Bebés de vientres de alquiler en Ucrania: entramos al sótano donde cuidan a 30 recién nacidos que no pudieron viajar con sus familias
KIEV, Ucrania .- Un militar corpulento y en la sesentena nos da la bienvenida con un AK-47 en un barrio de las afueras de Kiev. Nos acompaña hasta el sótano de un edificio, en el que ocho mujeres acunan, calman y alimentan a casi una treintena de recién nacidos.
Algunas de ellas le cuentan que sus familiares se han quedado atrapados en sus regiones de origen por la invasión rusa y le piden ayuda para trasladarlas hasta la capital donde, creen, estarán a salvo. Estas enfermeras llegaron hasta aquí buscando mejores salarios.
Por cuidar de estos bebés que fueron alumbrados por mujeres ucranianas empleadas como vientres de alquiler cobran el triple de lo que recibirían por atender a personas enfermas en un hospital público de su país: unos 1,000 dólares.
“Con ese dinero puedo mantener a toda mi familia, a mis dos hijas y a mis padres. Pero los tengo en Ovruch y temo que les pueda ocurrir algo. No les veo desde el 21 de febrero, cuando comencé a trabajar aquí”, explica Antonina Efimovich.
“En los primeros días de la invasión bombardearon cerca del hospital donde estaban los bebés y decidieron trasladarlos a este refugio. Vivimos aquí con ellos, dormimos en esos colchones”, explica, señalando a los camastros que hay situados junto a las decenas de cunitas.
Por mucho que se esmeran las enfermeras y por mucho que hayan aprendido a balancear cunitas de a pares, siempre hay algún bebé que llora. “Claro que les cogemos cariño, llevamos un mes viviendo con ellos, son como nuestros hijos”, explica Efimovich, a quien el doctor Ihor Pechenga, el hombre que nos recibió vestido de militar que está al cargo de este refugio de bebés de la empresa BioTexcom y que le ha prometido un apartamento de tres habitaciones para su familia.
Ucrania, un país con una gran industria de madres de alquiler
Desde que la legalizara en 2002, Ucrania se ha convertido en uno de los países con una mayor industria de vientres de alquiler, después de que India, Nepal y Tailandia la prohibieran y la exrepública soviética asumiera parte de la demanda.
Ilegal en la mayoría de los países de la Unión Europea, son miles las familias procedentes de sus Estados que durante la última década han acudido a sus clínicas para adquirir un bebé por cuantías que oscilan entre los 30,000 y los 40,000 dólares -la mitad aproximadamente de su coste en Estados Unidos-. A sus madres biológicas les pagan unos 17,000 dólares. El salario base del profesorado o del personal sanitario en este país es de unos 420 dólares.
“Diariamente se examinan hasta 200 candidatas para ser donantes de óvulos y sólo 20% cumplen todos los requisitos en el plan de salud física y psicológica, la edad, disponibilidad de al menos un hijo propio y, claro está, los rasgos físicos. La ventaja principal de nuestra base de datos es que ustedes mismos puedes escoger su donante basándose en su foto, vídeo e imagen 3D con la posibilidad de ver a la donante”, leemos en la web de BioTexCom que, como vemos, hace hincapié en que para la gestación solo aceptan a mujeres que ya tengan hijos previamente, con el objetivo de garantizar, aparentemente, que quieran quedarse con las criaturas tras el parto.
Bebés que no han sido recogidos por la guerra en Ucrania
Pero desde que comenzase la guerra, son decenas los bebés que no han sido recogidos por sus padres y madres adoptivos y que son cuidados en refugios como este mientras escuchamos el cielo crujir por los bombardeos.
“Ahora mismo hay unas 500 mujeres embarazadas por gestación subrogada en Ucrania que parirán en las próximas semanas y meses. Pero estamos creando una logística para llevar los bebés a la frontera y que puedan recogerlos allí”, explica Ihor Pechenoga, médico jubilado con tres especialidades, que comenzó a trabajar como portavoz de BioTexcom, la principal empresa de ovodonación, reproducción asistida y, sobre todo, vientres de alquiler de Ucrania.
De los 2,500-3,000 bebés que se conciben mediante la llamada maternidad subrogada en Ucrania, más de la mitad se hacen a través de los servicios prestados por esta corporación. En opinión de Sergii Antonov, un abogado ucraniano especializado en esta cuestión, a medida que ha aumentado este negocio, cada vez son más los casos de mujeres que denuncian explotación y malos tratos durante el proceso de gestación. En una entrevista concedida a Al Jazzera, explicaba que “sigue sin haber una regulación real de la subrogación en Ucrania lo que favorece que dos terceras partes de la industria opere ilegalmente”.
Tras la invasión rusa, Ihor Pechenoga ha sido nombrado, además, coronel lugarteniente y está al cargo de la protección de la sede de la empresa, que se ha convertido en un lugar estratégico para la defensa de Kiev puesto que se encuentra en una colina justo al lado de la línea del frente.
“Es la segunda vez que me quedo embarazada por subrogación. Antes trabajaba en una fábrica metalúrgica, pero no ganaba lo suficiente para sacar adelante a mis dos hijas. Así que creo que lo haré una tercera vez y ya está. Con eso podremos tener una vida mejor”, explica Olesya en el salón de la sede de BioTexCom.
Tiene 41 años, está en la semana 30 de embarazo y hasta que llegue el parto le han pedido que se quede en Kiev por los ataques que se suceden en su región. “Ahora estoy sola en un apartamento, pero en circunstancias normales lo compartiríamos 5 o 6 mujeres embarazadas”, explica, junto a una familia que también ha llegado hasta aquí huyendo de los bombardeos. Se alojan en el mismo edificio en el que a ella la fecundaron hace algunos meses. Ahora luce una enorme barriga y pasa las horas muertas junto a sus dos hijos, su marido y los dos gatos.
“En el parto no tienes ningún o con el bebé. Así que no he sufrido ningún tipo de depresión ni tristeza tras la primera maternidad por subrogación”, concluye Olesya, quien espera poder reunirse después con sus hijas, su madre y su hermana, quienes le esperan en Dnipro y quienes, sostiene, le apoyan en esta decisión.
El fenómeno de los vientres de alquiler es rechazado por la inmensa mayoría de las organizaciones de derechos humanos y feministas de las sociedades europeas, donde se considera una forma de explotación de las mujeres en situaciones de vulnerabilidad por personas con más recursos. Sin embargo, es una práctica cada vez más normalizada en Ucrania que, como otras exrepúblicas soviéticas, prima políticas dirigidas al enriquecimiento individual frente al bien común.
Por ello, también, afronta una corrupción sistémica en todos los ámbitos públicos y privados de su sociedad, lo que ha generado todo un entramado empresarial dedicado a limpiar el dinero negro y una creciente desigualdad entre su población.
Mientras la invasión rusa supera ya el mes de duración, cada día llegan entre dos y tres nuevos bebés nacidos por subrogación a las instalaciones que esta empresa tiene en varias ciudades de Ucrania.
La imagen del bombardeo del hospital materno-infantil de Mariupol sobrevuela la cabeza de las enfermeras, del doctor y de las mujeres embarazadas. “No hay un lugar seguro ya en Ucrania. Hacemos lo que podemos, pero cómo vamos a garantizar la seguridad de los bebés si ni siquiera podemos hacerlo de nuestras familias”, lamenta la recepcionista de uno de los centros de esta empresa.
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