryan, el líder del partido, veterano del Congreso y con una agenda de recortes de impuestos y planes públicos clara. Si las prioridades de Trump coinciden con las de Ryan habrá resultados pronto.
Los republicanos anti-Trump
El obstáculo para Trump y para parte de los republicanos de la Cámara puede estar en el Senado. Los republicanos tienen una mayoría de 52 , pero parte de esos senadores sí conocen otra era antes de Obama, están más acostumbrados al compromiso con los demócratas y ya han hecho oposición activa contra alguna de las ideas de Trump.
Mientras Trump difundía alabanzas a Vladimir Putin, los senadores John McCain y Lindsey Graham visitaron Ucrania y Georgia, víctimas de la invasión rusa y prometieron que Estados Unidos no dejará de luchar contra el régimen de Moscú y en defensa de la democracia. Ambos han respaldado las últimas sanciones contra Rusia del presidente Obama y se plantarán ante cualquier acercamiento a Moscú.
Así lo ha dicho también el republicano Marco Rubio.
“Desde su represión del pueblo ruso hasta el asesinato de sus críticos, desde su peligrosa invasión de Ucrania y la ocupación de Crimea hasta sus amenazas a nuestros aliados de la OTAN en Europa central y oriental, hasta sus crímenes de guerra cometidos por las fuerzas rusas y sus aliados sirios e iraníes en Aleppo, la Rusia de Putin es una amenaza a la estabilidad global”, dijo el senador de Florida mientras Trump tuiteaba que Putin es “muy listo”.
Más allá de las relaciones con Rusia, algunos senadores republicanos aliados con los demócratas pueden parar algunas propuestas de la Cámara o medidas de Trump contra los musulmanes, los inmigrantes o la lucha contra el cambio climático. A Trump siempre le quedan los decretos, pero si quiere medidas más permanentes tendrá que pasar también por el Senado.
En el Senado se encuentran los republicanos con los que más abiertamente se ha enfrentado, como Jeff Flake, de Arizona, que Trump insultó en campaña como “muy débil e ineficaz”, Ben Sasse, de Nebraska, que buscó candidatos alternativos hasta el último momento, o Susan Collins, de Maine, que explicó en este artículo que no podía votar por Trump por su racismo y su incapacidad de autocontrol.
Entre quienes también se han opuesto al presidente electo en asuntos variados están la senadora de Alaska, Lisa Murkowski, o el excandidato Rand Paul, de Kentucky, que también han mostrado independencia de criterio respecto a su partido en el pasado.
Los senadores republicanos son conscientes de su responsabilidad frente a una istración con poca experiencia de gestión gubernamental y planes aún inciertos.
“Debemos expresar nuestro desacuerdo de manera respetuosa”, escribió Sasse en el periódico Omaha World-Herald tras las elecciones. “El tribalismo y el partidismo automáticos son señales de una república enferma, no de una saludable… No somos norcoreanos, prometiendo fidelidad al 'amado líder'. Ni somos la resistencia sa, conspirando contra el nuevo régimen desde el primer día”.
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