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El fantasma de Stalin se pasea por el Kremlin

"Washington y sus aliados democráticos también deben continuar enfatizando que Rusia pagaría un precio muy alto, en sanciones económicas, políticas y diplomáticas, si usurpa más territorios a Ucrania o convierte a Cuba y Venezuela en colonias militarizadas".
Opinión
Miembro del equipo de Política de Univision.
2022-01-18T15:01:17-05:00
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"Estados Unidos necesita trazar una estrategia firme, clara y duradera para frenar el expansionismo imperial de Putin". Crédito: AP

Vladimir Putin comenzó el año nuevo haciendo su mayor personificación hasta ahora del Zar Rojo, Joseph Vissarionovich Stalin. En 2021 intensificó la represión de opositores en Rusia, sin llegar desde luego a los límites exterminadores del célebre campeón del Gulag. Ahora amenaza a Estados Unidos y a Occidente con recalentar la guerra fría. Amaga con invadir a Ucrania otra vez, reocupar militarmente a Cuba, tragarse a Venezuela y emplazar “un nuevo misil mar-tierra, hipersónico”, según sus palabras, que pueda hacer blanco en Washington en “cinco minutos”. Vamos, que el fantasma de Stalin se pasea muy orondo por el Kremlin.


Si algo diferencia los berrinches de los psicópatas con poder de los que de vez en cuando nos dan al resto de los mortales es que en ellos suelen convertirse en obsesivos planes de acción. Y como tales hay que asumirlos. Estados Unidos y sus aliados democráticos en Europa, tanto en la occidental como en la oriental, no tienen otro remedio que tomarse en serio las amenazas y agresiones del zar del Kremlin. Y actuar en consecuencia.

Putin está ensoberbecido por su éxito como autócrata en Rusia y titiritero de gobernantes extranjeros, como el bielorruso Alexander Lukashenko, el sirio Bashar al-Asad y el norteamericano Donald Trump cuando estaba en la Casa Blanca. Está convencido de que, poco a poco, puede revivir el imperio soviético, sin pretensiones ideológicas, eso sí, pero con mano dura, extorsiones a granel, una guerra cibernética implacable y estratégicas interferencias electorales. En ese turbio empeño anda 24 horas al día, todos los días del año.

El mandamás ruso ha sitiado la frontera de Ucrania con decenas de miles de soldados y armamento pesado. Comentaristas por él pagados aseguran que está preparado para bombardear a los ucranianos como hiciera Estados Unidos con los iraquíes. Su vicecanciller, Sergei Ryabkov, rehusó “negar o confirmar” la existencia de planes para enviar fuerzas militares a Cuba y Venezuela. Su régimen exigió que Estados Unidos retire todas sus armas nucleares de Europa, a pesar de que esas armas han estado en los mismos lugares durante años, precisamente para proteger a aliados europeos de la histórica voracidad territorial rusa. Y él personalmente advirtió que dará “respuestas asimétricas, rápidas y duras” si la OTAN se expande hacia el este, en referencia a una reciente petición ucraniana de formar parte de la alianza militar atlántica.

Este fin de semana el asesor de seguridad nacional de EEUU, Jake Sullivan, reaccionó a la amenaza rusa de aumentar su presencia militar en Cuba y Venezuela diciendo que no quería responder a “fanfarronadas en comentarios públicos”. Añadió que, si Rusia se moviera en esa dirección, “lidiaríamos con ello de forma decisiva”. Más nos vale. Pero eso no es suficiente. Estados Unidos necesita trazar una estrategia firme, clara y duradera para frenar el expansionismo imperial de Putin. Y debería coordinarla con sus aliados democráticos en Europa, lo cual no es tan fácil como podría suponerse.

Putin también presiona, intimida y extorsiona a los europeos porque los ha hecho peligrosamente dependientes de Moscú. Europa importa de Rusia el 60 por ciento de los productos energéticos que consume, porcentaje que aumenta a 90 en el caso de Alemania, la nación europea de mayor peso geopolítico en la actualidad.

¿Qué puede hacer entonces el gobierno del presidente Biden? En primer lugar, lo que acaso teme más el zar ruso en este momento: ayudar económica y militarmente a Ucrania para apuntalar su frágil democracia. Estados Unidos prácticamente abandonó este importante cometido cuando Trump les exigió a los ucranianos que investigaran a Joe Biden y a su hijo Hunter a cambio de reanudar y expandir el apoyo estadounidense. Expertos en la región coinciden en que una Ucrania democrática y próspera, avalada por Occidente, trastocaría los planes expansionistas de Putin.

“El éxito de Ucrania”, escribe el teniente coronel Aklexander Vindman, “pondría patas arriba las aspiraciones irredentistas de Rusia de un imperio y destacaría los fracasos del Kremlin, tal y como los logros de Alemania Occidental alguna vez lo hicieran respecto al estado totalitario de Alemania del Este”. Vindman es de origen ucraniano. Y, como se recordará, dirigió los Asuntos Europeos del Consejo de Seguridad Nacional hasta que Trump lo despidió por denunciar ante el Congreso su extorsión a Kiev.

Washington y sus aliados democráticos también deben continuar enfatizando que Rusia pagaría un precio muy alto, en sanciones económicas, políticas y diplomáticas, si usurpa más territorios a Ucrania o convierte a Cuba y Venezuela en colonias militarizadas. El régimen de Putin se sostiene sobre un tinglado oligárquico que difícilmente resistiría una andanada de sanciones creíbles y contundentes.

Estas opciones de Estados Unidos y Europa han de formularse sin ambages en los diálogos por otro lado necesarios con el tiranuelo ruso. Uno de esos diálogos comenzó en Ginebra esta semana. Como en toda conversación, los aliados deben escuchar con atención las quejas y demandas rusas. Pero también fijar con firmeza su postura de que una invasión a Ucrania o una militarización rusa de Cuba y Venezuela serían un lujo imperial cuyo precio Moscú no podría pagar.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.


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