¿Por qué este hombre, desde una remota cárcel, sigue siendo el enemigo número uno de Putin?
El 17 de enero de 2021, Alexei Navalny abordó un avión en Berlín con destino a Moscú.
A lo largo del trayecto, que dura unas tres horas, pasó viendo capítulos de una de sus series favoritas: Rick & Morty.
Navalny, el rostro más público de la oposición contra Vladimir Putin, sabía lo que le esperaba en cuanto aterrizara: meses, años o quizá décadas de cárcel. “No tengo miedo”, dijo al grupo de periodistas que viajaba con él. A su llegada, fue detenido por la policía. Este martes se cumplen dos años.
En vísperas de su segundo aniversario en la cárcel, donde Navalny cumple una sucesión de condenas, una carta firmada por 200 médicos rusos exigió que se le dieran los cuidados médicos necesarios. Algunos de los firmantes lo hicieron con su nombre completo: “un raro gesto crítico” contra Putin, reportó The New York Times el pasado 10 de enero.
Pero, ¿por qué Navalny, de 46 años, es tildado como el “enemigo número uno” de Vladimir Putin, de 70?
¿Por qué Amnistía Internacional le retiró el calificativo de “prisionero de conciencia” poco después de su detención? ¿Por qué su arresto desató inéditas manifestaciones en territorio ruso?
La respuesta es compleja, y recuerda la descripción de Rusia misma que hizo Winston Churchill en 1939: “Un acertijo, envuelto en misterio, dentro de un enigma”. El caso de Navalny no es una excepción.
Navalny, nacido en 1976 en Butyn, una pequeña comunidad rural a unos 50 kilómetros de Moscú, comenzó su paso en la política al inicio de la era de Putin en el Kremlin, en el año 2000. Antes había sido abogado y corredor de bolsa, de acuerdo con el libro Navalny: Putin’s nemesis, Russia’s future? (Navalny: el némesis de Putin, ¿el futuro de Rusia?), publicado en 2021.
Primero se afilió al partido Yabloko (un grupo político opositor a Putin y que se define como “liberal y demócrata”), del que fue expulsado en 2007 por comentarios controversiales sobre inmigrantes y por asistir a la Marcha Rusa ( Russian March), una manifestación en contra de Putin a la que también asisten grupos de ultraderecha y neonazis.
¿Por qué es considerado como el “enemigo público número uno” de Putin?
Navalny emergió como “enemigo número uno” de Putin cuando fundó la Fundación Anticorrupción en 2011 (FBK, por sus siglas en ruso).
Rusia padece de una corrupción “endémica”, de acuerdo con un informe de 2021 de la organización Transparency International (TI), que sitúa al país en el sitio 136 entre 180 en su listado anticorrupción.
La FBK difundió en 2017 una investigación que descubrió que Dimitri Medvedev, expresidente, ex primer ministro y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, acumulaba lujosas propiedades con un valor de unos 1,000 millones de dólares.
De la mano de la FBK, el perfil público de Navalny creció exponencialmente por su presencia en redes sociales. El video de YouTube que expone la presunta red de corrupción de Medvedev suma 45 millones de vistas y el perfil personal del líder opositor en Twitter tiene 2.9 millones de seguidores.
Navalny fue inhabilitado para presentarse como candidato a las presidenciales rusas de 2018. Para 2019, el Ministerio de Justicia ruso declaró a la FBK como un “agente extranjero” y, para 2021, fue calificada como una “organización extremista” por una corte de Moscú, lo que obligó a su cierre.
Envenenamiento por un “agente nervioso” de la era de la URSS
Meses antes del arresto de Navalny, en agosto de 2020, el líder opositor cayó enfermo por un presunto envenenamiento y debió ser ingresado a un hospital en Omsk, después de comenzar a presentar síntomas durante un vuelo comercial procedente de Siberia. Uno de los pasajeros afirmó que el crítico de Putin “gritaba de dolor”.
“Esto es Putin”, escribió Kira Yarmysh, portavoz de Navalny, en su cuenta de Twitter. “Así haya dado la orden personalmente o no, la culpa es enteramente suya”, añadió.
Navalny cayó en coma y, tras presiones internacionales, un avión del gobierno alemán lo trasladó a un hospital en su territorio. Alemania informó en septiembre de 2020 que el fundador de la FBK había sido envenenado por un “agente nervioso” , un inhibidor de la colinesterasa llamado Novichok, cuyo uso se remonta a la era de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
El entonces ministro de Relaciones Exteriores alemán, Heiko Maas, dijo que las pruebas sobre el envenenamiento al crítico de Putin “no dejaban lugar a dudas”. Navalny recibió el alta el 23 de septiembre de ese año.
Días después, el 6 de octubre de 2020, la Organización por la Prohibición de las Armas Químicas (Organisation for the Prohibition of Chemical Weapons, OPCW) confirmó que había rastros del inhibidor de colinesterasa en el organismo de Navalny.
Aun así, la FBK informó que Navalny regresaría a Rusia en cuanto su condición así se lo permitiera, y fue entonces que, pocos meses después, emprendió el regreso que culminó en su arresto en Moscú.
Las multitudinarias protestas tras su detención
La policía rusa detuvo a Navalny en cuanto aterrizó en Moscú, en aquel enero de 2021, inicialmente bajo la acusación de que había violado su libertad condicional por juicios anteriores.
La noticia de su arresto llevó a protestas multitudinarias, poco frecuentes en la Rusia de Putin, que causaron la detención de al menos 4,700 personas, de acuerdo con el recuento de la agencia AP del 31 de enero de 2021.
Los recuentos de medios independientes sostienen que, pese a las medidas de seguridad “sin precedentes” en Moscú –que incluyeron la clausura de estaciones de metro cercanas al Kremlin, la restricción del tráfico y el cierre de restaurantes y comercios–, unas 40,000 personas se reunieron en la capital rusa, esto de acuerdo con el reporte de la agencia Reuters.
Los medios oficiales rusos cifraron la asistencia a la manifestación del 23 de enero de 2021 en Moscú en cerca de 4,000.
Las protestas se extendieron a San Petersburgo, Perm, Kaliningrado y hasta Vladivostok, en el extremo oriente de Rusia, también según los recuentos de medios independientes.
Las polémicas que rodean al crítico de Putin
“Navalny no es ningún Nelson Mandela ni un Alexander Solzhenitsyn”, escribió en 2021 en The Guardian el periodista británico Luke Harding, quien fue corresponsal del diario en Rusia desde 2007 hasta 2011, cuando fue expulsado del país tras su cobertura sobre la supuesta fortuna de Putin y el asesinato del exespía ruso Alexander Litvinenko, quien falleció en 2006 en Londres víctima de envenenamiento con Polonio 210.
“Es complejo, carismático, duro y experto en manejar a los medios. Incluso divertido: tiene un humor sarcástico para atacar a sus enemigos. Pero sobre todo, Navalny es un político: contradictorio y polarizante”, señaló Harding.
Sus posturas controversiales y xenófobas a lo largo de su carrera política –en un video de 2007, calificó de “cucarachas” a los terroristas chechenos– llevaron a Amnistía Internacional a retirarle el estatus de “prisionero de conciencia” en febrero de 2021. Navalny también sostiene que se le debe pedir visado a los inmigrantes de origen asiático a su entrada a Rusia.
Un análisis publicado en The Washington Post en marzo de 2021 subraya que Navalny se había negado a retractarse de sus declaraciones, que también incluyen su uso reiterado de un insulto ruso para referirse a las personas LGBTQ.
“En algún momento, Navalny deberá decidir si quiere dar un buen ejemplo o si prefiere seguir el camino de las élites liberales rusas, que ignoran el racismo en su propio país”, escribió entonces Terrell Jermaine Starr, miembro no residente del Centro Eurasia del Atlantic Council.
Mientras tanto, Navalny se encuentra en una cárcel de alta seguridad a las afueras de Moscú, pero su presencia en redes sociales se mantiene. Las cuentas, según sus abogados, son gestionadas por sus simpatizantes.
Una de las más recientes publicaciones en el perfil de Navalny en Twitter, del pasado 13 de enero, es un retuit de un artículo de la BBC, que menciona que la preocupación por el estado de salud del líder opositor ha crecido en los últimos meses.
Un portavoz del gobierno alemán indicó que Navalny “necesita atención médica urgente, como numerosos doctores rusos han señalado”, cita la cadena británica.
Otra publicación, también del 13 de enero, es un retuit de uno de sus abogados, Vadim Kobzev, quien dice que su cliente sufre fiebre y tos, y se encuentra en riesgo de contagio de enfermedades graves. “No ha recibido ninguna medicina”, asegura.