Cuando el dinero no lo es todo: el estrepitoso (y costosísimo) fracaso político de Bloomberg

Que el dinero no lo es todo, es una vieja conseja que hoy podría aplicársele a Michael Bloomberg. El exalcalde y ahora excandidato presidencial demócrata va a pasar a la historia electoral estadounidense como el hombre que gastó más dinero en una campaña, intensa, pero al final infructuosa.
“Después de los resultados de ayer (Supermartes) la matemática de los delegados se ha hecho virtualmente imposible y una vía para la nominación ya no existe”, dijo Bloomberg al anunciar este miércoles su retiro de las primarias demócratas en favor del exvicepresidente Joe Biden.
Los números no le dieron a Bloomberg, quien realizó una inusual campaña de 100 días centrada en los estados del Supermartes, particularmente los grandes premios de Texas y California, en la que invirtió más de $409 millones de su fortuna personal hasta el 21 de febrero, de acuerdo con OpenSecrets.org, un sitio web que hace seguimiento a gastos de campañas políticas.
Nunca nadie que obviara los arranques de las primarias en Iowa y New Hampshire había llegado a quedarse con la nominación, pero nunca nadie con tantos recursos como él había tratado de hacerlo.
En California Bloomberg invirtió $73 millones y en Texas $54 millones. Entre ambos estados obtuvo 18 delegados hasta la mañana del miércoles, que sumados a los 5 que obtuvo en su única victoria, el territorio de Samoa Americana, y otros 28 en el resto de los estados disputados el martes deja en los libros de la campaña uno de los peores rendimientos entre la inversión y el resultado obtenido.
Eso indica que cada delegado logrado hasta la mañana del miércoles la habría costado a Bloomberg unos $8 millones. Se necesitan unos 1,900 delegados para asegurar la nominación presidencial demócrata y el exalcalde solo logró 51.
El "Trump demócrata"
A principios del año la opción de Donald Trump donde parece dolerle más: su éxito financiero (que Bloomberg ponía en duda y comparaba con su propia experiencia de hombre ‘hecho a sí mismo) y su reconocimiento en la alta sociedad neoyorquina que ambos frecuentan.
Y lo hizo usando unas tácticas algo más ingeniosas que las de simple ‘bulling’ que emplea el presidente cuando se dirige a sus adversarios políticos. Parecía a muchos que había llegado el candidato que se le podía medir de tu a tu al mandatario, quien también presentó su éxito como magnate inmobiliario como aval para aspirar a la Casa Blanca.
Pero Bloomberg, al igual que Trump en 2016, tenía algunos pesos que confabulaban contra sus aspiraciones, como rápidamente lo destacaron varios de sus contrincantes en la izquierda y la derecha del Partido Demócrata: desde la senadora Elizabeth Warren y Bernie Sanders, hasta el exalcalde de South Bend, Indiana, Pete Boottigieg.
La soledad de Bloomberg en el grupo de precandidatos se hizo evidente cuando se estrenó en los debates demócratas, en Las Vegas el 19 de febrero, donde fue el centro de ataque de todos sus compañeros de podio, quienes resaltaron varios asuntos de su vida como de Nueva York y como empresario.
Varios temas le complicaron la candidatura. Como a polémica del ‘ stop and frisk’ (detener y revisar) de la policía neoyorquina en sus tiempos al frente de la ciudad, que él mismo reconoció al inicio de la campaña que había afectado desproporcionadamente a minorías hispanas y negras, como aseguraban grupos de defensa de derechos civiles.
O los acuerdos de no divulgación entre sus empresas y algunas mujeres que aseguran haber recibido tratos discriminatorios y hasta de acoso por parte de gerentes de las empresas del magnate. Aunque el propio Bloomberg no parece ser parte directamente acusada en ninguno de esos casos, no es un buen punto en tiempos del movimiento del MeToo.
La soledad del millonario
Esa fue la línea de batalla que la otra gran perdedora de la noche, la senadora Elizabeth Warren, usó contra Bloomberg desde que este anunciara que entraba en la pelea por la candidatura. En el debate de Las Vegas fue ella quien propició el peor momento del careo, cuando los confrontó con esa supuesta cultura hostil hacia las mujeres prevalente en sus empresas. Bloomberg no supo cómo responder y zafarse de la acusación.
En ese mismo debate Warren expresó su preocupación de que, en su afán por sacar a Trump de la presidencia, los demócratas terminaran en brazos de “otro millonario arrogante”.
Pero si hay algo que Warren y Sanders le echaron en cara fueron sus supuestas intenciones de “comprar” la elección presidencial con su inmensa fortuna ( calculada por Forbes en $58,000 millones) El exalcalde es la persona más rica en haberse postulado a la nominación por uno de los partidos políticos tradicionales de EEUU.
El terror a la plutocracia
Su fracaso en el empeño tranquiliza a quienes veían al empresario como representante de una tendencia amenazante para la democracia estadounidense: la del billonario con recursos ilimitados y dispuesto a gastar parte de su fortuna para llegar a la Casa Blanca.
Quienes advierten sobre ese avance de la plutocracia (personificada en Trump) no parecen tener mucho por qué preocuparse. Esta no ha sido una buena temporada para los millonarios demócratas aspirantes a presidente, como pude atestiguar Tom Steyer, quien hasta el momento de dejar la competencia el sábado pasado tras las elecciones de Carolina del Sur había gastado $252 millones en su campaña, de acuerdo con OpenSecrets.org.
En el frustrado intento por la nominación demócrata, Bloomberg conformó un inmenso equipo de campaña, calculado en 2,000 personas, entre voluntarios y personal contratado. De acuerdo con lo que dijo al anunciar su salida de la competencia, tiene las intenciones de poner esa maquinaria al servicio, primero de Biden, e incluso de Sanders, si es que el senador por Vermont terminara imponiéndose en la competencia.
Eso último estaría por verse, porque en sus dos postulaciones presidenciales, 2016 y ahora 2020, Sanders se ha ufanado de no recurrir a los fondos de grandes financistas o superpacs que suelen alimentar las campañas y haber dependido en gran medida de pequeños donantes, que cada tanto vuelven a aportar unos pocos dólares a su campaña.
Aunque Sanders lo rechace, nada impide que Bloomberg mantenga activa una operación política paralela en contra de Donald Trump. La única condición que impone la ley es que no haya coordinación con los equipos del candidato por el que quiere trabajar.