Federalismo en exhibición en la respuesta pandémica

Así, a primera vista, la pandemia de coronavirus nos ha hecho entender una lección en gestión gubernamental, tal vez inoportuna, sobre cómo los diferentes niveles del gobierno dividen sus responsabilidades y a la vez funcionan en concierto. Esta es una característica importante de nuestro sistema único, que promueve la responsabilidad y la capacidad colectiva de nuestros gobiernos de responder en tiempos de crisis, y nos ayuda a distinguir entre políticas efectivas y esas imprudentes que inducen el malgasto.
Vale remarcar que desde la fundación del país, la constitución estadounidense proporcionó más autoridad a los gobiernos estatales que muchas otras naciones, enumerando ciertos poderes y responsabilidades como pertenecientes al gobierno federal, y repartiendo otros a los estados. La Décima Enmienda establece específicamente que los poderes no otorgados al gobierno federal están reservados a los estados o al pueblo.
De esta manera, los Padres Fundadores establecieron un sistema en el que cada uno de los estados tomaría la iniciativa de establecer y istrar políticas en una serie de áreas. Si bien la política exterior y la defensa nacional pertenecen específicamente al gobierno federal, asuntos como la justicia penal, la salud pública y la educación, entre otros, suelen estar dirigidos por los gobiernos estatales o locales.
Hemos visto en los últimos meses, como gobernadores y alcaldes, a menudo en consulta con el gobierno federal, han sido encargados de liderar decisiones con respecto a la pandemia. En lugar de un plan nacional, impuesto por Washington, ha habido docenas de enfoques diferentes, cada uno con sus propios términos particulares.
Conforme a su propio juicio, algunos estados y ciudades han adoptado respuestas más estrictas y bloqueos más completos en respuesta al covid-19, mientras que otros han sido más moderados. Por multiples razones, algunos estados ya han comenzado la transición hacia una sociedad y una economía más abiertas, mientras que las áreas donde la infección sigue siendo un problema más grave se mueven más lentamente.
Esto no debería ser una sorpresa, considerando cuán diferente es el virus que afecta a las regiones de todo el país. Estados como Florida y Washington, o Nueva York y Texas, son diferentes en muchos aspectos, incluyendo la demografía, el clima y las industrias clave. El coronavirus está afectando a cada uno de manera diferente. Sería miope suponer reflexivamente que la respuesta del gobierno debería ser la misma en todos esos casos.
Viéndolo bien, si una región está plagada con mayor propagación de infección o tasas de mortalidad más altas, se justifica una mayor concentración y mayores recursos que las áreas que en gran medida no se ven afectadas. Nuestro sistema de gobierno está diseñado de manera única para garantizar una respuesta a cada ciudad o estado.
Una ventaja de este enfoque federalista es que los diferentes programas y políticas adoptadas en un estado proporcionan un ejemplo útil para otros. Un enfoque que produce excelentes resultados en una región puede aplicarse en otro lugar. Si dos estados responden a un desafío de diferentes maneras, se puede demostrar claramente que una de esas respuestas es superior y la otra inferior.
En lugar de un costoso programa nacional que podría ser visto como un éxito por algunos y un fracaso por otros, podemos comparar y contrastar resultados concretos, y hacer un juicio educado sobre cuál es mejor. De esta manera, los 50 estados operan como "laboratorios de democracia", donde las políticas implementadas en un estado informan a otros estados y sirven para producir mejores resultados.
Para las familias hispanas, que en promedio suelen tener trabajadores de más joven edad en sus filas, este sistema funciona bien. Cuando sacrificamos nuestros impuestos ganados con tanto esfuerzo al gobierno, estamos en una mejor posición para juzgar si esos dólares se gastan de manera efectiva o no.
En lugar de un gobierno federal masivo que controle todo y describa todos los gastos como efectivos, nuestro sistema de federalismo nos permite comparar y contrastar. ¿Son nuestros legisladores en el capitolio del estado o nuestros líderes electos en Washington quienes están tomando mejores decisiones? ¿Qué programas están produciendo buenos resultados y cuáles se han comprobado inefectivos? Respuestas a estas incógnitas son más fácil de juzgar en los Estados Unidos que en otros países, y eso ayuda a producir mejores políticas sin mayor demora.
Con todo esto en mente, sería imprudente que el gobierno de Washington, y los contribuyentes de todo el país, asumieran el costo de las políticas insensatas y derrochadoras aprobadas por otros gobiernos de nivel estatal. Con tanta atención en este momento dada a la respuesta al coronavirus, algunos estados están tratando de evitar las reformas presupuestarias necesarias buscando cientos de miles de millones en rescates federales por mala gestión en el pasado.
Pero Washington ya ha brindado asistencia sustancial a los estados para enfrentar la pandemia, y la deuda nacional ahora ha superado los $25 billones. Sería imprudente e injusto poner en peligro a los contribuyentes de todo el país por la mala gestión de unos pocos.
Todos esperamos que Estados Unidos supere pronto el coronavirus, y que pronto podamos volver a construir el sueño americano. La prudencia debe liderar el proceso, y con un gobierno que promueve la rendición de cuentas al asignar autoridad y responsabilidad en diferentes instituciones, es precisamente por esta razón que sería más probable tomar esas decisiones inteligentes. Siempre y cuando evitamos el partidismo, esto es una buena noticia para todos nosotros.
Nota : La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.