¿Quién recibe los millones de dólares que gasta Silicon Valley en política?

Aaron Ginn reconoce que está en la minoría en la industria tecnológica: es un miembro convencido del Partido Republicano.
“Silicon Valley y San Francisco —dice— son abrumadoramente progresistas”.
Pero Ginn, que vive en San Francisco hace cinco años, cree que hay algo más debajo de esa imagen “progre” del Área de la Bahía. Está convencido de que en el mundo tecno hay mucha gente que comparte con él ideales como la desregulación de los negocios, la defensa de las libertades individuales, y el apoyo a la innovación y los emprendedores. Por eso, se juntó con otros activistas y fundó el grupo Lincoln Initiative, para conectar la visión tecnológica de Silicon Valley con el poder político de Washington DC.
La gente que piensa como Aaron Ginn es clave para entender la ideología de esta parte de California, el estado que el martes cerrará la temporada de primarias presidenciales. Y entenderla es importante porque esta región, sede de las grandes compañías tecnológicas, se está convirtiendo en un nuevo centro de influencia política nacional gracias a un crecimiento explosivo de sus donaciones.
Aunque la élite del Valle parece estar en forma casi unánime del lado de los demócratas (y en contra de Donald Trump), esta es una industria que cree más en la iniciativa privada que en los programas gubernamentales —aunque se beneficia de ellos— y que prefiere no meterse en política, a menos que esta interfiera con su negocio.
“El resto de la población del Valle es más izquierdista —dice Ginn—, pero el núcleo de la industria (...) es mucho más libertario que el resto de la gente”.
Explosión de donaciones
La consolidación de grandes compañías de tecnología con miles de millones de dólares en sus reservas de efectivo, como Facebook, Google y Amazon, generó un aumento importante en las donaciones a campañas electorales y los gastos para cabildear en Washington DC.
Las donaciones de la industria de internet alcanzaron su pico en la campaña presidencial de 2012, cuando dio a los políticos 17.1 millones de dólares, más del doble que en la elección de 2008, según el Center for Responsive Politics (CRP), que compila y divulga estos datos. En 2014, en las elecciones legislativas, el sector de internet aportó 11.1 millones, casi el triple que en las parlamentarias anteriores.
En esta elección, antes de que inicie la campaña general, la industria lleva donados 7.5 millones.
Aunque Silicon Valley todavía no figura entre las diez industrias que más contribuyen a la política, está ascendiendo en la lista. Y su dinero impulsa con más fuerza a los demócratas.
El profesor de Stanford Adam Bonica estudió la inclinación política de las 400 personas más ricas del país y determinó que ese grupo es cada vez más favorable a los demócratas. “Podría reflejar la evolución desde una economía de extracción y manufactura a una de información y tecnología, ya que Silicon Valley y Hollywood son generosos con los demócratas”, escribió en su análisis.
Mayoría demócrata
Bernie Sanders se acercó este miércoles a este nuevo centro de poder emergente.
El precandidato demócrata, en una campaña febril antes de las primarias del martes, apareció en un mitin en Palo Alto, el pueblo que alberga la Universidad Stanford y vio crecer a Facebook cuando era una startup. Es el corazón de la zona entre San Francisco y San José donde operan la mayor parte de las grandes compañías de internet y cientos de startups digitales.
Sanders no se salió mucho de su guión enfocado en la desigualdad económica, pero sí llamó a los tecnólogos a desarrollar fuentes de energía alternativa para combatir el cambio climático. “Silicon Valley, necesitamos su ayuda, necesitamos su innovación”, dijo.
Pero Bernie ya ha recibido mucha ayuda en la zona. Hillary Clinton y él son, por lejos, los candidatos presidenciales que más donaciones recibieron en este ciclo electoral del sector de internet. Ella recibió casi un millón de dólares y él 687,000 dólares, según el CRP. El tercer precandidato más favorecido fue el republicano Marco Rubio, ya fuera de la contienda, con apenas 70,000 dólares.
Trump recibió 1,066 dólares de toda la industria.
La compañía de donde más donaciones salen, sean de sus ejecutivos y empleados o de comités políticos, es Google: más de 2.3 millones de dólares hasta mediados de mayo. La siguen Facebook (677,000 dólares), Amazon (603,000), la productora de software de ventas Salesforce (489,000) y la creadora de videojuegos Kongregate (431,000). La diferencia es, en general, de 2 a 1 a favor de los demócratas —o incluso mayor—.
Los temas en que las compañías invierten más en cabildeo, según R, son la seguridad cibernética, la privacidad en internet y la inmigración, ya que gran parte de su talento es extranjero. Esta es una de las principales causas que impulsa FWD.us, un grupo de interés político que crearon en 2013 el CEO de Facebook Mark Zuckerberg, el fundador de Microsoft Bill Gates y otras luminarias de la industria.
Pero también hay otras maneras en que Silicon Valley está cerca del Partido Demócrata.
El ‘insider’ número uno
Eric Schmidt, presidente de Alphabet —la nueva compañía madre de Google—, es conocido como el ejecutivo con mejor llegada a la Casa Blanca de Barack Obama. Es su asesor en temas de tecnología y estuvo involucrado en sus dos campañas presidenciales. “Hoy, Schmidt es el único titán de Silicon Valley que también es un absoluto insider en DC”, aseguró hace poco la revista de tecnología Wired en un ranking de las figuras tech con más influencia política, en que le dio el primer puesto.
Las compañías de la industria también han estado comprando influencia a través de sus contrataciones.
Uber, la polémica empresa de transporte urbano, contrató a uno de los estrategas de campaña de Obama, David Plouffe, para lidiar con los reguladores de decenas de ciudades de varios continentes. Airbnb, la plataforma de alojamiento en propiedades privadas, tiene a Chris Lehane, ex consejero de Bill Clinton y Al Gore, y Amazon, a Jay Carney, ex jefe de prensa de la Casa Blanca con Obama.
Aun así, es raro ver que los CEO de Silicon Valley se vuelvan activistas en causas que no afectan de lleno a su negocio.
El director general de Salesforce, Marc Benioff, ha sido una de las grandes excepciones, ya que fue uno de los principales impulsores de boicots económicos contra Georgia y Carolina del Norte por las recientes leyes que restringen los derechos de personas LGBT. Benioff también empuja por la igualdad de sueldos entre hombres y mujeres.
Un costado libertario
Más allá de los lazos obvios con los demócratas, hay quienes postulan que el mundo tecno, con su veneración del conocimiento y su espíritu tecnocrático, representa una nueva vertiente de pensamiento político en el abanico partidista estadounidense.
Uno es Greg Ferenstein, un periodista que analizó las posturas de los fundadores de startups ante temas de actualidad, para ver dónde están en el espectro político. Su conclusión, escribió, es que “Silicon Valley representa una categoría política totalmente nueva. Es una ideología de corte libertario dentro del partido Demócrata”. Privilegia la competencia y el capitalismo, pero también cree que el gobierno tiene un papel importante.
Así lo ve también Santiago Siri, un emprendedor y desarrollador de videojuegos argentino, que llegó a San Francisco hace un año y medio para lanzar aquí Democracy Earth Foundation. Es un grupo sin fines de lucro que quiere desarrollar soluciones de software para aumentar la participación ciudadana y fomentar la democracia en el mundo.
“En aspectos económicos, Silicon Valley es muy libertario, a favor de la desregulación, la apertura de los mercados, las innovaciones —dice—. Pero en sentido social está más cerca de los demócratas, de la diversidad, la apertura a los inmigrantes”.
Pero Siri advierte que la política no es una prioridad en el ambiente de las startups. “Silicon Valley es en general medio sordo políticamente, no tiene la sensibilidad política que vas a ver en Washington, en París o Buenos Aires... —describe—. Sí hay un interés en marcar agenda y hacerse valer, ya que al final del día gran parte del poder del mundo pasa por acá”.
Menos “progre” que antes
Los padres de Frank Carbajal llegaron desde México a lo que entonces era más conocido como el Valle de Santa Clara hace más de cuarenta años para trabajar en el campo. La industria de chips de silicio que cambiaría el nombre del Valle apenas estaba naciendo.
Esa población era “de clase trabajadora y demócratas registrados”, dice Carbajal, que organiza todos los años un encuentro de líderes latinos en Silicon Valley. Y sus hijos mantuvieron esa ideología.
Desde esa perspectiva histórica, la región es menos progresista de lo que era. Los empleados de tecnología y startuperos que llegan desde el este y el medio oeste le dan más diversidad.
“Muchos emprendedores son progresistas y otros son moderados —comenta Carbajal—. En Silicon Valley y la industria tecnológica, aprecian más a las personas por su talento y nadie quiere ser entrometido y preguntar cuál es su punto de vista político”.
Zona anti-Trump
Eso no significa que haya mucha simpatía por Trump.
La denuncia reciente de una supuesta censura de noticias de derecha forzó a Facebook a calmar a figuras conservadoras como el presentador Glenn Beck. Pero la buena voluntad hacia los republicanos es escasa en el Valle en el contexto de la campaña sensacionalista del desarrollador inmobiliario.
Las críticas abundaron cuando se supo que el fundador de PayPal y accionista de Facebook Peter Thiel era delegado de Trump a la Convención Republicana. El propio Zuckerberg criticó al candidato sin nombrarlo en el principal evento del año de Facebook. Y Hewlett Packard acaba de anunciar que no donará dinero a la Convención, igual que Microsoft.
Ginn, el activista republicano de Lincoln Initiative, reconoce que la campaña de Trump tuvo una recepción muy negativa en estas tierras.
“Él defiende cosas cercanas al capitalismo de compadres, está en contra de la reforma migratoria, quiere promover guerras comerciales —explica—. No está a favor de los emprendedores, de la innovación”. Y, quizás, el peor de los pecados en el reino de los tecnócratas: “Tampoco está usando datos en su campaña”.