Por qué encuestas y pronósticos no vieron venir el triunfo de Donald Trump

Hasta las 7 de la noche del martes 8 de noviembre, la próxima presidenta de EEUU iba a ser Hillary Clinton, según prometían casi todas las encuestas 'serias' y 'tradicionales' que se hicieron en las últimas semanas.
Pero en cuestión de horas todo cambió y de una probabilidad estadística de 14% de triunfo, el hoy presidente electo Donald Trump pasó a tener, 34, 56 y finalmente 95%, hasta que su victoria se consumó.
En la mayor sorpresa electoral del último medio siglo, pronosticadores, gurúes, analistas y en general, casi todo observador que se considera conocedor de la dinámica política fueron parte de las bajas, tanto como Clinton y el Partido Demócrata o las facciones del Partido Republicano que nunca aceptaron al magnate como su nominado a la Casa Blanca.
Univision Noticias tuvo su propia experiencia al pronosticar que el voto hispano en Florida le sería suficiente a Clinton para asegurar la Casa Blanca. El electorado latino funcionó como se esperaba, pero la segunda parte de la ecuación no se cumplió.
¿Qué pasó? ¿Cómo gente y organizaciones que viven de analizar lo que sucede en la sociedad y sus tendencias pudo llegar a equivocarse tanto?
“Ni idea”
En unas primeras averiguaciones con encuestadores la madrugada del martes, la respuesta fija era: “No hay manera de saberlo ahora”.
Ninguno quería comprometerse a decir algo on the record en esas primeras horas que dejaron en evidencia alguna falla en sus trabajos y prometían hablar después del análisis de los números y de los resultados electorales, un trabajo que puede tomar semanas.
Pero en estas primeras horas hay unas pocas explicaciones posibles:
- Los encuestadores no llegaron a pulsar el verdadero sentimiento nacional.
- La gente no fue del todo franca a la hora de responder a los encuestadores.
- Las técnicas tradicionales de sondeos ya no funcionan en tiempos de redes y comunicaciones instantáneas que influyen la opinión pública.
No es la primera vez que los sondeos se equivocan tanto en unas elecciones tan cruciales: pasó con el referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea -el Brexit que Trump prometía repetir-, con el rechazo al acuerdo de paz en Colombia, y, unos años atrás, cuando los británicos también vieron cómo el primer ministro David Cameron ganaba una sólida mayoría contra todo pronóstico.
A lo largo de la campaña, cuando se les confrontaba con los malos números que tenían en las encuestas, Trump y sus asesores asomaron la idea de que había un supuesto voto oculto que no estaban reflejando los sondeos.
Incluso, la campaña republicana destacaba cómo algunos de esos estudios de opinión si les daban ventajas. A la hora de explicar las diferencias, analistas y encuestadores hablaban de la “técnica” de trabajo.
Se instaló la idea de que si las encuestas hechas en persona o vía telefónica (y en estas se diferenciaba si eran por línea fija o celular) o si eran hechas on line afectaba la calidad de la investigación. La encuesta clásica sería la más precisa.
Pero Trump promocionaba incesantemente en su cuenta Twitter esas encuestas online, algunas tipo flash, que le daban ganador en esos mismos sitios donde otras no le permitían abrigar la misma esperanza en la victoria.
Morning Consult y la publicación especializada Politico realizaron un estudio en el que determinaron que habían votantes que no eran abiertos a expresar su preferencia cara a cara con un encuestador y en cambio sí en una consulta online.
Los encuestados podían responder por internet o por medio de una entrevista telefónica. Por teléfono, Clinton obtuvo una ventaja de cinco puntos (52% a 47%), mientras que online el margen se reducía a tres puntos (51% a 48%). Una diferencia que no se consideró que podía llegar a ayudar a Trump.
Nuevos participantes
Quizá la clave del triunfo de Trump y de la foto inexacta de las encuestas esté en la participación de grupos que por lo general no toman parte en el proceso político estadounidense, una sociedad en la que tradicionalmente cerca del 50% de los electores no suele ir a votar.
Esos que no participan suelen ser también renuentes a expresar sus opiniones ante encuestadores.
Al final, en una elección tan reñida como la que se produjo entre Trump y Clinton, un par de puntos porcentuales de participación producto de la incorporación de esos alejados del proceso puede haber determinado el triunfo y la falla de las encuestas.