Los no-debates llegaron a Estados Unidos

Llevo horas intentando entender la reacción de sorpresa que dominó la prensa americana y parte de los electores en los Estados Unidos frente al primer debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden. También busco saber cómo esta nueva realidad impacta en el trabajo de los verificadores de hechos.
Es verdad que el encuentro televisivo del último martes (29/9) fue un desastre para los que buscaban oír propuestas serias y saber más sobre los planes de cada político para los próximos cuatro años. También es verdad que la baja calidad del evento y la falta de diálogo real entre los dos candidatos acabaron empujando a los verificadores para la lucha contra las mentiras de internet. Pero escribo hoy para intentar descubrir por qué en EEUU pensaban que el terrible show desinformativo que se ha visto en televisión y repercutido en las redes sociales no se armaría aquí. De cara, me parece una postura ingenua. Quizá arrogante.
Para los que cubren política en otras partes del mundo y para los fact-checkers en general, ya es común (pero aún así no aceptable) ver discusiones políticas en las que las partes no se escuchan, no cumplen reglas de convivencia y estimulan el odio. Chris Wallace, el moderador del debate del martes, hizo lo que pudo para evitar el caos, pero no estaba preparado para lo que venía: el deseo abrumador de Trump de obstruir la conversación.
En un planeta donde avanzan los tecno populistas - políticos que aprendieron a manipular las redes sociales, a usar sus algoritmos para incendiar a sus apoyadores, atacar la prensa, elevar la polarización y destrozar reputaciones - episodios de no-diálogo son cotidianos y obligan los periodistas a reinventar.
Nicolás Maduro (en Venezuela) y Daniel Ortega (en Nicaragua) cerraron periódicos y canales de TV para impedir que la oposición tuviese voz. Jair Bolsonaro (en Brasil) ataca a la prensa por lo menos una vez cada tres días, tachándola de "enemigo común", según datos presentados por la ONG Reporteros sin Frontera. En Turquía y en las Filipinas, sobran casos en los que el gobierno arresta e intenta callar a los críticos.
Entonces, ¿por qué los estadounidenses se sorprendieron tanto con la llegada del no-debate al territorio nacional? ¿Realmente se creían libres de este problema?
"Muchos pensaban que esto (el no-diálogo) jamás pasaría aquí. Pero es evidente que no hay ninguna razón lógica detrás de esta idea", me dijo un amigo americano el miércoles por la mañana. "La política de EEUU siempre se basó en reglas que nunca fueron escritas y que, bajo presión, acabaron colapsando. Nosotros creíamos que el decoro nos protegería. Pero estábamos equivocados".
¿Se creían los estadunidenses más listos, inteligentes o preparados para evitar la llegada del no-diálogo político?, quise saber.
"Los americanos somos optimistas", me contestó, entre risas.
Claro está, sin embargo, que incluso el durísimo trabajo hecho por los fact-checkers durante el primer debate de televisión se vio oscurecido por el debate relativo a la mala calidad del evento. Y esto también merece atención.
Es evidente que hubo chequeos de frases dichas por Trump y Biden. El Detector, de Univision, por ejemplo, publicó más de 21 frases verificadas. Pero el primer debate y su bajísima calidad llevó a los fact-checkers a luchar contra las varias falsedades que circularon en las redes sociales.
La idea de que Biden llevaba un auricular o de que había recibido las preguntas del moderador por antelación, por ejemplo, se esparcieron rápidamente y fueron desmentidas por AFP Fact Check, Check your Fact, FactCheck.org y Lead Stories.
Esto es más una señal de que, en estas elecciones, EEUU realmente se igualará a otros países, conviviendo con el no-debate y las mentiras de redes.