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¿Qué tienen en común Donald Trump y Hugo Chávez? Una estrategia de medios

“El primer paso necesario en una estrategia para fomentar una mayor polarización política es marginar a los medios de comunicación y socavar su capacidad de proporcionar una narrativa unificada y compartida”.
Opinión
Director ejecutivo del Comité para la Protección de Periodistas (J). Columnista de Columbia Journalism Review. Su segundo libro, ‘La nueva censura: Dentro de la batalla global para la libertad de los medios’, fue publicado por Columbia University Press en noviembre de 2014.
2017-02-20T09:04:32-05:00
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Primera rueda de prensa de Donald Trump como Presidente de EEUU. Crédito: Getty Images

El presidente Donald Trump es un irador declarado de Vladimir Putin, y su istración está siendo investigada por sus vínculos con Rusia. Pero el estilo de gobierno de Trump en las primeras semanas tiene más en común con los populistas latinoamericanos que han subido al poder en las últimas décadas. En particular, los incesantes ataques de Trump contra los medios de comunicación y los intentos de socavar su credibilidad y pintarla como una fuerza de oposición son un claro ejemplo del libro de los populistas latinoamericanos. La conferencia de prensa del jueves 17, en la que habló de “noticias muy falsas”, fue un buen ejemplo.

Aunque Trump está en la derecha y la mayoría de los movimientos populistas de América Latina son izquierdistas, hay notables similitudes entre los dos en la retórica que emplean para movilizar a sus partidarios. El saliente presidente ecuatoriano Rafael Correa, el nicaragüense Daniel Ortega, el boliviano Evo Morales y la argentina Cristina Kirchner –junto con el fallecido Hugo Chávez de Venezuela– subieron al poder en campañas que atacaban a los medios de comunicación. En el cargo, continuaron haciéndolo.

“Los enemigos número uno de Evo Morales son la mayoría de los medios de comunicación”, dijo el presidente boliviano en septiembre de 2006, un día después de que su gobierno publicara una lista de los medios de comunicación más hostiles del país. El presidente ecuatoriano Rafael Correa describió a los críticos de la prensa como “ignorantes”, “mentirosos”, “poco éticos”, “mediocres”, “asesinos de tinta” y “actores políticos que tratan de oponerse” al gobierno revolucionario". Daniel Ortega llama a los periodistas “hijos de Goebbels” y “enemigos del pueblo nicaragüense”. Para Hugo Chávez los medios de comunicación eran fascistas y opositores. Más moderadamente, el presidente argentino Néstor Kirchner y el presidente uruguayo Tabaré Ramón Vázquez Rosas se refieren a la prensa como la “oposición política no elegida”.

Para estos líderes, la visión compartida es que una base movilizada y comprometida es más importante que un amplio apoyo popular para avanzar en su agenda política. Esta toma de conciencia da un vuelco a la práctica política estándar: la creación de una sociedad más polarizada –en lugar de una más unificada– se convierte en un objetivo político explícito. Por ejemplo, poco después de asumir el cargo en 1999, Chávez reunió a sus partidarios detrás de un referéndum constitucional. Pasó con 88% de los votos, pero con un 60% de abstención.

El primer paso necesario en una estrategia para fomentar una mayor polarización política es marginar a los medios de comunicación y, más ampliamente, socavar su capacidad de proporcionar una narrativa unificada y compartida. En América Latina, este proceso fue favorecido por el hecho de que los medios tradicionales se han aliado con intereses oligárquicos. Cuando Correa o Morales denuncian a los medios de comunicación, eso resuena con sus partidarios. La meta más grande de Trump parece ser similar. Sin duda sus tácticas lo son.

Atacar a los medios de comunicación en eventos públicos; denunciar y difamar a los periodistas, expulsar a los reporteros, bloquear el y amenazar con demandas judiciales: Trump y Chávez tienen estas cosas en común. Al igual que Trump, Chávez insistió en su propia versión de la realidad (ahora conocida como “hechos alternativos”) y su perspectiva fue amplificada por el segmento de los medios de comunicación que apoyaron su proyecto político. Más tarde en su istración, construyó una red de medios de comunicación financiada por el gobierno que, no es sorprendente, estuvo de acuerdo con todo lo que dijo.

Al igual que Trump, Chávez utilizó efectivamente Twitter para acabar con los medios en los que no confiaba y para comunicarse directamente con sus seguidores. La argentina Kirchner también usó Twitter para atacar y socavar a sus críticos, volviéndose tan obsesionada con los medios de comunicación social que se negó a renunciar al control de la cuenta presidencial oficial después de salir del cargo.

Estos ataques sistemáticos contra los medios de comunicación logran dos cosas. Primero, le dan energía a la base, que cree que los medios tradicionales no representan sus intereses o preocupaciones. Segundo, provocan al propio medio de comunicación, que se siente amenazado, adoptando una postura más opuesta. Esto a su vez alimenta la polarización de la que dependen los líderes y abre el camino para que el gobierno introduzca restricciones legales.

El ejemplo más dramático es Venezuela, donde elementos de los medios se embarcaron en una campaña de guerra abierta, involucrándose en una cobertura abiertamente partidista que pretendía socavar el gobierno de Chávez. Se alegó que algunos propietarios de medios habían conspirado en un golpe de Estado de 2002 que expulsó brevemente al presidente. Una vez que Chávez regresó al poder, reunió a sus partidarios detrás de una nueva ley que imponía restricciones amplias a lo que los medios podían y no podían cubrir bajo el pretexto de “garantizar el derecho a la información veraz”. En todo el hemisferio se adoptaron otras medidas restrictivas, Incluyendo la notoria Ley de Comunicaciones 2013 de Ecuador, que penaliza la falta de cobertura de eventos de interés público, según lo definido por el gobierno. En el primer año, aproximadamente 100 demandas fueron presentadas bajo la ley, sofocando los informes críticos.

Obviamente, la situación es muy diferente en Estados Unidos, donde contamos con medios sólidos, independientes y financieramente viables; un marco legal altamente protector, y una cultura periodística que valora la información “objetiva”. Pero la intención de Trump es clara. A través de sus incesantes ataques, busca crear un ambiente en el cual los medios críticos sean marginados y la verdad sea irreconocible. La experiencia en América Latina –que, a diferencia de Rusia, tiene una tradición democrática, una sociedad civil sólida y una historia de medios independientes– demuestra que la estrategia puede funcionar.

Pero sólo si los medios de Estados Unidos muerden el anzuelo y comienzan a actuar más como la oposición. La información de alto impacto en los últimos días sobre los vínculos entre los ayudantes de Trump y Rusia muestra que los medios de comunicación conservan suficiente credibilidad en Estados Unidos para cambiar la dinámica política. También es un vívido recordatorio de lo que está en juego.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.

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