Con la muerte de Fidel, el tema de la sucesión en el gobierno cubano vuelve al primer plano
A lo largo de su gobierno, Fidel Castro cultivó una imagen de figura más grande que la vida misma. Por eso no solía hablar en público ni permitía que en Cuba se publicara nada sobre su familia. Tampoco se preocupó mucho por su sucesión. Cuando se enfermó gravemente, su hermano Raúl le sucedió y se contagió un poco de esa característica o estrategia. Un resultado es que Raúl Castro prometió primero que abandonaría el poder en 2018. Pero este año alargó la promesa a “cinco años más”. Otro resultado es que la posible sucesión de los Castro en Cuba es una nebulosa, una incógnita que no augura una fácil transición.
Lo más probable es que Raúl Castro intente legar el poder a la aristocracia de la Revolución cubana, que es precisamente la familia Castro. En la mentalidad de los dos gobernantes cubanos de los últimos 57 años, el poder ha de permanecer en manos de los históricos de la Revolución o de sus hijos. Y tanto Fidel como Raúl Castro siempre se han considerado los más históricos de los históricos.
Pero la biología terminará más temprano que tarde con Raúl Castro como acaba de terminar con Fidel Castro. El actual gobernante cubano tiene más de 85 años de edad y arrastra varios achaques propios de la vejez . Por eso ha estado reflexionando sobre su eventual sucesión. En su cálculo entran, por encima de todo, sus hijos. Mariela Castro porque tiene un poco del carisma de su tío Fidel, es la figura más mediática de la Revolución desde que este se enfermó y se ha conducido y expresado con total lealtad al régimen. La excepción ha sido su lucha por los derechos de los gays, una compensación histórica y sicológica por la persecución a que los sometieron su tío y su padre en los años sesenta, setenta y ochenta. Mariela Castro, quien hoy tiene 54 años, podría ser una sucesora natural desde una perspectiva meramente política.
Sucesores entre los Castro
Desde la perspectiva del poder crudo y duro, otro candidato a la sucesión es Alejandro Castro Espín, de 51 años, quien como coronel del Ministerio del Interior controla las riendas del mando en la isla. Castro Espín no peleó en ninguna de las numerosas guerras en las que participó Cuba. Pero perdió un ojo en un accidente en Luanda, Angola, cuando las fuerzas cubanas aún combatían a nombre de José Eduardo Dos Santos, su régimen y sus valedores soviéticos. Muchos cubanos en la isla creen que "El Tuerto," como le apodan, perdió ese ojo combatiendo. Un malentendido conveniente a los efectos de una posible sucesión.
Fidel Castro dejo numerosos hijos reconocidos y no reconocidos. Pero poco a poco perdió la confianza en ellos como posibles sucesores. A Fidel Castro Díaz-Balart, de 67 años de edad, lo destituyó como jefe de la Planta Nuclear de Juragua tras acusarlo de malos manejos istrativos. Luego lo rehabilitó pero mayormente para la vida familiar. Su otro hijo conocido, Antonio Soto del Valle, de 47 años y doctor en medicina deportiva, ha cultivado demasiado una imagen de playboy y bon vivant para el gusto de los hermanos Fidel y Raúl Castro. Los demás hijos de Fidel o bien carecen de profesión fija o bien son exiliados anticastristas. Su padre siempre se ocupó más de ocultarlos que de mostrarlos.
Los Castro no han descartado colocar a otras figuras en la línea de sucesión. Pero tampoco se lo han tomado demasiado en serio. Para la galería en años recientes han paseado el nombre y la figura de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, de 56 años, primer vicepresidente de Cuba, quien trabaja en el sector de mercadeo. Díaz-Canel, sin embargo, nunca ha formado parte de la élite político-militar cubana. Y es improbable que Raúl Castro le entregue algún día las riendas del poder real.
Más influyente que Díaz-Canel parece ser el General Álvaro López Miera, de 72 años, viceministro de las fuerzas armadas, a quien Raúl considera un hombre de confianza, eficaz en su gestión y un protegido suyo desde sus días de alzamiento contra la dictadura de Fulgencio Batista en la Sierra Cristal holguinera, cuando López Miera apenas tenía 14 años de edad. Algunos expertos creen posible un triunvirato en el que los hermanos Alejandro y Mariela Castro compartirían el poder con López Miera, quien aportaría la “legitimidad” de los históricos de la Revolución.
Desertores de la inteligencia cubana aseguran que, en los años 90, los Castro autorizaron cultivar a ciertos disidentes light como posibles figuras de transición. La idea era prepararles para que actuaran como garantes de sus personas y fortunas en caso de una caída súbita del régimen comunista cubano. Se trataba de una sutil precaución ante el desplome de regímenes comunistas como castillos de naipes. Hoy en día no hay indicios de que el régimen continúe ese ejercicio, aunque tampoco es descartable del todo.
Sea como fuere, los Castro se han planteado la sucesión, en la medida en que se la han planteado, como un proceso que deberá garantizar lo que consideran, por un lado, su legado revolucionario y comunista, y por otro lado la vida de sus hijos y nietos y la inestimable fortuna familiar.