La complejidad del aborto requiere comprensión y flexibilidad

La moralidad del aborto es un asunto tan complejo, con matices tan diversos, que las sociedades han ido adoptando posturas moderadas y centristas a medida que sus integrantes se han ido educando sobre el tema. Las posiciones extremas sobre el aborto, ya sea a favor o en contra, suelen conducir a excesos tanto a nivel personal como colectivo. Y eso es precisamente lo que está sucediendo en los estados que han adoptado leyes radicales para prohibir el aborto, sobre todo después de la decisión de la Corte Suprema de EEUU que invalidó Roe Vs. Wade, el histórico fallo que protegió la práctica durante medio siglo. Veamos algunos ejemplos.
En Ohio, las leyes draconianas pretendían obligar a una niña hispana de 10 años a dar a luz a pesar de que su embarazo fue el producto de la violación del novio de su madre. Hubo que llevar a la pequeña a otro estado, Indiana, para que una obstetra, la doctora Caitlin Bernard, la librara del feto no deseado. Pero sectores radicales en Indiana quieren imitar el ejemplo draconiano de Ohio. Por eso, el fiscal general de ese estado, el republicano Todd Rakita, ordenó realizar una investigación exhaustiva de la doctora Bernard. Todo indica que la obstetra actuó con apego a las leyes y reglas sobre el tema y saldrá bien del acoso oficial. Pero el daño profesional y emocional que está sufriendo es sencillamente inestimable.
En la Florida, el gobierno estatal republicano y las cortes pretenden obligar a una adolescente de 16 años a dar a luz, alegando que ella “no es lo suficientemente madura para decidir ponerle fin a su embarazo”. La joven no tiene padres. Una corte le designó un mentor legal. Pero vive con un pariente y carece de medios no ya para mantener a un hijo, sino incluso para mantenerse ella.
Y en Louisiana, el gobierno estatal republicano quiere obligar a Nancy Davis, de 36 años, a dar a luz a un feto inviable. Los médicos dicen que el feto carece de cráneo y lamentablemente nacerá muerto. Davis asegura que tendrá que “viajar bien lejos” para someterse a un aborto y que este esfuerzo le costará miles de dólares que en realidad no tiene. Activistas de derechos civiles y abogados se han movilizado para ayudarla y han recaudado ya $30,000. Pero Davis se siente naturalmente agobiada y humillada y amenaza con demandar a sus verdugos estatales.
Precisamente para prevenir excesos como estos, Estados Unidos se había movido hacia una postura moderada entre la prohibición radical del aborto y su tolerancia absoluta. En esencia, permitía la práctica durante los primeros meses de embarazo, cuando la ciencia médica no atribuye al embrión o al feto condiciones de ser sensible ( sentient being). Pero la prohibía en estados avanzados de gestación salvo en situaciones excepcionales en que la vida de la madre peligraba o cuando el embarazo era producto de incesto o violación sexual.
La presunción es que la madre reúne las condiciones de persona humana – la capacidad de sentir, pensar y ser consciente de su entorno y de sí misma - mientras que lo mismo no sucede con el embrión ni con el feto.
Los partidarios de la libre elección han expandido sus argumentos. Sostienen, por ejemplo, que las mujeres tienen derecho a decidir qué hacer con sus cuerpos; que el derecho a la libre elección es vital para la igualdad de género; que también lo es para que las mujeres puedan alcanzar su potencial; que prohibir de manera tajante el aborto pone en peligro a las mujeres al obligarlas a usar métodos y abortistas clandestinos; y que la posibilidad de abortar es parte de una serie de derechos relacionados al embarazo y a la reproducción.
Sin embargo, también hay argumentos poderosos para considerar el aborto problemático. De entrada, significa la eliminación de una vida humana potencial. También suele involucrar una decisión traumática para las mujeres. Y algunas sociedades avanzadas ofrecen alternativas de manera que se pueda adoptar y darles manutención a bebés no deseados por sus madres.
Más debatible es el argumento de que la vida humana potencial es, invariablemente, sagrada, como sostienen algunos. Muchas personas tienden a estar de acuerdo en la mayoría de los casos y cuando piensan en la posibilidad de que se frustre el nacimiento de un Einstein, un Miguel Ángel, un Cervantes o un Mozart. En cambio, muchas tienden a no estar de acuerdo cuando piensan en el nacimiento de un Hitler, un Stalin, un Fidel Castro o un Jack el destripador.
La controversia sobre el aborto, en suma, es muy complicada y se resiste a las respuestas fáciles. De ahí que las sociedades que entienden esa complejidad hayan optado por educar a sus ciudadanos sobre la práctica (el tema forma parte de una asignatura de Ética Aplicada en la mayoría de las universidades de EEUU), asesorar a las madres que contemplan la práctica, ayudar médicamente a las que deciden abortar y apoyar socialmente a las que deciden alumbrar. Mientras más se aleja una sociedad de estas actitudes matizadas, más riesgo corre de caer en extremismos que perjudican a las mujeres y a la coexistencia civilizada, como ya está sucediendo en algunos estados del país.
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