Camino a la Convención Republicana de Cleveland: un viaje por el oxidado corazón del acero de EEUU

Durante una semana, Univision Noticias recorrió rincones del oxidado cinturón de acero de EEUU, entre Pennsylvania y Ohio, visitanto zonas que viven a la sombra de un pasado mejor.
Pueblos que nacieron y vivieron del acero: la desindustrialización de los años 70 y 80 y el cierre de fábricas los hundió en una crisis de la que no se recuperaron. Las frustraciones y esperanzas de quienes viven en la región pueden resultar definitorias para la campaña electoral que arrancará tras las convenciones de los partidos.
Dia 7: la llegada a Cleveland
El viaje de Univisión Noticias por el 'cinturón de óxido' de Estados Unidos termina en las puertas de la Convención Nacional Republicana en Cleveland, Ohio, otra ciudad golpeada por la desindustralización que hoy se siente más optimista sobre sus perspectivas a futuro.
En el camino entre Aliquippa y Cleveland hablamos con votantes desilusionados, votantes indecisos, votantes desinteresados y, por supuesto, votantes que confían en que el cambio está por llegar.
Ese cambio, para muchos, vendrá de la mano de un magnate de los bienes raíces que pateó el tablero de la política con su discurso populista e irreverente.
El entusiasmo por Donald Trump es genuino, pero también lo es el miedo a que profundice las divisiones en el país si llega a la Casa Blanca.
Esta es una campaña política marcada por la incertidumbre, incluso en los pueblos oxidados de Pennsylvania y Ohio que han pasado por el mejor y el peor de los tiempos.
Dia 6: lo que queda de antiguas fábricas
Las fábricas de acero que hicieron de Youngstown una gran ciudad también provocaron su caída.
Hasta mediados del siglo XX, atrajeron a miles de inmigrantes de lugares como Europa del Este, Italia, Grecia y Puerto Rico. Eran la principal fuente de empleo en la zona.
A partir de 1977, las fábricas de aquí empezaron a cerrar sus puertas en medio de un proceso de desindustrialización que golpeó a otros estados del 'cinturón de óxido' de Estados Unidos.
Sin una economía diversificada, Youngstown perdió cada vez más pobladores: pasó de tener unos 165,000 habitantes en los años cincuenta a 65,000 en la actualidad. O sea, un 60% menos de residentes.
Tom Leary, profesor del departamento de historia de Youngstown State University, recorrió con Univisión Noticias los sitios ocupados por las antiguas fábricas de acero que marcaron la historia de la ciudad.
Hay pocos edificios que sigan abandonados, según Leary. Algunos son utilizados por nuevas empresas o fueron derribados. La mayoría están en las afueras de Youngstown, en pueblos que tienen un encanto decadente.
Dia 5: ni Trump ni Hillary
Beth, Scott y Steve tienen algo en común: no quieren ni a Hillary Clinton ni a Donald Trump como presidentes. Están desencantados con la carrera electoral y frustrados ante la falta de alternativas políticas.
En la ruta de Pittsburgh a Cleveland hay más votantes como Beth, Scott y Steve. Algunos no saben por quién votarán el 8 de noviembre. Otros dicen que lo harán por el candidato que vean como un mal menor para el país.
Beth, quien prefiere no dar su apellido, es una votante republicana de Youngstown, una ciudad de alma demócrata. Sin embargo, no le gusta el virtual candidato de su partido: “Cuando lanzó su candidatura presidencial, pensé que se trataba de una estrategia publicitaria”.
A Beth tampoco le gusta Hillary Clinton. Ve a la aspirante demócrata como una política “deshonesta”, una percepción que comparten Steve Bayer y Scott Miller.
“Hillary es una mentirosa”, considera Bayer, de 37 años, quien trabaja como soldador en Youngstown. Como ejemplo, cita la controversia de los correos electrónicos de Clinton. Le parece sospechoso que el FBI recomendara no procesar a la demócrata por haber usado un servidor privado para sus correos electrónicos cuando era secretaria de Estado. “Hay algo ahí, algo están tapando”.
A su lado está su supervisor, Scott Miller, de 58 años. Rodeado de tubos, cables y estructuras metálicas, Miller opina que Clinton pertenece al establishment y no cambiará el modo de hacer política en Washington. Y él quiere ver un cambio, al menos en las condiciones de los trabajadores. “Gano 42,000 dólares al año. Como técnico especializado probablemente debería estar ganando 70,000”.
Sin embargo, Miller dice que no le queda otra opción más que elegir a Clinton. “No voy a votar por un hombre loco, Trump solo hace lo que es bueno para Trump”.
Steve Bayer propone una alternativa: “Deberíamos poner a Hillary y a Donald en un barco y mandarlos a otro país”.
Dia 4: en Youngstown, Ohio
Quedan pocas millas para llegar a Youngstown, Ohio, una ciudad forjada en acero. En el camino se ven algunas fábricas aquí y allá, pero nada comparado a lo que describen algunos lugareños, quienes recuerdan un paisaje cubierto por el humo y las chispas que escupían hileras de chimeneas altísimas.
Hoy solo quedan vestigios de esa potencia industrial que fue Youngstown. Hay vías de tren que parecen estar en desuso, galpones oxidados y tractores estacionados en plena tarde de un día de semana. El silencio es tal que se escuchan hasta los pájaros.
Youngstown vivió su época de oro en la primera mitad del siglo XX, cuando era uno de los mayores productores de acero de EEUU. La empresa Youngstown Sheet and Tube Co. tenía dos complejos industriales en la zona, el mayor de ellos Campbell Works, que se extendía a lo largo de unas cinco millas al borde del río Mahoning.
Campbell Works cerró sus puertas en septiembre de 1977, un episodio conocido aquí como Black Monday, o lunes negro. Cinco mil obreros se quedaron sin trabajo en menos de una semana. Fue el comienzo de sucesivos cierres de fábricas y despidos masivos. Youngstown estaba condenada a morir.
En los últimos años, sin embargo, ha intentado levantar cabeza. Se nota en el centro de la ciudad, con edificios bien cuidados y una incubadora de empresas emergentes que es el orgullo del lugar. Youngstown también tiene una universidad y un par de museos, uno de ellos dedicado a la historia de la industria del acero.
Algunos de los terrenos de Youngstown Sheet and Tube fueron reconvertidos en parques industriales. Uno de ellos, Castlo Industrial Park, es una entidad sin fines de lucro que alquila espacios a empresas industriales y comerciales.
Es un lugar amplio y abierto que se puede recorrer en coche. Su director, Mike Hoza, cuenta que el parque fue una iniciativa de las comunidades afectadas por el cierre de la fábrica.
Otro sector antiguamente ocupado por Youngstown Sheet and Tube es hoy un campo de béisbol, en el que el martes se disputaba un partido de una liga estudiantil. Unos cincuenta espectadores lo seguían con atención.
Pero Youngstown, un sitio de parada habitual para los candidatos presidenciales, no ha podido recuperar todos los trabajos perdidos. De ahí nace el desencanto de algunos votantes que viven o trabajan en la zona con la actual campaña política.
Dia 3: ecos convincentes del discurso de Trump
Cerveza en mano, Frank Sapariti disfruta de una tarde sosegada a la sombra del porche de su casa. Casi no pasan vecinos por su calle, ubicada en el deshabitado oeste de Aliquippa.
Recuerda bien el día que la fábrica J&L cerró sus puertas y lo dejó sin trabajo. Por fortuna él ya había pagado su hipoteca, pero muchos de sus compañeros quedaron ahogados en deudas. “No sé si alguien llegó a suicidarse, pero tuvimos que hacer cualquier cosa para salir adelante”.
Como la mayoría de los trabajadores y sindicalistas del pueblo, Sapariti era demócrata ahora le gusta lo que ve en Trump y va a votar por él.
Estas son algunas de sus opiniones sobre el aspirante republicano:
- “Me recuerda a un radical. Necesitamos un cambio, porque tenemos la misma cosa una y otra vez”.
- “Ayudamos a casi todos los países del mundo y nadie nos retribuye esa ayuda”.
- "Quizás pueda recuperar algunos de los trabajos que se perdieron... quizás”.
En un porche no muy lejos, en una de las antiguas casas que J&L construyó para alojar a los inmigrantes que trabajaban en la fábrica de Aliquippa, James Connor, de 67 años, presenta argumentos similares: “Estoy descontento con nuestro sistema político”.
Connor ve a Trump como un candidato antiestablishment. Decidió apoyarlo cuando el republicano aseguró que usaría dinero de su bolsillo para financiar su campaña política. “Sabes qué, con eso me convenció”.
“Me costó solamente 5,000 dólares”, cuenta en referencia a su casa mientras acaricia uno de sus gatos. Definitivamente, eran otros tiempos.
“ En mi barrio nadie vota por Trump”
Los lunes se sienten como un domingo en Aliquippa. La céntrica Franklin Avenue está desolada. Hay muchas tiendas cerradas, niños jugando en las plazas y autos que circulan con la velocidad de un paquidermo. Uncommon Grounds, que parece ser el único café de la zona, abre a partir de los martes.
Si hay vida en Aliquippa, esa vida está en el almacén Plan 12 Market, en la calle Main Street. Los clientes entran y salen continuamente de la tienda, atendida con celeridad por dos hermanos de origen palestino. El almacén abre todos los días de la semana. “¿Vacaciones? ¿Qué vacaciones?”, dice uno de ellos.
Jehad Jaber, de 68 años, cuenta que se mudaron a Aliquippa a finales de los años 70 y abrieron el mercado hace 10 años. Adora vivir en la ciudad: “No viviría en ningún otro lugar”.
Conoce a todos los clientes de la zona, un barrio de población mayoritariamente negra. Una niña que lleva puestos unos coquetos lentes de sol se acerca a abrazarlo. “Los padres, hijos y nietos son como amigos para mí”, asegura.
Jaber dice que en Aliquippa -una ciudad que tiene un alcalde demócrata- nadie vota por Trump. Al menos nadie de su barrio. “No lo quieren aquí. Este es un barrio pobre y todos se ríen de él”.
Día 2: la muerte de Aliquippa
La época de oro de Aliquippa comenzó con la llegada en 1909 de Jones and Laughlin Steel Corp., en su entonces uno de las mayores manufactureros de hierro y acero en EEUU.
J&L, como se conocía en la ciudad, construyó una enorme planta de acero en Aliquippa que ocupaba siete millas cuadradas (11 kilómetros cuadrados) de extensión a lo largo del río Ohio, según recuerdan algunos habitantes. Empleaba a cerca de 9,000 trabajadores, muchos de ellos inmigrantes europeos que le dieron cuerpo y vida a la ciudad.
“Teníamos un cine, almacenes, playas a lo largo del río, un campo de béisbol, una piscina, escuelas, todo lo que necesitabas”, dice John Ross, un abogado de 83 años de padres italianos. “ Había muchos clubs, teníamos un club de italianos y otro de eslovacos”, recuerda.
El padre de Ross trabajó en J&L y murió a los 48 años. Ross trabajó de joven en otra fábrica para costearse sus estudios universitarios.
Hoy Ross es dueño de uno de los pocos (o quizás el único) restaurante que queda en el oeste de Aliquippa, un barrio aledaño a la antigua fábrica en el que vivían muchos de sus trabajadores.
En 1984, J&L, en ese entonces bajo control de la corporación LTV Corp., cerró la mayor parte de sus operaciones en Aliquippa y 8,000 trabajadores quedaron en la calle. Fue el comienzo del largo declive de la ciudad.
“Todos se mudaron de aquí, hasta los jóvenes se fueron”, dice Frank Sapariti, de 70 años, quien también trabajó en la fábrica. Hoy sigue viviendo en el oeste de Aliquippa. Ha sido un demócrata durante toda su vida, pero ahora dice que no ve la hora de que Donald Trump sea presidente.
Dia 1: en el valle de Aliquippa, Pennsylvania
Se ve que Aliquippa alguna vez fue hermosa. La ciudad con aire de pueblo tiene valles boscosos y calles onduladas que marean al GPS.
La zona más céntrica tiene construcciones bajas hechas en ladrillo, una al lado de la otra. En las calles contiguas suelen formarse hileras de casas de madera con techos a dos aguas. Muchas tienen un porche en el que los vecinos se sientan a ver pasar la tarde, con la bandera estadounidense colgada a un costado, como dios manda.
Pero Aliquippa languidece bajo el sol de julio. Casi no hay comercios; otros tienen un cartel de “estamos abiertos” pero están tapiados. Pedir indicaciones para encontrar un bar histórico del lugar suscita dudas sobre si sigue en pie: “Mahoney's... creo que ese cerró”.
El nivel de pobreza es 23%, es decir, ocho por ciento mayor que el promedio nacional. Y se percibe en estas calles.
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