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Protocolos de Protección de Migrantes

De ser detenido en La Habana a voz de los migrantes en Washington, este cubano es parte del menos del 1% que consiguió asilo bajo MPP

Rainer (Ray) Rodríguez es uno de los 263 migrantes enviados a México por el gobierno de Donald Trump que en el último año ha conseguido asilo en EEUU. Tras huir de Cuba, donde asegura que fue detenido en varias ocasiones por pensar diferente, pasó 10 meses varado en Matamoros.
1 Mar 2020 – 10:13 AM EST
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Rodríguez estuvo diez meses en Matamoros y se presentó cinco veces en corte antes de que le concedieran asilo. Crédito: Lorena Arroyo

WASHINGTON, DC. - El cubano Rainer (Ray) Rodríguez lleva apenas un mes en Estados Unidos, pero esta semana se convirtió en la voz de los migrantes afectados por las políticas migratorias de rodeado de congresistas demócratas.

"Mi historia no es común porque podía hablar el idioma y pedir asilo. Pero muchos de mis amigos que todavía están ahí no pueden hablar el idioma y no tienen recursos para defenderse", dijo el miércoles Rodríguez en un perfecto inglés escoltado por los representantes de Texas Verónica Escobar y Joaquín Castro.

El hombre de 36 años, que ejercía de profesor de inglés y guía turístico en La Habana, decidió huir de Cuba a principios de 2019 después de tener "varios incidentes con la policía" y acabó varado durante nueve meses en Matamoros (México), donde las autoridades migratorias de Estados Unidos le regresaron como parte de los Protocolos de Protección de Migrantes (MPP, por sus siglas en inglés) mientras avanzaba su caso de asilo.

El programa MPP, activado a finales de enero del año pasado, exige que los solicitantes de asilo en la frontera sur del país aguarden en México la resolución de sus casos en las cortes de inmigración estadounidenses.

A finales de enero de este año, Rodríguez se convirtió en uno de los 263 solicitantes de asilo cuyos casos han sido aprobados en las cortes en la frontera. Forma parte del menos del 1% de los 61,000 migrantes que han sido incluidos en ese programa y que han conseguido refugio en el país.


Según datos del Centro de Información y de Registros Transaccionales (TRAC, por sus siglas en inglés) de la universidad de Syracuse, desde que comenzó el programa el 20 de enero de 2019, solo a 263 migrantes se les ha concedido asilo.

De los 35,465 casos concluidos, solo al 0.75% de los solicitantes se les ha permitido entrar en EEUU. Es decir, solo 7 de cada 1,000 migrantes que pidieron asilo bajo MPP tuvieron un resultado satisfactorio.

En total, 61,000 migrantes, la mayoría centroamericanos, han sido enviados por EEUU a México bajo ese programa, pero algo menos de la mitad de ellos continúan con sus procesos en marcha, según los datos de TRAC.

Un solicitante de asilo "privilegiado"

Cuando Rodríguez salió de Cuba el año pasado "por tener una opinión completamente distinta a la del gobierno", según dice, nunca pensó que podría acabar varado en México.

La travesía del cubano empezó en Panamá, a donde voló tras conseguir una visa. Después cruzó Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México hasta llegar a la ciudad fronteriza de Matamoros. Allí se encontró con una larga lista de espera para poder pedir asilo en EEUU.


Cuando llegó su turno para cruzar, a finales de julio, en Matamoros se acababa de implementar el programa MPP y las autoridades estadounidenses mandaron a Rodríguez de vuelta a esa ciudad mexicana mientras avanzaba su caso. Pero al contrario de miles de solicitantes de asilo sin recursos que se han visto forzados a vivir un campamento improvisado al lado del puente binacional, él tuvo más suerte.

"Yo tuve el privilegio de nunca tener que dormir en el campamento porque llegué y tenía un amigo que estaba rentando en la ciudad y me quedé con él y, después, con mi título, pude buscar trabajo. Siempre tuve una entrada económica que me permitió vivir ahí", reconoció en una entrevista con Univision Noticias esta semana.

En los meses de espera entre audiencia y audiencia, Rodríguez desarrolló varios trabajos: como profesor de inglés, traductor en una clínica para migrantes y también hizo de voluntario en la SideWalk School, una escuela creada por una organización no gubernamental que ofrece clases gratuitas a los niños migrantes que esperan poder ser itidos en Estados Unidos.

10 meses de espera y 7 audiencias en corte

Ahí, pudo conocer de primera mano las realidades de las que huyen otros solicitantes de asilo, como los centroamericanos.

"Es muy difícil porque uno está acostumbrado a la pobreza de la mitad de la gente y que todos tengan sus problemas, pero en Cuba uno realmente no está acostumbrado a la violencia con armas y a las pandillas", sostiene.

Rodríguez dice que lo que más le impactó fue lo normalizada que los niños tenían la violencia: "Yo me acuerdo una vez de un niño que le dije que me contara un cuento y lo primero que me empezó a contar fue una historia que a él le había pasado: 'No, a mi tía la fueron a matar o a violar...'".

Como a sus alumnos y a sus familias, a Rodríguez le tocó cruzar en varias ocasiones a los tribunales en carpas improvisadas al lado del puente fronterizo en Brownsville (Texas), donde los solicitantes de asilo deben ponerse frente a una pantalla y una cámara que los conecta a un juez de migración que está en otra parte del país.

Él recuerda el proceso judicial como largo y confuso, pero sabe que, al contrario de la mayoría de migrantes, él tuvo la suerte de conseguir una abogada probono que le defendió gratuitamente.

"A corte fui 5 o 6 veces y el proceso fue difícil porque tú no sabes cuándo será la próxima corte, cuánto tiempo te va a tocar esperar", asegura. "Pero ya nomás por el hecho de hablar el idioma, yo no tenía ningún tipo de barrera de comunicación con mi abogada, además de que yo pude traducir los documentos al inglés directamente y también la aplicación la podía rellenar yo mismo. Son cosas que otra persona que no habla inglés no puede hacer".

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Su última audiencia ante un juez fue el 22 de enero y, aunque le concedieron asilo, le mandaron tres días a un centro de detención antes de poder reunirse con amigos que tenía en Texas, entre ellos la fundadora de la escuela SideWalk School.

"Me sentí súper raro porque empecé a llorar y me sacaron de la corte, me llevaron a un centro de detención y estuve tres días preso después de haberlo ganado. Esa sensación de que gané no la tuve hasta mucho después", afirma.

Ahora, el profesor de inglés trata de establecerse en la capital de Estados Unidos, a donde llegó después de que una voluntaria que conoció en la frontera se ofreciera a ser su patrocinadora en el país, pero no se olvida de los amigos que dejó en Matamoros.

"Sigo en o todos los días con la gente con la que vivía", asegura. "El hecho de que yo haya pasado les dio mucha esperanza".

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