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La cumbre contra la pedofilia en el Vaticano se quedó corta

“Lo que las víctimas le exigen a la iglesia desde hace años es que reconozca la condición de delincuentes sexuales de algunos sacerdotes y que los ponga en manos de la justicia terrenal”.
Opinión
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2019-02-25T12:11:51-05:00
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El papa Francisco en la cumbre convocada para combatir los abusos dentro de la Iglesia católica. Crédito: VATICAN MEDIA/REUTERS

Verónica Openibo, una valiente monja nigeriana, ofreció uno de los testimonios más sinceros y dramáticos ante una conferencia de líderes de la Iglesia Católica que presidió el Papa Francisco en el Vaticano la semana pasada. El objetivo era examinar medidas concretas para atajar el abuso sexual de menores en la iglesia. Openibo contó que la película Spotlight,ganadora del Oscar en 2016, la había conmovido hasta las lágrimas porque relata con lujo de detalles cómo periodistas del Boston Globe expusieron el grave problema del abuso y el encubrimiento que enfrentaba el clero en Massachusetts. Es evidente que la monja africana se identifica con los hechos que narra la película. Pero también es probable que el desenlace de la conferencia en la que testimonió con valentía y candor la haya decepcionado, como seguramente decepcionó a otras víctimas y testigos de los excesos que en esta materia ha cometido la iglesia en buena parte del mundo.

El Papa Francisco inició el diálogo anunciando la necesidad de buscar “medidas concretas y eficaces” para erradicar el flagelo. Pero al cabo de cuatro días de encendidas exposiciones y debates, la reunión concluyó al igual que otras que le precedieron: con un manifiesto de buenas intenciones, pero escasas o ninguna propuesta para tomar por los cuernos el mal que desde hace años erosiona la integridad moral de la iglesia, a un costo extraordinario para su credibilidad y sus arcas. “Fue una bofetada a las víctimas”, le dijo al diario El País de España Miguel Hurtado, activista de Infancia Robada, un grupo que en ese país expone casos de abuso sexual por parte de sacerdotes y procura justicia para las personas abusadas.

Porque lo que las víctimas le exigen a la iglesia desde hace años es que reconozca la condición de delincuentes sexuales de algunos sacerdotes y que los ponga en manos de la justicia terrenal, en lugar de sermonearles, tratarles como meros pacientes mentales, trasladarles de los lugares donde han cometido sus delitos y encubrirles. Y eso es algo a lo que no se comprometieron Francisco y los demás líderes eclesiales que protagonizaron la conferencia en el Vaticano. El resultado es que en muy pocos países, como Estados Unidos, la iglesia está cooperando activamente con las autoridades que investigan a sacerdotes y monjas sospechosos de pedofilia. Las asociaciones de víctimas más bien dan cuenta de que, ante la avalancha de denuncias, la iglesia ha fortalecido sus defensas en muchos sitios.

La cruda realidad que han de enfrentar Francisco y otros líderes eclesiásticos hoy y en el futuro es que el maltrato sexual se institucionalizó en la iglesia, convirtiéndose en una práctica común que durante décadas e incluso siglos ocultaron papas, cardenales y obispos, a menudo con la connivencia de autoridades civiles. Para enfrentar el fenómeno, en Estados Unidos no ha quedado otro remedio que sacar a estas últimas de la complacencia. Es un gran mérito de las víctimas que, con la ayuda de nobles “whistleblowers” o filtradores dentro de la propia iglesia, se han organizado y se afanan en combatir la impunidad. Una consecuencia es que legisladores de varios estados han aprobado leyes que hacen obligatorio el denunciar a la policía los maltratos sexuales. Y numerosas fiscalías estatales han abierto investigaciones a diócesis católicas para procesar a clérigos pedófilos y a sus encubridores.

A la iglesia también se la reclama una transparencia que no ha sido capaz de practicar. Tal vez por eso, al mismo tiempo que celebraba la conferencia sobre pedofilia, el Vaticano reconoció lo que ya era un secreto a voces: que la iglesia mantiene directrices secretas para los sacerdotes que engendran hijos a pesar de sus promesas de celibato. Mas incluso esta revelación rápidamente se convirtió en otro ejemplo de cuánto se le dificulta el actuar de forma diáfana. El portavoz del Vaticano, Alessandro Gisotti, confirmó la existencia del documento; pero dijo que es “interno” y rehusó compartirlo con los periodistas. Un grupo denominado “Coping International” procura unir en la red a los hijos de sacerdotes. Y su cuenta va por más de 50,000 s en 175 países.

El Papa Francisco concluyó la conferencia con una exhortación a cambiar la mentalidad de sacerdotes y obispos sobre la pedofilia. Su llamado a “curar las graves heridas” creadas por ese mal resonó entre los presentes y los fieles. Lamentablemente, su renuencia a suscribir un compromiso firme con la justicia terrenal sugiere que comparte con sus antecesores la confianza excesiva en que la justicia canónica bastará para mantener en cintura a sacerdotes descarriados. Está claro, sin embargo, que las víctimas y sus defensores no se conformarán. Insistirán, con razón, en que se trate a los pedófilos como vulgares delincuentes. Su sed de justicia irá en aumento. Y extenderán a muchos otros países la misma batalla que ya libran contra la iglesia en Estados Unidos.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.

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