No importa lo que pase este domingo

La llegada de Ana de Armas a los Oscars no es una casualidad. Pero es una hazaña. Claro que, para cualquiera, llegar al Oscar es una hazaña. Millones de actores, directores, escritores y artistas de todo tipo sueñan en sus carreras con estar nominados, siquiera, a la mayor distinción mundial del arte que reúne todas las artes como ningún otro. Pero la hazaña de la protagonista de Blonde es una hazaña meteórica, sinigual, una proeza.
No importa cuál sea el resultado de su categoría -será muy difícil destronar a Cate Blanchet por su trabajo en Tar-, el viaje que dio Ana de Armas para llegar allí en el tiempo en el que lo hizo, incluyendo origen y recorrido, es de una audacia, talento, dedicación y asertividad pocas veces vistas juntas, al mismo tiempo y con tal profundidad.
Ana de Armas nació en Cuba, en las afueras de La Habana. Los que venimos de regímenes como esos sabemos que fuera de la capital en nuestros países abundan las carencias de servicios y de comunicaciones. Ella misma cuenta que viendo telenovelas y algunas películas en casa de un vecino (ella no tenía a internet ni al cable, ni en su casa había un VHS o un DVD player) se dio cuenta de que era a la actuación a lo que se quería dedicar. A los 12 años memorizaba monólogos frente al espejo, y a los 14 comenzó a estudiar Artes Dramáticas, en la Escuela Nacional de Artes de La Habana. Iba pidiendo aventones en las vías, todos los días, hasta llegar a su casa de estudios.
A los 16 años protagonizó el filme 'Una rosa de Francia', pero ella sabía que necesitaba más. Y a los 18 se fue a España. En Madrid tuvo un rol estelar en la popularísima serie 'El internado'. Muchos podemos recordarla porque además de la tele española, fue vista en Netflix. Es una actriz meteorito. "Me fue muy bien y estoy muy agradecida, pero me daba cuenta de que hacer televisión no era lo que yo quería", cuenta en un late night show, "quería retos mayores".
Entonces se mudó a New York City a estudiar inglés intensivamente, como cabe suponer, pero con una intensidad de la que solo es capaz ella y quizás nadie puede figurarse. Mientras tanto, aceptó algunos roles en España y siguió estudiando. Y cuando se sintió lista, se fue a Los Ángeles.
Es el año 2015 y la actriz tiene 27 años, ha hecho cine, teatro y televisión. Series, películas y telenovelas. Habla dos idiomas y tiene un agente recién sumado a su carrera. Es un cohete, pero su recorrido asombroso no es nada para lo que está a punto de empezar.
A su increíblemente buen inglés le suma su profundidad actoral, y a un régimen inagotable de presentación en audiciones, empiezan a nacerle oportunidades. Hace Knock Knock, con Keanu Reeves, lo que condujo a que protagonizara y produjera Exposed. Luego vino War Dogs, Manos de piedra, la nueva versión de Blade Runner y Overdrive.
Entonces en 2019 empezó lo mejor, con su destacado rol en Knives Out. A partir de ahí, comenzó su abundancia: la cubana empezó a escoger. Hizo cine negro como The night Clerk y producciones de Netflix como Sergio y La red Avispa. Una película basada en obras de Patricia Highsmith y un thriller de los hermanos Russo.
Pero en 2022 materializó lo improbable. Ana de Armas encarnó al con una profundidad y una capacidad de evocarla, que constituyen quizás la que sea la más memorable actuación de actriz hispana alguna en la historia de Hollywood.
Producida por Brad Pitt y dirigida por Andrew Dominic, la película experimenta y se adentra, además, en un mundo alterado, tanto en lo audiovisual como en lo imaginario, en el que traumas infantiles, abusos sexuales, obsesiones y barbitúricos entrampan una y otra vez el sistema nervioso de la superestrella más sensual que ha existido en el star system estadounidense.
Por lo que la hazaña de interpretar, con una historia tan disímil, un físico ni parecido, procedencia cultural ajena, además de no ser nativa del mismo idioma, a un ícono tan grande y teóricamente lejano, hace que Ana de Armas le dé altura, altivez, orgullo y relevancia histórico a su oficio, el antiguo e intrépido vicio de la actuación.
Nunca está de más señalar que Ana de Armas es cubana, latina e inmigrante. Una inspiración única. Bravo por ella y por lo que nos ha dicho su historia, su ímpetu, su intensidad, su empeño y su magnífico desempeño. No importa lo que pase este domingo.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.