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Elecciones 2016

Así es el hombre que ha sacudido la campaña: un republicano celoso de su independencia

Con 15 años fue rehén de un violador y en 1995 perdió a uno de sus hijos. Este es un retrato personal del director del FBI, que trabajó para Giuliani y para Bush.
29 Oct 2016 – 07:42 PM EDT
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Comey durante su testimonio en el Capitolio en septiembre. Crédito: Getty/Win McNamee

En la primavera de 2013 Barack Obama anunció el nombre del sucesor de Robert Mueller como director del FBI. Mueller había servido durante 12 años durante un periodo marcado por la lucha antiterrorista y el endurecimiento de la seguridad.

Muchos esperaban que Obama nombrara a Lisa Monaco, que trabajaba para él en la Casa Blanca, había sido jefa de gabinete de Mueller y conocía por dentro la organización. El presidente optó en cambio por un jurista republicano que había trabajado para George W. Bush como segundo del Departamento de Justicia y había ejercido como fiscal en Chicago, Richmond y Nueva York.

Designar a Comey suponía algunas ventajas para Obama. Su prestigio profesional y su condición de republicano facilitarían su confirmación en el Senado.

Los juristas progresistas valoraban su oposición a ampliar un polémico programa de escuchas telefónicas durante el segundo mandato de George W. Bush. Los conservadores valoraban su compromiso con las leyes y el historial de su carrera como fiscal.

Algún senador demócrata mencionó las actividades de Comey en Wall Street como un posible obstáculo a su nombramiento. Pero el Senado confirmó su designación con 93 votos y con un solo voto en contra: el del senador libertario Rand Paul.

Ese voto casi unánime contrasta con la división que suscitó la carta que Comey envió este viernes para informar de la aparición de nuevos detalles en la investigación de los correos electrónicos de Hillary Clinton.

Los republicanos que lo criticaron en julio por anunciar que había completado el proceso sin encontrar ningún delito no tardaron en elogiarlo por enviar un documento que apenas ofrece detalles y que alimenta las sospechas de los seguidores de Donald Trump.

Comey ha investigado a los Clinton al menos en tres ocasiones y ha defendido su independencia de las injerencias de sus superiores. Un repaso a su carrera aporta algunas claves de su carácter y ayuda a comprender por qué envió la carta que ha sacudido la campaña 11 días antes de la jornada electoral.

Fiscal en Manhattan

“Sería una elección sólida”, decía el editorial del New York Times en 2001 cuando se discutía el posible nombramiento de Comey como fiscal del Distrito Sur de Nueva York. “El puesto requiere alguien con una fuerte experiencia como fiscal federal y una reputación de independencia y Comey tiene las dos”.

Comey asumió el cargo unos meses después del ataque contra las Torres Gemelas y al principio su designación no contentó a nadie.

El gobernador republicano George Pataki quería a un candidato más conservador y el senador demócrata Chuck Schumer hizo campaña por un aspirante más a la izquierda. Su colega Hillary Clinton optó por no sugerir ningún nombre porque el designado debía investigar los indultos que su esposo anunció justo antes de abandonar la Casa Blanca el año anterior.

Nadie rebatió la designación de Comey, que tenía experiencia como jurista y había ganado notoriedad con el caso del yihadista francés Zacarias Moussaoui, procesado por su papel en los atentados del 11 de septiembre.

La actitud de Comey durante aquel proceso judicial que se demoró durante años refleja un enorme respeto por la ley en un momento en el que el Gobierno federal no dejaba de buscar atajos para combatir el terror. “Jim cree que tenemos que ofrecer una respuesta judicial al terrorismo”, decía en este perfil un alto funcionario que lo conoce bien. “Digamos que cogen al próximo terrorista en Hamburgo. Los alemanes no lo enviarán a Estados Unidos a comparecer delante de un tribunal militar. Ni siquiera lo enviarán a un proceso que incluya la posibilidad de la pena de muerte. Sólo lo enviarán a un procedimiento judicial civil”.

Durante sus años en Nueva York, Comey procesó por estafa a la presentadora Martha Stewart, procesó a un miembro del clan mafioso de los Gambino e investigó por fraude a varias firmas de Wall Street. También retomó el proceso judicial sobre los indultos de Bill Clinton, en especial el del millonario Marc Rich.

El indulto de Bill Clinton

El procesamiento de Rich por evasión fiscal había sido uno de los primeros éxitos de Comey cuando trabajaba a las órdenes del entonces fiscal Rudy Giuliani y la investigación de su indulto era un asunto muy delicado para él. Tanto Rich como otros indultados habían donado dinero a la biblioteca presidencial de Bill Clinton y a la campaña al Senado de su mujer. La investigación se cerró sin cargos unos meses después.

No era la primera vez que Comey investigaba los negocios de los Clinton. A mediados de los años 90, ejerció como segundo de la comisión del Senado que investigó el caso Whitewater. El escándalo puso la lupa sobre los intereses inmobiliarios de Bill y Hillary Clinton en Arkansas y acabó con la condena de alguno de sus colaboradores.

Ni Bill ni Hillary fueron procesados por el escándalo pero el equipo de Comey llegó a algunas conclusiones poco favorecedoras para los Clinton: que Hillary no había gestionado los documentos de forma correcta y que había ordenado a otras personas que bloquearan la labor de los investigadores del caso. La comisión dijo que la conducta de los Clinton era mucho más que “pura táctica” o “ingenuidad política” y estableció que era “un patrón inapropiado de deliberada mala conducta”.

Firme contra la Casa Blanca

Comey apenas ejerció 21 meses como fiscal del Distrito Sur de Nueva York. En 2005 fue designado como segundo del fiscal general John Ashcroft por George W. Bush. En su nueva responsabilidad investigó la filtración del nombre de la espía Valerie Plame e hizo gala de su independencia durante un episodio revelador.

Los letrados de la Casa Blanca querían aprobar la extensión de un polémico programa de recogida de datos telefónicos pero se toparon con la oposición de Comey, que ejercía las funciones del fiscal general John Ashcroft mientras éste se sometía a una operación quirúrgica y que les dijo que el programa no se ajustaba a la legalidad.

Andrew Card y Alberto Gonzales, que trabajaban con Bush en la Casa Blanca, visitaron a Ashcroft en el hospital con el objetivo de hacerle firmar un documento que autorizara la operación. Al enterarse, Comey se dirigió hasta allí.

Según el testimonio de Robert Mueller, entonces director del FBI, “Ashcroft parecía débil, estaba claramente estresado y apenas articulaba palabra”. Al percibir la jugarreta de la Casa Blanca, Comey amenazó con dimitir y sólo se echó atrás después de hablar con el presidente, que se comprometió a aprobar cambios en el programa que quería aprobar.

“Estaba enfadado”, dijo Comey unos años después durante una comparecencia en el Capitolio. “Acababa de ver cómo intentaban aprovecharse de un hombre muy enfermo que no tenía esos poderes porque me los había transferido a mí”.

Aquel testimonio fue una especie de venganza para Comey, que ayudó a forzar el cese de Gonzales como fiscal general. El testimonio de Comey desveló que Gonzales no había almacenado notas confidenciales según debía y eso forzó su final.

El episodio potenció el prestigio profesional de Comey y sus galones como fiscal independiente. Pero durante unos años abandonó el servicio público y trabajó para varios bufetes en Connecticut y Nueva York.

En julio informó que ya no estaba registrado como republicano. Pero donó dinero a las campañas presidenciales de John McCain y Mitt Romney y sólo ha votado por un presidente demócrata: Jimmy Carter en 1980.

“Nunca supe muy bien si Jim era demócrata o republicano”, decía hace unos años su colega Eric Holder, que trabajó con él en sus años como segundo de Janet Reno durante el mandato de Bill Clinton. “Me parecía un buen tipo sin más”.

Rehén de un violador

Hijo de una familia de origen irlandés, Comey nació a las afueras de Nueva York en diciembre de 1960 y se crió en una pequeña ciudad acomodada de New Jersey donde con 15 años sufrió un episodio que lo marcó. Sus padres habían salido a una reunión parroquial y habían dejado a Jim al cargo de su hermano Peter, que tenía dos años menos que él.

Mientas escribía un relato en su habitación para una de sus clases, Comey escuchó un ruido y al bajar se encontró a un intruso apuntando a su hermano con una pistola. El tipo los encerró en el sótano. Los hermanos escaparon por una ventana, pero volvieron a encontrárselo en el jardín. Se encerraron en la casa y llamaron a la policía, que lanzó una búsqueda en el vecindario y les dijo que el tipo que les había asaltado era un violador.

“Aquello me dejó claro que la vida es corta y que es un bien preciado”, dijo Comey cuatro décadas después. “También me ayudó a saber cómo se sienten las víctimas. Yo sé que en cierto modo nunca se recuperan y eso me ha ayudado como fiscal”.

Comey se educó como católico pero se hizo metodista durante sus años en la universidad, donde estudió química y religión. Su proyecto de fin de carrera versó sobre los escritos del teólogo progresista Reinhold Niebuhr y del líder evangélico Jerry Falwell, cuyo hijo es un seguidor incondicional de Donald Trump.

Ninguna experiencia marcó tanto al director del FBI como la muerte de su hijo Collin, que falleció a los nueve años por una infección bacteriana en 1995. Comey y su esposa Patrice denunciaron a los médicos y al hospital por negligencia. Al final retiraron la denuncia a los médicos y llegaron a un acuerdo económico con el hospital, que se comprometió a aplicar unos protocolos para que no vuelva a ocurrir algo similar.

Contra el crimen con Christie y Giuliani

Comey no llegó a trabajar con Hillary Clinton durante sus años al servicio de Obama: ella abandonó el Departamento de Estado unos meses antes de su llegada al FBI. Sí trabajó en cambio con dos personas del entorno de su adversario republicano: Rudy Giuliani y Chris Christie.

Giuliani fue el primer superior de Comey en 1987 y Christie un colaborador estrecho cuando el actual gobernador de New Jersey ejercía al otro lado del Hudson como fiscal.

Christie suele recordar el consejo que le dio el director del FBI: “Es más difícil odiar a una persona que tienes cerca”. El gobernador asegura que esas palabras le empujaron a visitar las escuelas del estado para convencer a los profesores de sus reformas sobre pensiones y educación.

Durante sus años en Virginia, Comey ayudó a desarrollar el llamado Project Exile, una iniciativa que ayudó a reducir la tasa de homicidios en Richmond a la mitad.

La medida estrella del plan fue perseguir la tenencia de armas como un delito federal y enviar a una prisión en otro estado durante al menos cinco años a cualquier persona que portara un arma de fuego de forma ilegal.

El plan fue imitado por otras ciudades y contó con el apoyo entusiasta de Tim Kaine, que entonces era alcalde de Richmond y hoy es el aspirante demócrata a la vicepresidencia. Pero también fue muy criticado por activistas afroamericanos que denunciaron el impacto en su comunidad.

El dilema de Comey

El espíritu independiente de Comey y su deseo de mantenerse a salvo de las disputas entre demócratas y republicanos ayudan a entender su decisión de enviar la carta que ha cambiado el relato de la campaña presidencial.

Al presentar en julio los resultados preliminares de la investigación del FBI sobre los correos de Clinton, Comey intentó salvaguardar su independencia después del error de su superior directa, Loretta Lynch. La fiscal general dijo que no influiría en el desenlace al destaparse que se había reunido en secreto con Bill Clinton unos días antes de que se completara la investigación. Pero el encuentro dio una impresión que el director del FBI creyó que debía corregir.

Fue esa decisión la que precipitó la carta del viernes: Comey les había dicho en julio a los congresistas que la investigación estaba completa y se sintió obligado a informarles de que sus agentes estaban evaluando nuevos detalles que podían ser relevantes para la investigación.

La carta desató la cólera de la campaña de Clinton y el entusiasmo de los republicanos, que jalearon a Comey después de señalarlo muchas veces como un peón más de una presunta conspiración contra Trump. Pero como explica este texto escrito por personas que conocen bien al protagonista, es muy probable que su intención al publicar la carta fuera preservar la independencia del FBI.

“Jim es un jugador de ajedrez”, decía hace unos años sobre Comey su colega Eric Holder, que ejerció como fiscal general en el Gobierno de Obama. “No sólo piensa en el impacto de sus movimientos hoy o mañana. Piensa en cuál será su impacto un mes, dos meses o seis meses después”.

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